A veces pensamos que lo que no vemos no existe. Sin embargo, con las nuevas tecnologías, empiezan a aparecer antes nuestros ojos cosas que permanecían invisibles hasta ahora. Lo que pensamos y lo que sentimos cobra apariencia y nos informa del efecto que tiene sobre nosotros mismos.
Ana M.ª Oliva Brañas nació en Barcelona, es ingeniera industrial, máster en Ingeniería Biomédica y experta en Bioelectrografía. Actualmente trabaja en Nanobioingeniería en el IBEC (Instituto de Bioingeniería de Cataluña) y es profesora asociada de la Universidad de Barcelona.
¿Por qué ese interés por ver las emociones?
Como docente durante más de doce años, había una inquietud en mi mente, o mejor dicho, en mi corazón: cuando vas caminando con esas personas a las que amas, –yo no puedo evitar amar a esos alumnos que tengo delante–, y ves cómo van tomando caminos que les llevan a destruirse, o a complicarse la vida, y sin embargo, ellos no se dan cuenta, no quieren, no pueden…
¿Se refiere a las drogas, por ejemplo?
Sí, pero no solo me refiero a un posible consumo de sustancias tóxicas, lo cual es cada vez más habitual, sino a pensamientos tóxicos, a pautas emocionales tóxicas, que quizás son tanto o más graves incluso que las drogas, porque son gratuitas y de “fabricación casera”. Y yo pensaba: “si te pudiera mostrar lo que ocurre cuando…”
Y encontró el modo de hacerlo.
Así es, encontré una herramienta, una posibilidad de visualizar algunas de las cosas que quería mostrarles a ellos, algo para poder ver lo “invisible”.
¿Y en qué se basa esa herramienta?
Mi propuesta es una aportación, una más, para intentar acercarnos a ello desde la tecnología actual. Se basa en explorar y tomar conciencia de otras partes de nosotros, de “otro cuerpo” si se quiere expresar de esta manera, y de cómo funciona. Se trata de nuestro campo de energía, de eso que no podemos ver pero sí percibir de alguna manera, lo que hace que notemos la presencia de otra persona en una habitación aun cuando no la veamos, o que nos sintamos inmediatamente a gusto o a disgusto ante una persona que nos acaban de presentar.
¿Y eso cómo lo explica?
Bueno… Todos actuamos en nuestro campo energético; algunos conscientemente, como por ejemplo los que practican yoga, meditación, tai-chi, o trabajan con homeopatía, esencias florales, etc. Pero la mayoría todavía no han podido descubrir esta realidad. Sin embargo, una vez tomamos conciencia del efecto de nuestros propios pensamientos o sentimientos, de cómo nos afectan determinados lugares o personas, toda nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos cambia. La mente se abre y ya nunca volvemos a ver el mundo de la misma manera. Y eso nos permite darnos cuenta de que podemos actuar conscientemente, no solo en nuestra percepción o recuerdo de la realidad, sino en la realidad misma.
Al fin y al cabo somos energía, ¿no?
Claro, y nuestro cuerpo físico está sostenido por un campo electromagnético o campo de energía. Este campo es, en realidad, la base de todo lo que ocurre a nivel biológico. Si esta estructura está equilibrada, también lo estará nuestro cuerpo físico. Estas alteraciones en la parte energética tienen que ver con dificultades o cambios en la funcionalidad del cuerpo. Los órganos tal vez no están dañados, pero no están funcionando correctamente Si el campo energético se desarmoniza, y esa situación se mantiene, es cuando empiezan a aparecer los síntomas de las llamadas enfermedades.
Pero los factores externos también cuentan, ¿no?
Desde luego, el campo energético no es independiente; al contrario, está basado en la actividad física del cuerpo, en la actividad mental del cerebro y en las conexiones de la persona con otros campos de energía más sutiles que podríamos denominar espirituales. Por ello, es fácil darse cuenta de que este campo está cambiando continuamente; todo lo que hacemos, sentimos o pensamos está modificándolo. Hay veces que nuestras acciones, emociones o pensamientos lo desarmonizan. Y de la misma manera, también tenemos la capacidad de actuar conscientemente sobre él para que vuelva a recuperar su equilibrio.
¿Estamos continuamente influyéndonos?
Todo lo que hacemos, todo lo que sentimos, lo que pensamos, las personas con las que interactuamos, todo modifica continuamente nuestro campo energético. A veces lo hace de manera constructiva, no olvidemos que todo lo que existe son patrones energéticos. Cuando ocurre esto, la suma de las partes da un resultado mayor que cada una de ellas, nuestro campo se hace fuerte. Pero otras veces lo hace de manera destructiva, es decir, el resultado debilita el campo, llegando incluso a poderlo anular. ¡Ese es el mundo de las ondas!
¿Quiere decir que en dicho campo energético está todo reflejado?
