El tema está bien enmarcado: Europa del Sur; principios del siglo XXI; recortes en educación, en sanidad, en decencia; crisis económica y de sentido; corrupción por todos lados…
Loquillo nos dice: «Júrame que nunca dirás: yo desisto, yo me siento a esperar». Que no nos rindamos ante lo que sucede, que sigamos dando batalla, en pie, verticales.
Son momentos duros, aunque filosóficamente interesantes, entre un mundo que se hunde y otro que vendrá y no sabemos cómo será. Y ante tanto desastre: permanecer contento, como propone Epicuro, el Maestro de la Felicidad. ¿Contento, cómo? Resistiendo, contentarse con el esfuerzo diario de mantener la dignidad, la autoestima y la honestidad en medio de tantos fracasos y fracasados. ¿Contento, de qué? De poner el valor no en lo que se pierde: dinero, posición, fama…, sino en intangibles morales: la amistad, el coraje, la defensa de los ideales. Epicuro también nos dice que el destino y la muerte no son males, que el dolor es fácil de soportar y los placeres del alma, fáciles de adquirir: un libro, una flor, una conversación, una canción…
Este tema de nuestro querido Loquillo podría ser tarareado por los epicúreos de la Antigüedad, que cultivaban la filosofía de la «contentación». Y por estoicos como Epicteto, que nos desafía a todos: nada hay que debas temer, excepto la interpretación de lo que te sucede.
Loquillo también desafía, como siempre: «Borra si es que puedes la sonrisa de mi cara; borra si es que puedes la sonrisa de mi cara… ¡Prueba, no lo lograrás!».
Molas mucho, Loquillo, cómo has ido renaciendo a lo largo de las décadas para seguir proponiendo cosas interesantes. Y tú, querido lector, ¿qué razones tienes para renacer y estar «contento»?