Culturas — 1 de julio de 2016 at 20:26

Los jeroglíficos hititas: significados por desvelar

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En el Museo de las Civilizaciones de Ankara, en Turquía, se pueden contemplar los jeroglíficos o pictogramas de hititas y luvitas. Al igual que sucede con los egipcios, no sabemos qué magia imprimían a estos signos sagrados, pero para todos los pueblos que tuvieron Escuelas de Misterios, los símbolos eran muy importantes. Todavía no está desvelado su verdadero significado.

Para los enamorados de la historia, ir al Museo de las Civilizaciones en Ankara y visitar Hattusas, la capital del Imperio hitita, es una experiencia única.

El gran reformador de la Turquía moderna, el genial Ataturk (padre de los turcos, pues su verdadero nombre es Ghazi Mustafá Kemal), quiso ir a las raíces más profundas de esta tierra y de estas gentes y no detenerse en la tradición islámica, que ya en su época estaba degradada y cerrada a todo tipo de progreso, sino inspirarse en los grandes imperios que habían florecido en este país: los lidios, los carios y, más especialmente, los hititas. Quien visite el mausoleo de este héroe de la civilización se quedará sobrecogido con el parecido a la arquitectura hitita, pero aún más colosal. Cómo una persona fue capaz, a principios del siglo XX, de catalizar el alma de todos los turcos, elevar su moral, tan en ruinas como el Imperio otomano, y la devoción tan profunda que se le profesa aún hoy en estos tiempos de relativismo, escepticismo y de anticulto al héroe (o incluso, culto al antihéroe, o sea, al depravado y amoral) es digno de reflexión.

Bien, pero dejemos las reflexiones sociopolíticas y regresemos a los jeroglíficos del país de Hati. En el Museo de las Civilizaciones, en Ankara, o después, al visitar Hatussas, quedé muy impresionado por los jeroglíficos o pictogramas de estos pueblos: hititas y luvitas (el segundo ha sido llamado neohitita), y aunque ya me había encontrado con ellos en otros artículos, libros y aun documentales, verlos en directo es sobrecogedor. No sabemos, como hacían los egipcios, qué magia imprimían a estos signos sagrados, pues, por ejemplo, en sellos como el del rey Uri-Teshup, de Bogazköy, es en el interior del círculo donde están los jeroglíficos o ideogramas, y solo en anillos concéntricos la elegante escritura cuneiforme añade títulos y explicaciones. Como para todos los pueblos que tuvieron Escuelas de Misterios, los símbolos son mil veces más importantes que los signos. Un símbolo cristaliza una idea, viva y vibrante en el alma de un pueblo; un signo solo se refiere a ella, como el índice con que apuntamos al cielo. El signo alude, el símbolo corporiza. Difícil es que el alma no sienta una especie de agitación al encontrarse frente a los símbolos.

Es evidente que estos jeroglíficos no tienen la perfección de línea y factura de los egipcios, ni la belleza de su impecable naturalismo y trazado geométrico, pero sentimos en ellos lo sagrado: no es aquí en vano el esfuerzo del alma humana en petrificar conceptos y relaciones que nacen de lo invisible.

Según los estudiosos, este sistema pictográfico hitita se origina en la mitad del segundo milenio antes de Cristo, en el altiplano de la Anatolia, aunque también dicen que su origen es la lengua cretense, de la que habría derivado, y con la que comparte muchos de sus jeroglíficos.

