Naturaleza — 30 de septiembre de 2014 at 22:00

¡Mi perro se ha tragado una ballena!

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Aunque muchas veces ignoramos el origen o el proceso de elaboración que sufren algunos productos que están a nuestro alcance, no está de más informarnos en la medida de lo posible para que nuestro consumo sea coherente con aquellos criterios que consideramos propios.

La mayor parte de los millones de ballenas muertas desde que la caza de ballenas se convirtió en una industria mundial, fue capturada no por su carne, sino por su grasa subcutánea (“blubber”) y otros tejidos grasos, que eran fundidos para producir aceite. Hacia la década de 1920, el aceite de ballenas alimentó la creciente demanda de alimento para animales, lubricantes de máquinas, explosivos a base de glicerina, jabones, detergentes y margarina; el espermaceti del cachalote se convirtió en un elemento indispensable en cosmética. Los usos potenciales del aceite de ballena parecían infinitos, aun cuando las ballenas demostraron ser finitas.

Si bien la mayoría de los países balleneros cumplieron con la moratoria para la cacería de ballenas de 1982, silenciosamente fueron utilizando el pretexto de sus cacerías en curso para investigar y desarrollar nuevos usos y «reinventar» el mercado de los productos derivados de la ballena.

Durante las dos últimas décadas, la decadente industria ballenera noruega se ha beneficiado por los aportes del Gobierno y la inversión de corporaciones para investigación e incluso ensayos clínicos, destinados a la aplicación del aceite de ballena en farmacéutica, suplementos para la salud, así como también en alimentación animal. Japón también ha continuado extrayendo ballenas por su cartílago para producir oligosacáridos (un aditivo alimenticio común). Las ambiciones de Islandia, por otro lado, se encuentran en la industria de alimentos para animales (harinas para la elaboración de galletas y pienso).

Lo que se prohíbe y lo que se hace

perro-ballena-2El Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres prohíbe el comercio internacional de partes y derivados «fácilmente identificables» de ballenas, con fines principalmente comerciales. Sin embargo, desde 1994 las naciones balleneras están contando con el «ablandamiento» a la oposición al aceite de ballena durante la próxima década, especialmente si puede mostrarse que ofrece beneficios tangibles para la salud. De ahí que continuamente soliciten una moratoria en la prohibición de la caza de ballenas. En la actualidad, tres países que todavía poseen industria ballenera (Noruega, Japón e Islandia) continúan con matanzas a gran escala de cetáceos y se estima que más de 2000 ballenas son sacrificadas cada año. Como consecuencia,la explotación ballenera sigue acrecentándose sin ningún control internacional y la CBI (Comisión Ballenera Internacional) vive en una situación de bloqueo permanente que hace peligrar su futuro y cuestiona su eficacia.

Muchos productos cosméticos contienen derivados del aceite de ballena. El tan publicitado ácido graso Omega-3 se extrae también en grandes cantidades del aceite de ballenas, focas y pescado. La carne y blubber de ballenas se promocionan por empresas islandesas como un «producto puramente natural, que probablemente sea la carne roja más saludable disponible, extremadamente rica en ácidos grasos Omega 3».

En el fondo de la cuestión se encuentran, ¡cómo no!, los intereses comerciales. Mucho se habla de Islandia como un país modelo porque ha condenado a unos cuantos banqueros. Se escribe en diversos medios que este país ha salido de la crisis por haber exigido responsabilidades a la banca y a la clase política. Pero esto es solo una cortina de humo. La industria en alza en Islandia es la de productos derivados de la caza de la ballena. Noruega y Japón no son ajenos a este intento de seguir creciendo económicamente, al precio que sea.

Si tomamos nota de los productos a la venta en todo el mundo que contienen, entre sus ingredientes, algún derivado de la ballena, el cachalote, el delfín y la foca, nos daríamos cuenta del poder e importancia de la industria ballenera.

Es muy posible que en las galletas, en el pienso y en los complementos alimenticios de nuestras mascotas haya harina extraída del blubber de ballena. Cuando lo conciencié me di cuenta de que ¡mi perro estaba comiendo ballena! Así que he regresado al arroz hervido con algunas verduras y algo de carne para alimentar a mi compañero canino. Por otro lado, veo que le gusta muchísimo más que el alimento prefabricado. Esto me hizo reflexionar. Si los consumidores volvemos a las recetas caseras, a las de la abuela, a las del hombre del campo, necesitaremos cada vez menos aditivos, menos plásticos, menos prefabricados y las industrias alimenticias tendrán que cerrar o reinventarse sin dañar el medio ambiente. La caza de ballenas ha reportado a Tokio constantes críticas en todo el mundo y hasta una denuncia de Australia ante la Corte Penal Internacional de La Haya por esconder, bajo supuestos fines científicos, motivaciones meramente comerciales. Esperemos que los esfuerzos de las organizaciones internacionales y de los Estados sensibles con la fauna marina, presionen a los Estados balleneros para cambiar. Pero no olvidemos que el poder real lo tenemos los consumidores, los ciudadanos de a pie, quienes podemos hacer que el mundo sea mejor.

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