Ya es un hecho sabido que vivimos amenazados por el estrés, pues se encuentra entre las causas probables de muchas enfermedades. Hay personas que no actúan si no es bajo la presión de sentirse sometidas a una tensión especial, nada sana y se acostumbran a esa sensación un tanto angustiosa, como si el trabajo, las responsabilidades, estuvieran directamente relacionadas con esa sensación que llamamos estrés. Y esto es así de tal manera que esta tensión malsana se asume como una característica de nuestras sociedades desarrolladas.
Además del estrés y quizá relacionado, otro de los males de estos tiempos es la falta de concentración, causada por la misma dinámica de las tecnologías de la comunicación, que dispersan nuestras mentes.
A veces se olvida que los maestros filósofos de todos los tiempos se han preocupado por señalar las causas de estos desarreglos que devienen en infelicidad y dolor y han ofrecido sus propuestas en la forma de encarar y orientar la propia vida.
Por eso nos ha interesado en Esfinge esta relación entre lo antiguo y lo nuevo que vemos en la «moda» del mindfulness, que nos explica uno de nuestros entrevistados en este número, con el respaldo de su alta cualificación y experiencia investigadora. La aplicación de la conciencia del presente para la medicina es una práctica muy extendida por el mundo y viene demostrando su eficacia en multitud de campos.
Vive el presente (carpe diem) decían los clásicos. Esa recomendación sigue siendo válida, y su ejercicio muy conveniente, incorporándola a nuestra intensa (que no estresada) vida diaria, vistas las positivas consecuencias que produce. Estaremos más atentos y más tranquilos.