Me dijo María Zambrano en su libro Filosofía y poesía, que sólo en algunos mortales afortunados poesía y pensamiento han podido darse al mismo tiempo. Para ella el hombre se compone de dos mitades, el filósofo y el poeta, ambos insuficientes por sí solos.
Una sensación me ha acompañado dulcemente desde mi adolescencia, una emoción, acaso una creencia que suavizaba mi alma: siempre encontraría consuelo en alguna de mis amigas, quizás en ambas dos, pero siempre alguna de ellas tendría palabras de consuelo, ideas brillantes que darían con la solución o imperativas órdenes de mando que dirigirían mis pasos. Y así ha sido.
Ante esta afirmación algunos conocidos me preguntan, seguramente deseando también su compañía :
– ¿quiénes son semejantes amigas?
– ¿no las conocéis? – me asombro-,son la filosofía y la poesía.
Los recuerdos de este artículo pretenden ser una evocación sencilla y entrelazada de algunas de dichas palabras, ideas u órdenes que he recibido a lo largo de los pocos años que mi memoria atesora.
Me dijo María Zambrano en su libro Filosofía y poesía, que sólo en algunos mortales afortunados poesía y pensamiento han podido darse al mismo tiempo. Para ella el hombre se compone de dos mitades, el filósofo y el poeta, ambos insuficientes por si solos. En la poesía encontraba directamente al hombre concreto y en la filosofía al hombre universal en su querer ser.
Son dos anhelos en el hombre la filosofía y la poesía, la belleza y la inquietud por conocer. Dicen algunos pensadores respetados siempre que la filosofía nació del asombro, de la maravillosa visión del universo, de la increíble realidad que nos rodea, de las leyes que lo guían y de poder comprenderlas, del asombro ante la magia de la vida. Y yo me pregunté: ¿De dónde nació la poesía? ¿Acaso, como dijo Vicente Aleixandre, en el mundo antes de que existiese el hombre, había poesía?
Para Rubén Darío, la poesía es el arte que vence el espacio y el tiempo. Pero no era una poesía cualquiera, su poesía estaba repleta de filosofía porque afirmaba: “He meditado ante el problema de la existencia y he procurado ir hacia la más alta idealidad. He expresado lo expresable de mi alma y he querido penetrar en el alma de los demás y hundirme en la vasta alma universal… nada es extraño a mi yo. He cantado, en mis diferentes modos, el espectáculo multiforme de la naturaleza y su inmenso misterio. He celebrado el heroísmo, las épocas bellas de la historia, los poetas, los ensueños, las esperanzas. He impuesto al instrumento lírico mi voluntad del momento, siendo a mi vez órgano de los instantes, vario y variable, según la dirección que imprime el inexplicable Destino”
Entonces los poetas son también mortales afortunados por captar algo que por trascendernos es inmortal y nos hace rozar la eternidad y el misterio. Tantas veces me pregunté por el misterio, esta barrera definida y borrosa que limita lo que comprendo, el acicate de mis aventuras, esa ninfa dormida que todos llevamos en el alma, y que es terriblemente seductora, como poetizaba el filósofo Jorge Ángel Livraga: “cuando la ninfa despierta, toca con su varita mágica todo lo que nos rodea, tornándolo cristalino, haciéndonos amigos de las cosas y del mundo, pero no tolera que se la posponga a los intereses mundanos ni a la fatiga. Ella es esclava y dueña del verdadero filósofo, aquel que se amamanta directamente de los senos de la Esfinge, símbolo maravilloso de la vida”.
El filósofo bebe de la misma naturaleza, ésa es su fuente. La observa y la ama. Continuamente busca conocerla, aunque sea un misterio inapresable. El filósofo es el hombre que, aunque se quedase sin libros podría seguir leyendo y, aunque se quedase sin naturaleza alrededor, podría seguir soñando. Todo filósofo es un eterno buscador.