Sí, así es; observar el campo energético nos permite acceder a una información global de nosotros mismos, una información codificada en forma de patrones energéticos, de excesos o carencias de energía en determinados órganos y sistemas. Una información que nos permite ver cómo nos enfrentamos a los desafíos de la vida, por dónde “se nos va la vida a chorro”, y también ver qué es lo que nos permite recuperarla.
Verlo así, ¿nos hace responsables de lo que nos sucede?
Desde el paradigma que plantea la comunidad científica, la física moderna, con la teoría de ondas, la mecánica cuántica, etc., las cosas no son fijas e inmutables: luz más luz puede dar oscuridad, dos partículas pueden chocar y convertirse en “nada” y de la “nada” también pueden surgir partículas. Cierto es que nos resulta más fácil quedarnos con nuestra idea determinista de que las cosas no dependen de mí, de que hay un orden externo que dio ese “impulso” al universo y todo tiene unas leyes rígidas que, simplemente, son así. De esa manera siempre tengo la excusa de responsabilizar a los demás, a la naturaleza, a la configuración de las estrellas, a lo de fuera, de lo que ocurre en mi vida.
¿Y de qué manera se puede interpretar ese campo magnético?
Como ocurría con los rastreadores de las películas del oeste, en las que los indios siempre podían saber cuántos hombres habían pasado y cuándo, la información está ahí, solo hay que saberla leer. Nuestro cuerpo emite, absorbe, almacena, codifica y decodifica biofotones continuamente, en función de la información que esté activa en ese momento. Los biofotones tienen tres características fundamentales: regulan el organismo aportando información, informan del estado de equilibrio de un organismo y se almacenan energetizando las células. Por tanto, podemos decir de manera científica que somos seres de luz, nos alimentamos y emitimos luz. La luz es la que aporta la energía para unir la materia, y la información de cómo hacerlo.
Es como ver “el alma” humana…
El campo bioeléctrico es el componente del alma más cercano a la materia. Se encuentra en constante movimiento e interacción con lo que le rodea. El psiquismo del individuo, esto es, sus pensamientos y emociones, lo transforma continuamente. Este campo se nutre de emociones y pensamientos armónicos y se daña con emociones y pensamientos no armónicos, sobre todo si estos son repetitivos.
O sea, que nunca estamos igual.
Todas las acciones que realizamos a lo largo del día inciden en el campo bioeléctrico y, a su vez, son resultado de la energía que fluye en el mismo. Si supiéramos cómo cultivarlo y armonizarlo, mejoraríamos mucho nuestra salud.
¿Vd. utiliza una máquina para “ver” el “alma” humana?
Una parte de la realidad energética del hombre ya se mide desde hace tiempo: los electroencefalogramas, tomografías, cámaras de infrarrojos, resonancias magnéticas, etc., son ejemplos de técnicas a las que nos hemos habituado. La tecnología avanza inexorablemente y tenemos cada vez más maneras de captar esa realidad “invisible” para nuestros ojos, el mundo de la energía.
¿Cómo funciona exactamente?
GDV son las siglas en inglés de Visualización por Descarga de Gas, una breve síntesis de la base sobre la que funciona la máquina. En realidad, consiste en una “cámara” que provoca una descarga eléctrica de un voltaje muy elevado con una intensidad muy pequeña, de forma que se puedan excitar los electrones del campo energético de los dedos, emitiendo un fotón. Estos fotones son captados por la cámara y enviados al ordenador, que los analiza. Se basa, por tanto, en el efecto Kirlian empleando los últimos logros de la tecnología.
Una vez tenemos las imágenes en el ordenador, mediante un software de procesamiento basado en técnicas de inteligencia artificial y de matemática no lineal, analiza, cuantifica y permite visualizar la energía de órganos y sistemas, con la posibilidad de separar la parte física de la parte psicoemocional. De esta manera, podemos visualizar el campo energético del hombre, así como los efectos de cualquier interacción energética que se esté produciendo: desde una emoción que se desencadene, pasando por la exposición a un campo electromagnético, como podría ser la pantalla de un televisor, o una actividad como el deporte.
Entonces, con la tecnología actual podemos demostrar eso que ya decían los antiguos sabios y sostienen algunas corrientes actuales…
Pues sí, como comentaba antes, todo lo que hacemos, lo que decimos, lo que pensamos, las personas con las que nos relacionamos, los lugares a los que acudimos… todo eso modifica nuestro campo energético. Después de hacer un estudio bastante exhaustivo sobre la influencia de estos factores, puedo decir que lo que más nos afecta, lo que más es capaz de desarmonizar nuestro campo energético y quitarnos energía, y también armonizarnos con mucha facilidad, son nuestros propios pensamientos.
El poder del pensamiento…
Nada hay más poderoso. Y nada hay que merezca más la pena trabajar. Cuida de tus pensamientos… porque ellos son los que marcarán el destino de tu vida.