Quien no quiera ver que cierre los ojos. Se trata de una elección personal, de una actitud ante el mundo, ante sí mismo. La decisión de no querer atender a las necesidades de los demás es fruto de la inconsciencia. Se llega a un acuerdo de compromiso con uno mismo en el que te acabas convenciendo de que nada se puede hacer. Al menos, “yo no puedo”.
La otra postura es resultado de una reflexión consciente. No se trata de sufrir por cada injusticia cometida por el hombre. Quien dedica parte de su tiempo, capacidades y recursos a paliar las injusticias de nuestro mundo, salvaguardar la naturaleza o aportar un poco de conocimiento, no es, poracnur comite español lo general, una persona infeliz. Antes bien, los místicos y filósofos de todos los tiempos, y la ciencia en la actualidad, nos confirman que el altruismo es inherente a la naturaleza humana. En todo caso, inhibirse de la circunstancias de los demás parece ser lo menos humano. Neo Coslado, al recordarnos la desgarradora historia de Ashia, ha dejado patente su elección. Eso, y el hecho de donar parte de los ingresos por la venta del libro a favorecer la labor que desarrolla ACNUR.
Ashia. La niña somalí, es un relato de la sinrazón. Describir los hechos narrados en este libro invita a utilizar los términos más horribles de nuestro idioma. Maldad, barbarie, cerrazón, fanatismo, locura… se agolpan en la mente del lector. Pasar una hoja tras otra y no sentir rabia por cada acto cometido solo está al alcance de un psicópata. Para el resto de los humanos, no hay más posibilidad.
La historia se desarrolla en Somalia, un país devastado por la guerra y la irrupción del integrismo islámico. Es cierto que estos “hombres” (pues aquí sí importa el género), a partir de una lectura sesgada del Corán, nos ofrecen la peor versión del ser humano. Ver un telediario sin descubrir un nuevo acto de horror, perpetrado por alguno de estos grupos, es una rareza. Afganistán, Irak, Pakistán, Mali…nos descubren su presencia cada día con nuevos atentados.
Esta violencia se hace manifiesta en cada párrafo de la novela. Su autor consigue mantener la tensión ante un desenlace que, desde las primeras páginas, se intuye dramático. En un estado desestructurado e inmerso en una guerra fratricida queda poco espacio para el romanticismo. O quizás, sí que exista una vía para la esperanza. Para saberlo, habrás de leer la obra.
Asistimos a una historia mil veces contada. La tortura de los primeros cristianos. La que estos infligieronlapidaciòn más tarde a los últimos paganos. La quema de brujas y herejes en la edad media y la instauración ciega de la Ley Sharia son aspectos de una misma realidad ¿Qué diferencia hay entre el alborozo de un grupo de hombres ante la llegada de un camión cargado con piedras antes de un acto de lapidación y la carga voluntaria de leños para alimentar la hoguera en la que ardería la supuesta hechicera?
Entristece pensar que la historia de Ashia es la de tantas niñas nacidas en ese desdichado país. Su condición dfotos mujer burkae mujer les niega los más básicos derechos. Neo describe con solvencia el sentimiento de impotencia que sufren los personajes femeninos. Sometidas al arbitrio de sus padres, esposos o captores, pierden todo valor en una sociedad bajo el terror machista.
Lo hemos visto en multitud de ocasiones. Cuando la barbarie gobierna la vida de los hombres se abren las puertas a la deshumanización. Quien tiene una voluntad inquebrantable se convierte en el blanco de los tiranos. Para las demás, solo queda el sometimiento o la huída a un lugar mejor. ACNUR da cobijo a millones de personas despojadas de todo, arrancadas de sus vidas, de un futuro de normalidad. No cabe cerrar los ojos. Una opción: comprar este libro. Vale la pena leer “Ashia. La niña somalí”.
Cortesía de «El club de lectura El Libro Durmiente» www.ellibrodurmiente.org