Entrevistamos a Vicente Merlo Lillo, doctor en Filosofía, socio fundador de la Sociedad de Estudios Índicos y Orientales, así como de la Asociación Transpersonal Española. Fue miembro del Consejo Asesor del Parlamento de las Religiones del Mundo y coordinador del Máster en Historia de las Religiones de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado una decena de libros sobre espiritualidad, filosofía, reencarnación, nueva era, etc. Combina su actividad literaria con la docencia y la participación en foros y congresos donde expone estos temas con gran claridad para la comprensión de todos los públicos.
Como profesor en contacto con los jóvenes, ¿qué opinas de la juventud actual? ¿Qué te parece que quiten la Filosofía como asignatura troncal y cuáles serán las consecuencias?
En la juventud actual hay todo tipo de ambientes: desde los que van cayendo en adicciones, más o menos severas, sobre todo el alcohol y el cannabis, hasta los que muestran desde jóvenes una sensibilidad exquisita y un amor profundo a la ciencia, al arte o a las humanidades. La desaparición de la Filosofía como asignatura troncal muestra el éxito del pensamiento tecnocientífíco y facilitará la asunción acrítica de los y las órdenes sociales.
En tu libro Filosofía ¿qué es eso? (ed. Biblioteca Nueva, 2013), reúnes a filósofos orientales y occidentales. ¿Por qué?
Después de haber escrito varios libros sobre filosofía oriental, quise escribir una introducción a la filosofía occidental, pero cuando llevaba ya una primera parte, surgió con fuerza el impulso de dar cabida en ese libro a las sabidurías orientales. Y terminé contento de esa introducción tanto a Occidente y su «pasión filosófica» como a Oriente y su «serenidad yóguica».
Muchas veces se critica la filosofía de bachillerato porque estudiamos varios autores que se contradicen totalmente entre sí y queda una sensación de relativismo total. ¿Sería posible y positivo enseñar una filosofía perenne o atemporal que proporcione una especie de canon universal de sabiduría?
Es tarea que puede realizar el profesor que comparta dicha perspectiva; de otro modo, sería adoptar una postura determinada, con el riesgo de caer en un adoctrinamiento más. Lo importante es ayudar en el proceso de aprendizaje del alumno, estimulando un pensamiento reflexivo, crítico y creativo, ayudando no solo a «aprender filosofía», sino también y, sobre todo, a «aprender a filosofar». ¡Atrévete a pensar por ti mismo! ¡Atrévete a saber! –como presentó Kant el lema ilustrado–.
¿Cómo ves el mundo actual a nivel global, político, científico…? ¿Hacia dónde vamos, la humanidad del siglo XXI?
Solo unas palabras, una metáfora conocida. El mundo actual está padeciendo y gozando simultáneamente los dolores del parto, la intensificación de la tensión (política, social, financiera), pero también el gozo que supone vislumbrar la posibilidad de una nueva humanidad naciente. El llanto por el sufrimiento y la muerte injusta e insolidaria, por una parte, y el grito gozoso ante un nuevo día, un nuevo ser, capaz de transfigurar el mundo.
¿Cuál es el aporte del enfoque transpersonal al mundo actual?
La psicología transpersonal puede verse como una acentuación del diálogo Oriente-Occidente, como un acercamiento entre la ciencia y la espiritualidad, una síntesis de la psicología occidental y las sabidurías contemplativas orientales, el estudio integrador de lo prepersonal y lo transpersonal (casar Freud y Buda, en expresión de K. Wilber) y como la exigencia, por parte de los propios psicólogos de dicha orientación, de unir teoría y práctica, al intelectual con el místico, al científico con el contemplativo.
¿En qué medida es necesario pasar por lo terapéutico para llegar a una espiritualidad equilibrada?
En este campo no caben las recetas universales. La espiritualidad equilibrada es extraordinariamente necesaria, pues en muchas ocasiones la tendencia místico-espiritual tiende a descuidar lo psicológico, lo material, lo social. En ese sentido, un profundo trabajo terapéutico suele venir bien a muchos de los buscadores y siempre puede ser clarificador, purificador, y el descenso al sótano del subconsciente y su limpieza facilita luego el ascenso a los buscados espacios más sublimes y luminosos. Ahora bien, no puede ponerse como una conditio sine qua non, pues depende de las experiencias psicológicas y anímicas de esta vida y de las anteriores que el desarrollo espiritual dependa de un trabajo psicoterapéutico o pueda alzar el vuelo de manera integradora y equilibrada.
Este nuevo paradigma espiritual o social, ¿está avalado por las universidades o está «condenado» a realizarse fuera de todas las titulaciones universitarias?
Comienzan a existir másteres y cursos de postgrado sobre meditación, sobre espiritualidad transcultural, sobre religiones comparadas, sobre medicinas alternativas, en ocasiones enmascarados en títulos académicamente mejor vistos, que suponen una punta de lanza de los nuevos paradigmas en los espacios universitarios.
En tu libro La llamada de la Nueva Era (ed. Kairós, 2007) analizas las causas de este fenómeno. ¿Qué es la Nueva Era? ¿A qué nos llama?
La Nueva Era hace referencia al comienzo de un nuevo período en la historia de la humanidad; una fase de nuestro desarrollo evolutivo que implica el final de una serie de ciclos y el comienzo de otra vuelta en la espiral evolutiva, una especie de cambio de curso. Al hablar de una serie de ciclos, me refiero a la coincidencia del cambio de un ciclo astronómico y astrológico, como es el paso de la Era de Piscis a la Era de Acuario, con otros ciclos mayores (de 5125, de 13.000 o de 26.000 años).