Continuamente danzan hermanadas filosofía y poesía. Es verdad que Platón enfrenta a la poesía profundamente con la ética en lo que se ha llamado “condenación de la poesía”, pero ¿condena verdaderamente la poesía? Yo veo en su crítica un rechazo a las mentiras adornadas con bellas palabras o sugerentes imágenes. Platón personalmente resuelve de forma triunfal el aparente conflicto: con una pluma repleta de belleza e ideología hace irrumpir el mito poético cuando la razón finaliza su función.
Y cuando busco un lazo común entre la filosofía y la poesía aparece el amor, el amor que une todas las cosas, el amor a la sabiduría, el amor a la vida. Nosotros mismos que soñamos, amamos y vivimos, nosotros cuando captamos la más bella idea, la apresamos como la red a la mariposa. Así, imitando los ritmos y cadencias de la naturaleza, expresando lo inexpresable, ordenándolo con adjetivos, metáforas, alegorías y contrastes, dándole, al fin, la bella forma del verso.
La poesía siempre ha estado unida a la música. Hace mucho tiempo los presocráticos entonaban sus cantos y poemas, Confucio cantaba a sus discípulos el elixir de sus reflexiones, y hoy son esos otros poetas-filósofos que llamamos cantautores que tañen las cuerdas de nuestra alma, reflexiones acerca de la vida, piezas que dibujan momentos fugaces, como éstos:
“Si encuentras a un vecino
que va con una carga,
ayúdale a aligerarla,
y no confundas el paraíso
con una casa en el medio del camino” Bob Dylan
“Cuando salgas para hacer el viaje hacia Ítaca
has de rezar para que el camino sea largo,
…
Más lejos, debéis ir más lejos
De los árboles caídos que ahora os aprisionan,
Y cuando los hayáis ganado
Tened presente, no os detengáis.
…
cuando creáis que llegáis, debéis saber encontrar nuevos senderos
….
Buen viaje a los guerreros
Si a su pueblo son fieles,
El velamen de su barco
Sea favorecido por el dios de los vientos
Y a pesar de su viejo combate
El amor llene su cuerpo generoso,
Que encuentren los caminos de los viejos anhelos,
Llenos de bienaventuranzas, llenos de cercanías”. Lluís Llach
“Como la muerte anda en secreto
Y no sabe que mañana…
Yo voy a hacer mi testamento
A repartir lo que me falta
Pues lo que tuve ya está hecho,
ya está abrigado, ya está en casa.
Yo voy a hacer mi testamento
para cerrar cuentas soñadas
Le debo una canción a la sonrisa,
a la sonrisa de manantial, esa que salta.
Le debo una canción a lo que supe,
a lo que supe y no pudo ser mas que silencio
Le debo una canción una que ocupe,
la cantidad de mordaz amor de un juramento….
Le debo una canción a las fronteras,
a las fronteras humanas, no las de misterio…
Le debo una canción a lo imposible,
a la mujer, a la estrella, al sueño que nos lanza.
Le debo una canción indescriptible
Como una vela inflamada en vientos de esperanza.” Silvio Rodríguez
Cierro este paseo con la razón poética de María Zambrano que nos hablaba sobre una filosofía que es encontrarse a sí mismo, llegar por fin, a poseerse. Llegar a alcanzarse atravesando el tiempo, corriendo con el pensamiento más que el tiempo mismo. El filósofo es el que no habiendo conseguido lo que Josué, detener el sol, sabiendo ya que el sol no se detiene, quiere adelantarse a su curso, y así, si no logra pararle, logra, al menos, lo que es decisivo, ir delante. Estar ya allí, cuando él llegue. Quiere el filósofo salirse de la corriente del tiempo, de la procesión de los seres. Y así, el filósofo parte despegándose en busca de su ser. El poeta sigue quieto esperando la donación. Y cuanto más tiempo pasa menos puede decidirse a partir. Y cuanto más se demora el regalo soñado, se vuelve hacia atrás. Parte, entonces, pero es hacia atrás: se deshace, se reintegra cuanto puede, a la niebla de donde saliera…”siempre buscando a Dios entre la niebla”.