Nos suele parecer que hablar de los antiguos filósofos es trasladarnos a un mundo con el que tenemos pocas cosas en común, adecuado más bien para eruditos y especialistas. Sin embargo, cuando analizamos las más modernas técnicas que se utilizan hoy para ayudar a resolver conflictos y enfrentar situaciones difíciles, resurgen de la bruma del tiempo los viejos nombres.
Es fascinante pensar que las ideas que tienen más de dos mil años todavía siguen vigentes. Y diría más: en un momento como el que estamos viviendo, con una tremenda crisis espiritual del ser humano, donde el corto plazo, la inestabilidad, lo efímero y la velocidad han apartado de nuestras vidas los referentes, ya no solo morales sino vitales, las ideas de Platón, la educación de Aristóteles, la verdadera amistad de Epicuro, la formación del carácter estoico, la superación del dolor del Buda, por nombrar algunas, se han hecho más necesarias que nunca.
Como dice Delia Steinberg Guzmán, directora internacional de Nueva Acrópolis, «en cuestión de convicciones, no interesa la originalidad, el tener una idea nueva nunca expresada hasta ahora, sino vivir con propiedad una idea que puede venir desde tiempos remotos y que, sin embargo, nos resulte útil y apropiada para elaborar todo un sistema de valores relacionados».
Radiografía de hoy
Economía y filosofía están muy relacionadas (no me cansaré nunca de insistir en que la economía es, ante todo, una ciencia social). Los sistemas económicos, en última instancia dependen de la filosofía que subyace en la sociedad, en la cultura filosófica de las personas que viven y trabajan en una economía.
La crisis económica que estamos viviendo ha sacado a flote la profunda crisis de valores de nuestra sociedad que se ha estado gestando durante décadas.
Nuestro tiempo se caracteriza por el cambio continuo, la búsqueda de la novedad, la rapidez; todo lo necesitamos para ayer. La velocidad que imprimimos a nuestras vidas nos hace vivir en la superficie de las cosas porque no tenemos tiempo de profundizar.
Nos hemos quedado con el tener y acumular, que es más rápido, y nos hemos olvidado de ser, que requiere más tiempo. Y esto, por desgracia, se ha convertido, ni más ni menos, en nuestra cultura filosófica, basada en el materialismo y el consumismo.
Por ejemplo, tenemos miles de «amigos» en Facebook, Twiter… pero ¿a cuántos de esos supuestos «amigos» conocemos de verdad?
Las relaciones con las personas también se han vuelto superficiales y, muchas veces, egoístas, por simple interés. Y nuestra sociedad se ha vuelto superficial, individualista y narcisista.
Leía una entrevista a Otto Kernberg, psiquiatra austríaco, creador de la terapia de la transferencia, hablando de los trastornos límite de la personalidad. Él dice que «los trastornos límite también los padecen las sociedades, y en el caso de la nuestra, esta vive obsesionada por la persecución de una fama sin mérito, que llena de frikis los platós y de narcisistas la política».
Se confunde la fama con el cariño y los fans con los amigos; y esto acaba desembocando en un absoluto y negro vacío.
«Viejas ideas» al rescate del ser humano
Existen muchos libros de cómo superar las crisis personales; algunos, muy interesantes y didácticos, con un lenguaje moderno y comprensible, que abren los ojos y ayudan a poner en práctica «viejas ideas», muy útiles para vivir el día a día con menos tensión y agobios y más «filosofía».
¡Sí, sí, «viejas ideas»! Quien gusta de la filosofía y el aficionado a leer las referencias bibliográficas o las anotaciones en los pies de página de los libros, se puede percatar de que estas ideas que hoy nos parecen fabulosas –¡grandes verdades!–, la humanidad lleva milenios olvidándolas y rescatándolas de nuevo. Y curiosamente siempre vuelven a aparecer en momentos sociales críticos.
Una psicóloga, especialista en psicoanálisis y psicología positiva, con mucha pena me comentaba que el psicoanálisis está un poco en desuso porque requiere tiempo y dinero, y actualmente la gente no tiene suficiente dinero para acudir durante meses al psicoanalista; pero necesita resolver rápidamente sus crisis personales para adaptarse a los cambios. Y en escena ha aparecido la psicología positiva, más rápida y resolutiva para las necesidades vigentes, basada en la resiliencia (¡gran «palabro»!), como diría el gran jugador y entrenador de fútbol Johan Cruyff.