Aparición de los hititas en la historia

jeroglificos hititas 2El pueblo hitita, místico y guerrero por excelencia (uno de sus dioses más importantes es el dios espada, esculpido en el santuario de Yasilikaya), habría llegado a estas tierras en torno al 2000 a.C., y en torno al siglo XVIII se habrían asentado en las riberas del río Halis. Entran por la puerta grande de la historia, con Muwatalli, en su guerra contra los egipcios, sobre todo en la famosa batalla de Kadesh, contra Ramsés II; batalla de incierto resultado (los dos dicen que fueron los vencedores) y que se abrió a una paz duradera y de fértil intercambio comercial, y aun dinástico y sagrado (es muy conocida la estatua sanadora y mágica del dios Khonsú que enviaron los egipcios para curar a la princesa de Bakhtán). Este acontecimiento, en torno al 1300 a.C., señala el auge del Imperio hitita, y cien años después, vemos ya su decadencia y ruina, comienzan los llamados siglos oscuros (el siglo XI y el X). En ellos hallamos los primeros asentamientos luvios, que heredarían en parte su cultura y pujanza, desde el siglo X hasta el 708 a.C., en que fueron absorbidos por Asiria, el nuevo poder dominante en esa época. Este periodo luvita es también llamado Imperio neohitita.

En su contacto con Mesopotamia, los hititas asimilaron el sistema de escritura cuneiforme, usando su propia lengua, claro está. Y, al mismo tiempo, la pictográfica o jeroglífica, con unos 300 signos que usaban como logogramas determinativos y como signos silábicos. Hallamos una versión escrita monumental y una cursiva, de más rápido trazado. En los tiempos de esplendor, los signos salen de la roca (son relieves); en los de menos, son inscritos en ella: lo mismo sucederá después con los luvitas. Estos últimos, tienen un sistema de más de 600 signos, con ideogramas, y también fonético con vocales, diptongos y sílabas, semejante, por tanto, al egipcio. Gran parte de los jeroglíficos hititas los encontramos entre los luvitas, y en estas notas de simbolismo, los estudiaremos indistintamente.

La escritura es en bustrofedón, es decir, como ara un buey, para un lado y para el otro, aunque a veces no se lee en una línea sino en grupos dentro de esta, como hace el egipcio y también el maya.

Analicemos algunos de estos jeroglíficos, guiados en el laberinto de los conocimientos por la antorcha de poderosa inteligencia de H.P. Blavatsky (1831-1991), en su inmortal Doctrina Secreta.

El primero que nos llama la atención es el de DIOS, que precede al nombre de sus númenes adorados, y cuyo diseño geométrico es la circunferencia con su diámetro vertical. H.P.B. explica que el diámetro vertical dentro del círculo es símbolo del primer impulso divino, del movimiento, quintaesencia de los dioses mismos, raíz o ley de todo fenómeno en la Naturaleza. Dice que cuando el diámetro está dentro del círculo, mantiene su condición divina intrínseca. Es, como Brahma, la semilla de cuanto existe, o como Atum en Egipto, el pilar que surge de las aguas primordiales de Nun, siendo Atum el ser de todas las cosas que serán.

Sin embargo, cuando está fuera de él (I O) es, en una clave, la década perfecta, el Número de Horus, la primera unidad propiamente creadora, y también la Luna y su influjo (la diosa griega IO), y como JOD hebreo (cuyo valor numérico es 10) puramente fálico.

Es un símbolo el diámetro vertical, en el círculo o fuera de él, que encontramos en los más antiguos petroglifos, y por toda la tierra, siendo lo recto y lo curvo los símbolos de la doble naturaleza, Padre-Madre, o espíritu-materia, que existe en todo. Los mismos hititas, como casi todos los pueblos, para representar el número 1 hacen un trazo vertical, y esto en sí tiene un profundo significado y no es fruto de la casualidad (hay cientos de cosas que se podrían hacer en vez de un trazo vertical, igual de fáciles y cómodas). Después, para expresar el Todo, los hititas diseñan una Puerta de un Templo, como si dijesen: «No te podemos decir lo que es, pero si atraviesas esta puerta, que entra en el misterio, lo podrás entender tú mismo». También los egipcios asociaban el concepto de sabiduría al de una puerta y una estrella.

