Los arquetipos que tienen fuerza para inspirar al ser humano siempre han sido los mismos, y eso es lo que les otorga su condición ideal. Ética y estética son dos términos de los que podemos recuperar su significado para entender cómo se pueden plasmar en la práctica.
Con el paso del tiempo las palabras también se desgastan, perdiendo fuerza significante. Por este motivo se hace necesario recuperar y lustrar su esencia, aquello que la palabra encierra dentro de sí.
Desde el punto de vista filosófico, la estética es el estudio y percepción de la belleza. Su raíz griega es aisthetike, relativo a la percepción y la sensibilidad. Por otro lado, la ética es el estudio de la naturaleza de lo bueno. Su raíz griega es ethos, que a su vez tiene dos significados: por una parte, “morada”, “residencia”, y por otro, “costumbre”, “hábito”.
Hoy en día parece que ética y estética poco tienen en común. Nuestro arte, apoyo físico de la belleza, poco tiene de ético. El dinero y sus propias normas codiciosas y rastreras han asaltado las relaciones humanas y la percepción de la belleza. Es el afán de dinero y de saciar el propio ego lo que ahora mueve a los artistas, es la sed de poder la que rige parte de las relaciones humanas.
¿Podemos asegurar que hay relación entre ética y estética? Y, de ser así, ¿qué tienen en común?
Si la estética tiene como objeto de estudio la Belleza y la ética tiene la Justicia, habrá que demostrar que Belleza y Justicia tienen algo en común. No hablamos de la belleza y la justicia empequeñecidas y advenedizas que hoy en día mendigan en nuestro mundo. Hablamos de una Belleza y una Justicia mayúsculas, con altura de miras y aspiración de eternidad. Belleza y Justicia son Armonía. La Justicia propicia unas relaciones humanas bellas y la Belleza una experiencia estética justa. La exacerbada especialización actual de las disciplinas termina por sesgar la capacidad de razonamiento del ser humano. Al crear falsos compartimentos estancos, como si fuéramos caballos con las cabezadas puestas, limitamos nuestra mente y capacidad de comprensión.
En el mundo clásico, ética y estética eran uno. Algo era considerado bello al adecuarse a su naturaleza o esencia. Una escultura no solo era bella por estar hecha de bronce pulido, ni tampoco por representar fidedignamente un cuerpo humano. Una escultura era considerada bella en tanto que plasmaba en la materia un arquetipo. Del mismo modo, un escudo era considerado bello no cuando estaba laboriosamente trabajado, sino cuando se adecuaba a la propia función del escudo: parar golpes. Por otro lado, un combate singular en la batalla era considerado bello en tanto que los combatientes se respetaban y no recurrían a artimañas rastreras para derrotar al otro. Tanto en la escultura como en el escudo o en el combate, no era el resultado en sí lo que hacía bello o justo a un objeto o conducta, sino que era bello en tanto que manifestaba algo del arquetipo en el mundo material.
Los griegos entendían este valor ético-estético como kalokagathía. Este concepto es un compuesto de las palabras kalos y agathos. Ambas pueden ser traducidas por “excelente, digno, bueno”. Pero si intentamos buscar la fina diferencia que separa ambas palabras veremos que kalos se refiere a la excelencia de algo a través de su apariencia, como si algo no pudiera ser hermoso sin ser ello mismo de manera excelente. Por otro lado, agathos se usa en referencia a comportamientos humanos. Alguien era señalado como agathos cuando era un buen ciudadano. De este modo, vemos que en la idea clásica de kalokagathía, ética y estética no se diferencian, sino que eran el modelo de conducta a seguir por los héroes, ciudadanos y artesanos.
La ética y la estética son escaleras por las que podemos elevarnos y poder ver un poco más de cerca los ideales que han de renovar las sociedades. Ética y estética son dos hebras de un mismo hilo, ambas beben en última instancia del gran ideal del Bien. Son las herramientas que el ser humano tiene a su alcance para desplegar sus alas y volar alto, alejándose de la miseria moral que rige nuestro mundo.
Bella síntesis. Muchas gracias