A veces parece que la medicina convencional y las que hoy se llaman «alternativas» están enfrentadas. Tal vez haga falta clarificar algunos conceptos de las ciencias de la salud para comprender qué es lo verdaderamente importante para curar.
El problema que encontramos en la medina convencional es que ha derivado en la separación de los conocimientos, ha dividido y subdividido en diferentes ramas el cuerpo humano. Los médicos suelen preguntar cuántos estómagos operan y no cuántos seres humanos.
Esta medicina tecnológica declara que es capaz de manejar los genes y hacer grandes trasplantes.
Los pacientes y los médicos están enfrentados: el médico es un funcionario y el paciente es un consumidor exigente. La relación ideal sería la de mantener una amistad entre el médico y el paciente y, posteriormente, que exista un convencimiento gradual para mejorar la forma de vida que condujo a la enfermedad, y recetar o prescribir un remedio al final.
Hoy el paciente demanda unos análisis y la prescripción del medicamento sin cambiar los hábitos de vida insalubres.
En la Edad Media, el médico era un escolástico que sabía mucho de latín, pero no se acercaba al paciente. Con la revolución de las escuelas florentinas se atrae el discurso sobre lo que dice Platón y grandes personajes de la historia. Se buscan restos de la Antigüedad para poder enlazar con el pasado; Marsilio Ficino funda la nueva academia platónica y los textos griegos difunden el conocimiento de la magia natural, en contacto con las leyes de correspondencia, de resonancia y simpatía, tal como se concebía en el antiguo Egipto.
El cuerpo humano es el templo del espíritu, y hay que analizarlo con el máximo respeto porque hay algo más que da vida a lo puramente físico, existe una dualidad. Pero la medicina se ha vuelto más racionalista, y con el desarrollo del aspecto científico, la antesala del hospital es el laboratorio. Con ello se pierde la visión global del hombre, que se convierte en un amasijo de tejidos y órganos separados entre sí.
Paracelso, médico, mago y alquimista, hablaba de un proceso de transformación interna de las fuerzas curativas de la naturaleza. Viajó por diferentes partes del planeta para aprender conocimientos de la medicina real en contacto de la naturaleza.
Este gran médico describe cuatro cualidades imprescindibles que ha de tener el médico. Tiene que ser: 1. filósofo; 2. virtuoso; 3. astrónomo-astrólogo; 4. alquimista.
Comprender los misterios de la vida
Filósofo: Si el médico no comprende la razón profunda de la vida y la muerte, si no conoce los misterios de la vida, puede ser indiferente o insensible. Es preciso saber si se puede aliviar una dolencia, si la vida de la persona debe o no ser alargada ante una enfermedad terminal.
El médico tiene que tener un componente ético para saber lo que tiene que hacer, y no seguir solamente lo que las estadísticas indican. Estas pueden ser un soporte, pero cada persona es un individuo. Aunque las estadísticas digan que el 80% de las personas con tal enfermedad se muere y el 20% se salva, hay que analizar en cuál de estos porcentajes está el paciente; en este caso no es válida la estadística de un libro.
A veces no se debe decir todo al paciente porque es contraproducente. Decir una verdad crudamente puede anular la reserva de energía necesaria para poder salir de la situación y precipitar su muerte.
Hay que ver a la totalidad del paciente: cuerpo-mente y espíritu.
Los médicos rurales de familia, antiguamente conocían a la familia y obtenían una visión de los problemas y debilidades que les ayudaba a tratar a la persona.
Autenticidad: ser un virtuoso moralista, aquel que practica hasta alcanzar la perfección y mantiene la autenticidad; mantener las ideas aunque le critiquen a uno. Tener la capacidad de introspección y ver a través del cristal de los hombres, penetrar en el ser humano para poder entender dónde está el desequilibrio.
Si no hay una verdadera vocación, no se debería ser médico. Los médicos no deben ser arrogantes, han de desarrollar una especial calidad humana. ¿A quién le gustaría que le operase un médico que solo busca una recompensa económica, el prestigio y la fama?
Astrónomo y astrólogo: estudiar el microcosmos dentro del macrocosmos. Conocer en cada ciudad los vientos y las aguas, los factores externos, las fuerzas telúricas y las fuerzas cósmicas, para saber por qué se está enfermando y surgen epidemias. El mejor médico no es el que ha estudiado más sino el que más se ha trasformado.
Alquimista: conocer los poderes internos de los elementos de la naturaleza y saber potenciarlos y cómo se transforman. El mejor médico no es el que ha estudiado más sino el que más se ha trasformado. La transformación es la superación del ser humano, y es la que le permite encontrar caminos de evolución.
Según la OMS, estar sano consiste en la sensación de bienestar físico y psicológico. ¿No parece, por tanto, que estamos cada día más enfermos? Cada día hay más insatisfacción. El porcentaje de cáncer está aumentando y nadie sabe por qué. Hay estudios en los que se demuestra que una persona que ha padecido una fuerte depresión o un shock, al cabo de unos años desarrolla un cáncer.
Es precisa una renovación ética de la medicina, y la conjunción de las dos medicinas, abriendo la mentalidad a otras posibilidades.
Extraído de la conferencia que dio el Dr. Juan Martín Carpio en el Congreso sobre Filosofía Antigua y Ciencia Actual 2012.