La llegada de la Nueva Era invita a liquidar rápidamente el karma acumulado en el pasado (muchas veces no sin un considerable sufrimiento) y a introducirnos en una era de una mayor transparencia, iluminación y comprensión.
¿Por qué un doctor en Filosofía se interesa por este tema?
(Sonríe) Un doctor en Filosofía no es más que un ser humano que ha cursado unos estudios determinados y se ha fascinado por algunos de sus enfoques y sus horizontes. En mi caso, desde el comienzo de mis estudios universitarios en Valencia, la filosofía occidental fue acompañada por las primeras incursiones en las sabidurías orientales y también en lo que podemos llamar las enseñanzas esotéricas contemporáneas.
Agradecemos que alguien experto estudie y nos aclare un poco lo que se ve como una mezcla confusa de autores, maestros, tendencias, grupos… ¿cómo hacer para no confundirse y sacar algo bueno de todo eso?
Justamente, uno de los motivos que me llevó a escribir el libro fue el intento de poner orden y de clarificar con cierta discriminación el complejo mundo que fui descubriendo bajo la denominación de «nueva era», pues a menos que uno profundice un poco da la impresión de ser un totum revolutum, un sincretismo superficial, un supermercado espiritual. Y mi idea y mi vivencia no era esa. Estaba encontrando en ese mundo las respuestas que más llenaban mi corazón, tanto intelectual como experiencialmente.
¿Cuáles son los pilares que conforman este movimiento?
Al tratar de organizar un poco los distintos aspectos de este movimiento, fui viendo que podían distinguirse tres dimensiones importantes que constituían parte esencial de ese complejo movimiento. Y las denominé dimensión oriental, terapéutica y esotérica.
La primera incluye la importancia que la difusión de las sabidurías orientales ha tenido en la gestación de la Nueva Era, especialmente hinduismo y budismo.
La segunda hace referencia a las innumerables escuelas y técnicas psicológicas que fueron apareciendo a lo largo del siglo XX a partir del psicoanálisis, algunas de ellas más afines al espíritu de la Nueva Era, como la psicosíntesis de Assagioli, la psicología transpersonal, etc.
Y la tercera, a mi entender, el corazón secreto del movimiento Nueva Era, su impulso más íntimo y más significativo, que incluye nombres y movimientos precursores como Blavatsky y la teosofía, R. Steiner, A. Bailey y otros muchos.
¿Qué puede aportar lo oriental, la meditación, la introspección, ideas como reencarnación, karma, etc., a nuestra cultura occidental?
A nivel teórico, filosófico, ideas como la existencia de un proceso evolutivo a través de una multitud de vidas –la reencarnación o renacimiento– unido a la concepción de un orden cósmico-ético que acepta la existencia de una justicia universal que da sentido y permite comprender cuanto sucede, si bien hay que recordar que no son ideas nuevas ni solo orientales, sino que las hallamos también en las raíces de nuestra cultura occidental, en la Grecia antigua, en los órficos, los pitagóricos, en Platón, etc. Por otra parte, la meditación, en sus diferentes aspectos, constituye una aportación decisiva de Oriente a Occidente.
¿Qué es realmente el esoterismo?
El esoterismo es una visión del mundo que incluye una concepción de la realidad y del ser humano, así como una serie de experiencias y de prácticas que a lo largo de la historia, generalmente, han sido minoritarias, por tratarse de prácticas, experiencias y conocimientos en ocasiones delicados por sus consecuencias. De ahí que hayan permanecido «ocultos», reservados a unos cuantos «Iniciados» que habían dado suficiente muestra de su pureza de intención y su madurez interior. Así, frente al carácter «exóterico», abierto, público, accesible para todo el mundo, como suele ser en la filosofía dominante y en la ciencia, el esoterismo puede considerarse un conocimiento y una experiencia distintos de los hegemónicos en las distintas sociedades. Ahora bien, justamente una de las características de la Nueva Era sería el hacer público, el compartir, el ofrecer a la luz, algunos de los conocimientos y prácticas que antes eran esotéricos.
¿Crees que lo esotérico, en el buen sentido de la palabra, se puede vivir hoy en día, recorrer un sendero? ¿Cómo se vería esto en ámbitos académicos?
En general, los ámbitos académicos permanecen cerrados y críticos respecto a lo esotérico; sin embargo, la transformación está siendo (relativamente) muy rápida, y cosas que antes parecían impensables están aterrizando en muchas universidades. Pensemos en la meditación y el éxito del mindfulness –u otras meditaciones–; o en los estudios universitarios y científicos sobre las experiencias cercanas a la muerte (K. Ring, M. Sabom, P. van Lommel, etc.), o el estudio riguroso, como el de Ian Stevenson, de recuerdos de vidas anteriores, y tantos otros.
Al margen de su relación con lo académico, sin duda el camino esotérico se puede recorrer hoy, con sentido y con gozo, pues «cuando el discípulo está preparado, el Maestro aparece».
Muchas gracias, Vicente. ¿Cuáles son tus próximos libros y proyectos?
Todavía hace poco que apareció mi última obra, Sabiduría y gratitud. Es posible que aparezca dentro de un tiempo uno titulado, quizás, Espiritualidad trans-religiosa o Espiritualidad transcultural, donde, una vez más, Oriente, la psicología transpersonal, y en menor medida el esoterismo, vuelven a entrelazarse.
Un proyecto, este a medio plazo, es escribir una novela, género en el que no me he estrenado todavía, para poder expresar de otro modo y poder llegar a un público más amplio, transmitiendo esta visión del ser humano y de la realidad que hasta ahora he presentado generalmente en forma de ensayo o de monografía.
Gracias a vosotros por vuestra tarea y que vuestra revista se convierta en un punto de luz en la Red iluminadora.