Nada no existe

El concepto «vacío», «nada», lo construyen con el jeroglífico de Edificio y con el de Restar. La hitita es una perspectiva interesante, pues para ellos la nada no es un concepto absoluto, sino relativo; no es una nada absoluta, concepto ininteligible e imposible por tanto para la mente humana, sino una nada relativa. Retiramos lo que había y lo que queda es nada (respecto a lo que había). Retiramos piedra a piedra el edificio, piedra a piedra construido, y lo que queda es nada. No se pierde la forma mental que lo construyó, y ni siquiera los materiales, que están en otro lugar. Antes o después, cuando el universo se disuelva en el espacio puro, este volverá a ser nada, pero una nada relativa, de la que con el fuego del espíritu, nacerá un nuevo universo. Los filósofos antiguos, que eran muy prácticos, evitaban los conceptos absolutos, de los que tan fácilmente derivan paradojas e imposibilidades que a nada conducen.

Nos sorprende también que el jeroglífico con el significado de cruz sea como la nuestra, de brazos desiguales; la cruz, que es el desarrollo de un cubo y que representa al espíritu convertido en Naturaleza, crucificado en ella, la cual es como totalidad, o sea, sin oposiciones, un Cubo, la Piedra Cúbica de los alquimistas, el Todo en todo.

El jeroglífico de Camino es también sorprendente, y se asemeja a las figuras construidas por los boy scout en la búsqueda del tesoro. Es sencillamente genial, pues indica la idea de avance, de penetrar, de hacer converger los esfuerzos. No podemos diseñar el camino por la tierra que lo forma, pues lo que hace al camino es ser recorrido. Psicológicamente hablando, no hay camino sin caminante ni caminante sin camino: todo es camino cuando nos lleva a la verdad, nada lo es cuando nos hace caminar en círculos o perdernos.

El jeroglífico para Bondad o Bueno, es un triángulo equilátero, o sea, bello, perfecto, equilibrado, uno de los símbolos, en casi todas las culturas, para la divinidad, para el fuego espiritual. Como dice Platón, el Fuego está hecho de triángulos. Con un triángulo y dentro una cruz representan al Rey, aunque este triángulo es isósceles y debe de evocar las tiaras que llevan los gobernantes y sacerdotes. Otro triángulo, lleno e isósceles es Ciudad; dos, Región; y tres, Castro o Fortaleza; un rectángulo con dos no sabemos qué (¿pivotes, o columnas?), la Casa; y el signo Casa con el Menos, «Destrucción».

El concepto Vida es evocado con un jeroglífico muy semejante al Ankh egipcio, solo que en una de sus formas más primitivas, humanizado, con piernas. Tierra es un horizonte quebrado o una especie de camino con desviaciones en 90 grados, muy ajustadas al laberinto de la vida, a lo que los egipcios llamaban «ángulos de Apap», la serpiente de la materia primordial y de los eclipses.

El jeroglífico de Cielo parece un cuenco transparente con agua, y muy semejante en su forma al egipcio NEB, Señor.

El cayado, símbolo de poder civil y religioso en la Antigüedad, el de los «pastores de hombres», y luego convertido en báculo de sacerdote romano o de obispo cristiano, es representado del mismo modo que en el Neolítico. Este jeroglífico, CAYADO, junto a otro, una concavidad, la mitad inferior de una circunferencia, hacen el de OCCIDENTE, y no podemos olvidar que el dios-báculo por excelencia (el báculo llamado UAS), Anubis, es el Rey de Occidente, guía en las sombras hasta llegar a la Luz.

Hay otro muy enigmático. Parece la geometrización del doble hacha en la cima de una montaña, y del que se desconoce el significado, y el de MAL o MALO, que es semejante al inverso de MIL (el número mil), como si fuera una mano ocultando semillas que deben ser sembradas. Recordemos que para Platón, en sus Etimologías del Crátilo, el mal es la fuerza u obstrucción que impide el progreso, el libre curso de la evolución.

