El asno veía a diario que un perrito jugaba con su amo, le lamía las manos, ladraba y se ponía de pie sobre las patas traseras ganándose su afecto.
El asno pensó en los servicios que prestaba él cargando leña y moviendo el molino, sin entender por qué el amo prefería a un perrito vago, y decidió comportarse como él.
Salió de la cuadra rebuznando, dando cabriolas, poniéndose de pie e imitando en todo al perrito, y el amo, para apaciguarlo, lo molió a palos.
Fábula del Arcipreste de Hita