El sánscrito, la lengua clásica de India, ha sido a lo largo de los siglos el principal vehículo de transmisión de la cultura y la espiritualidad de este país milenario. Ninguna otra lengua ha profundizado tanto como el sánscrito en la metafísica del lenguaje, en la relación entre la vibración de los fonemas y la manifestación del universo.
A pesar de lo distante que nos pueda parecer la India y su cultura, el sánscrito, su lengua clásica, con la que se han transmitido la mayor parte de sus conocimientos ancestrales, su espiritualidad y su cultura, es de origen indoeuropeo. Eso significa que está emparentada con lenguas como el latín y el griego y, por consiguiente, con la gran mayoría de las lenguas que se hablan en Europa en la actualidad. El carácter sagrado que se le atribuye, por un lado le ha conferido prestigio, pero también ha disuadido a muchos de su estudio, cuando en realidad tiene mucho que aportarnos.
Los misioneros que fueron a India en el siglo XVI fueron los primeros que empezaron a despertar el interés por el sánscrito en Occidente. Pero fue a raíz de convertirse India en colonia del Reino Unido cuando el interés por el estudio del sánscrito se acrecentó. La constatación de su origen indoeuropeo supuso un gran hallazgo para los lingüistas del siglo XIX. Disponer de una lengua tan antigua de la misma familia permitía conocer muchos detalles de cómo debió de ser aquella hipotética lengua, el indoeuropeo, fuente primera de todas las demás lenguas y de la cual no tenemos referencias.
Muchas palabras del sánscrito muestran una gran similitud con las de otras lenguas indoeuropeas, similitud que no puede ser fruto de la casualidad:nava-nuevo, yuvan-joven, danta-diente, pitṛ-padre, matṛ-madre, rāja-rey, nakta-noche, nīḍa-nido, mṛtyu-muerte… son un ejemplo de ello.
El sánscrito es una lengua flexiva que funciona con declinaciones, como el latín y el griego, por lo que su estructura no difiere mucho de la de estas lenguas. Recuerdo que cuando estudiaba bachillerato, el profesor de latín, ante las dudas de que el estudio de esta lengua pudiera servirnos para algo, nos decía que ayudaba a estructurar la mente y a mejorar el dominio de nuestra propia lengua. Esto mismo es aplicable al sánscrito, incluso en mayor medida. Alrededor del siglo IV a.C., el gramático Pāṇini elaboró una gramática del sánscrito, el Aṣṭādhyāyī, que fijó de forma precisa sus reglas. De esta manera, se evitó la transformación natural que paulatinamente sufren las lenguas con el uso. La antigüedad de su gramática convierte al sánscrito en una de las lenguas más coherentes, si no la más, a diferencia de nuestras lenguas actuales, que han sufrido tantos cambios a lo largo del tiempo que es imposible discernir lo que es lógico de lo que es arbitrario y fruto de un deterioro provocado por el uso.
La gramática de Pāṇini propició que con el tiempo a la lengua se la denominara sánscrito, de saṁskṛtam, que significa ‘hecho con perfección o con armonía’. Pāṇini, elaboró la gramática basándose en la lengua del Veda, simplificando aquellas formas y desinencias que estaban en desuso; de ahí que surgiera la distinción entre el védico, más arcaico, y el sánscrito clásico. La diferencia entre uno y otro no es esencial, sino de simplificación. Por ejemplo, de las múltiples formas de infinitivo del védico, se redujo a solo una, la más habitual. En védico también hay un modo subjuntivo, que en el sánscrito clásico desaparece.
La fructífera riqueza del sánscrito
La gramática del sánscrito permitió que, aunque dejara de ser lengua materna, se usara como lengua de cultura a lo largo de los siglos, y que también ejerciera el rol de lengua franca en un territorio tan plurilingüe como es India. También su estatus de lengua de cultura y sus capacidades expresivas permitieron que muchos autores, sobre todo los poetas, exploraran al máximo las posibilidades estéticas del sánscrito y crearan obras de belleza inigualable, que solo pueden disfrutarse en todo su esplendor en la lengua original. Los recursos estilísticos pasan por el uso la polisemia –el múltiple significado de una misma palabra–, la sinonimia –varias palabras con un mismo significado–, la metáfora, la analogía, el uso repetido de un mismo sonido o evitar el uso de otros. El poder de evocación de la belleza formal de la lengua adquirió unas dimensiones sin parangón.
El interés por el sánscrito también se incrementó en Occidente por el creciente interés que surgió, especialmente en la década de los 60, por la espiritualidad de India y por la disciplina del yoga. Conocemos o hemos escuchado alguna vez palabras cuyo origen es sánscrito: la misma palabra yoga o karma, buda, chakra, mantra, mandala, nirvana, guru, ashram, avatar… son algunas de ellas. Los maestros y practicantes de yoga están en muchos casos familiarizados con el nombre de las posturas en sánscrito, e incluso recitan algunos mantras para la meditación.
Sin embargo, al sánscrito, por ser el Veda su texto más antiguo, considerado por la tradición como revelado, se le ha conferido un carácter sagrado que a menudo ha distanciado a los occidentales de su estudio. El aura de lengua inabordable que se le ha atribuido, hace desistir de su estudio a muchos, especialmente si tenemos en cuenta la mentalidad práctica y el deseo de conseguir resultados rápidos y con el mínimo esfuerzo que impera en la actualidad. Esto propicia que incluso en el mundo del yoga, donde se emplea terminología sánscrita, no se haya promovido su estudio. No negaremos que es una lengua que entraña dificultad, debido principalmente al número elevado de declinaciones, a su extenso vocabulario con una elevada polisemia que obliga a tener en cuenta el contexto y al uso habitual de compuestos. Ello no impide que el estudio del sánscrito aporte a cada uno lo que necesita o lo que busca en función de su sensibilidad o intereses particulares. Su estudio aporta beneficios, aunque solo sea como entrenamiento mental. Al practicante de yoga le gratificará en su aspecto espiritual, por ser la lengua en la que se han expresado los conceptos de las filosofías hindú y budista; al lingüista, por sus posibilidades expresivas y su estructuración del lenguaje; al científico, por cómo están organizadas sus reglas gramaticales; al que tiene espíritu de filósofo, por la posibilidad de ahondar en la filosofía de India y por la metafísica que hay en torno al sánscrito y la relación que se establece entre la vibración de sus fonemas y la manifestación del universo. Esta relación es manifiesta en la recitación de mantras, en la que lo que importa es la vibración del sonido y, por tanto, la energía, que mueven más que el propio significado.
En España el estudio del sánscrito no está tan consolidado como en otros países europeos, y esta sigue siendo una asignatura pendiente. Sí que ha habido pioneros, como es el caso del mallorquín Joan Mascaró, que llevó a cabo gran parte de sus estudios en el Reino Unido, donde se exilió tras estallar la guerra civil española. Tradujo textos sánscritos como el Bhagavad Gītā y algunos Upaniṣhad, así como el Dhammapada, este en lengua pali. También es destacable la figura de Òscar Pujol, que elaboró el diccionario Sànscrit-Català y que ha contribuido al conocimiento del sánscrito en nuestro país.
Los cimientos se han puesto y somos algunas las personas que intentamos que aquí se reconozca la riqueza de esta lengua para evitar que, tras los cimientos, la obra quede paralizada. Si conseguimos reconocer su gran valor pero sin mitificarla hasta el extremo de disuadirnos de su estudio, conseguiremos revalorizar una lengua que aporta a Occidente mucho más de lo que podemos imaginar.
Gracias.
NAMASTE.
Wou a mi me gustaria aprender sanscrito por el budismo.