Los números

jeroglificos hititas 3Curiosos también los números: 4 son cuatro trazos verticales, como en Egipto, representando los cuatro pilares de la tierra (Geb); 5, tres trazos sobre dos, no al contrario (el triángulo, o fuego, sobre el agua, y no al revés, que es una aberración psicológica. Ver lo que dice al respecto el formidable libro Por las puertas de oro); 9 es dispuesto como tres grupos de tres (semejante a otro jeroglífico hitita misterioso, el TAN, que parece un juego geométrico con 9 casillas dispuestas de este modo e interligadas); pero en el número 8 no se hacen grupos, van todos los trazos en sucesión. El número 12 es una especie de rectángulo horizontal (o sea, el número hitita 10) sobre dos trazos verticales, formando una especie de puerta, que es, recordemos, el símbolo de Totalidad. Muy apropiado, pues los 12 signos del zodiaco eran la encarnación de todos los poderes creadores en la Naturaleza. La palabra Estela, siempre con un valor religioso o sagrado, es el jeroglífico Construcción o Piedra más Cincel; y el que indica Pastor (que insisto, debe ser «de hombres») es el mismo ideograma hindú llamado Lazo de Shiva o Pasha, y del que H.P.Blavatsky dice:

«De ahí que el lazo cruciforme, o pâsha, en manos de Shiva, (…) como emblema de “puerta, entrada, boca, lugar de salida”, significa “la puerta estrecha” que conduce al reino de los Cielos, mucho más que el “sitio de nacimiento” en sentido fisiológico. Es una Cruz en un Círculo y Cruz Ansata, verdaderamente; pero es una cruz sobre la cual tienen que ser sacrificadas todas las pasiones humanas, antes de que el Yogui pase por la “puerta estrecha”, el círculo estrecho que se convierte en uno infinito, tan pronto como el Hombre Interno ha pasado el umbral”.

El jeroglífico AURIGA no aparece sobre un Carro, tan importante en el aparato militar hitita, sino que se le representa con la mano sujetando las riendas, pues auriga solo es el que puede dominar el ímpetu de los caballos, no basta ir en pie subido sobre el Carro.

El jeroglífico TRUENO, asociado a uno de sus dioses principales, Teshup, es una especie de doble W, y morfológicamente casi igual a SEÑOR, una especie de tridente sin asa, o de letra Shin hebrea (más semejante aún la fenicia), la letra 21 y cuyo valor numérico es 300, y el significado, precisamente «afilado», «cortante». Mi imaginación, muy calenturienta a veces, no puede dejar de ver en este glifo el movimiento mismo del rayo, que dice nuestra ciencia que baja y sube varias veces del cielo a la tierra, como un diente de sierra, el mismo grafo de la letra Shin. El jeroglífico FUERZA es evidentemente una estilización del Trueno con dos líneas laterales de las que ni sé ni imagino el significado, aunque el RESPLANDOR del rayo es diseñado de modo semejante.

El jeroglífico de Mujer y Madre es un huevo, tal y como el de la Diosa Madre, la diosa Isis en Egipto, como Señora de la Vida, que emerge siempre desde lo invisible a lo visible.

Hay otro jeroglífico hitita que nos llama la atención, y al que aún no se le ha encontrado ningún significado. Es idéntico al egipcio, el Aa 13 de la Gramática de Gardiner, y que significa «lado», «costado», «costilla» (que es, de hecho, lo que representa la imagen), «contraparte», «mitad» y «amado(a)». Un jeroglífico muy curioso, pues da la llave del mito de creación de Adán y Eva. Eva es la contraparte, la mitad anímica, la amada y la costilla de Adán, y surge del costado del primer ser humano, en la versión bíblica.

El hitita y el luvita van poco a poco desvelando sus secretos, los aparentes y más superficiales, asociados a la interpretación literal de su lengua escrita cuneiforme y pictográfica. Pero, más allá de este primer velo, como en los jeroglíficos egipcios, ¡cuántos significados esperan!

One Comment

  1. GRACIAS POR ESTAS PUBLICACIONES. SON HERMOSAS Y AYUDAN MUCHO.

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