Según el Instituto Español de Resiliencia, actualmente esta capacidad natural del ser humano podría ser la clave para salir airosos de la crisis económica y de otras crisis vitales.
¿Y qué es la resiliencia? Pues, nada más y nada menos que ¡entereza! La capacidad que uno posee de hacer frente a las adversidades, de forjarse un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles. Y para poder avanzar contra las corrientes y superarlas, necesitamos perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acción. Aquí podemos percibir a Platón y los estoicos Marco Aurelio, Epicteto y Séneca.
También se está popularizando el coaching. Al principio quizás estaba más enfocado a temas de liderazgo en empresas y motivación en el trabajo, pero poco a poco el coach se ha ido convirtiendo en un psicólogo filósofo.
Según algunas opiniones, el coaching «es un sistema práctico de ejercicios e higiene personal, individual y hecho a medida para ampliar el conocimiento y la buena gestión de los recursos (competencias, emociones…) de una persona». Además, el coach, entrenador personal que dirige el coaching, ha de tener elevados conocimientos de filosofía y psicología, a menudo complementados con otras disciplinas.
Cuando se dice higiene personal no se refiere a nivel físico, ducharse y lavarse los dientes cada día, sino a la formación del carácter a nivel mental y emocional; y la buena gestión de los recursos personales quiere decir que para ser un buen gestor de nuestros propios recursos debemos tener más o menos claro lo que oímos tanto en las grandes empresas: nuestro cuadro DAFO, es decir, nuestras debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades, para poder conocernos mejor.
¿Qué nos anunciaba el oráculo de Delfos hace más de dos mil años? «Conócete a ti mismo», una frase con la que llevamos batallando milenios, porque conocerse a uno mismo no es tarea fácil, no lo era en tiempos de Sócrates y ahora tampoco. Conocer tu cuadro DAFO y tenerlo claro, para saber qué debilidades debes trabajar para convertirlas en fortalezas y qué fortalezas cuidar para que no se vuelvan debilidades, puede ser la mejor defensa frente a tus amenazas y una fuente de oportunidades. Conocerse a uno mismo es la victoria más gloriosa que un ser humano puede lograr.
Todo lo que nos lleva hacia dentro, hacia la comprensión de uno mismo y del mundo que nos rodea, está impregnado de filosofía.
No deja de ser curioso que hoy, cuando las políticas de educación reniegan de las humanidades, estas son muy necesarias. No se imparten en la escuela y necesitamos psicólogos y coach, «con elevados conocimientos de filosofía», para que nos recuerden esos referentes imperecederos y atemporales, esas «viejas ideas» tan humanas que nos conectan con nosotros mismos para encontrar esa resiliencia que nos permite sobrevivir en esta sociedad líquida y efímera, sin referencias sólidas, porque ya no solo se trata de inquietud espiritual sino de necesidad vital.
Las enseñanzas de los grandes filósofos de la humanidad son el tesoro más grande que tenemos. Por eso en épocas de crisis siempre hay alguien que las rescata, les quita el polvo, las viste a la moda y las vuelve a ofrecer a la sociedad para que las aproveche.
Si, como nos dice Delia Steinberg Guzmán, «somos capaces de interiorizar esas ideas, hacerlas nuestras, probar aunque nos equivoquemos –de los errores también se aprende–, lograremos vivir unos pocos sentimientos grandes, unas pocas ideas claras y experimentaremos la seguridad de sabernos dueños de nosotros mismos».
La puesta en práctica de la filosofía es nuestra mejor herramienta para afrontar la vida con entereza, serenidad y entusiasmo, siendo actores de nuestra vida y no simples espectadores a merced de los acontecimientos e intereses del momento.
La filosofía, cuando es práctica, es formadora, nos ayuda a conocernos y mejorarnos. Ser filósofo es una forma de vida comprometida con las mejores aspiraciones de la humanidad.
Enlaces de interés
https://www.philosophyforlife.org/
Un artículo sumamente interesante en el cual podemos ver que la verdadera experiencia humana es una experiencia espiritual; lo material sirve a la realización de lo espiritual. Para mantener viva la conciencia espiritual es necesaria la reflexión filosófica.