«Debo vencerme a mí mismo»,
–me escuché, sin más, decir–.
«Mas los grandes enemigos
no se irán lejos de ti.
No vendrá del exterior
lo que te haga decidido.
Nada más abrir los ojos,
la victoria te fue dada;
toma en tu mano la espada
para vencer al dragón.
En mitad de la batalla
surge evidente el valor
que a tus armas engalana:
libre, audaz, puro y valiente;
para la entrega, capaz,
para el amor, ¡diferente!
No será la cantidad
lo que enaltezca tu vida.
Busca siempre calidad.
¡Excelencia es la medida!».