Anza National Trail tiene nombre inglés, porque está en Norteamérica. Va de Nuevo Méjico a California. Pero Anza era español. Vasco. Y ese camino lo abrió él, en el siglo XVIII.
Gracias a las películas «de indios» estamos más que familiarizados con las batallas entre pieles rojas y colonos: los comanches atacan a los colonos, matan, mueren, llegan los soldados y los salvan. O no. Pero ninguna película nos ha contado que, antes, eso mismo lo protagonizaron los españoles. Es lo malo que tenemos: no conocemos a nuestros héroes.
Esta es la historia. La de un militar español que venció a comanches, navajos y apaches y fumó con ellos la pipa de la paz.
En el virreinato de Nueva España, que ocupa el norte de Méjico y el SO de Estados Unidos, gobierna Teodoro de Croix, siempre amenazado por las tribus indias. Estamos en 1776. Los indios atacan, matan, saquean y se ocultan. Conocen bien el terreno y no hay manera de dar con ellos. Croix se plantea abandonar el terreno, llevarse a los colonos, dejar los ranchos. Pero eso sería mengua para España y alegría para Francia e Inglaterra, que, como los nativos, esperan el momento para ocupar el territorio.
Entre los hombres de Croix hay un vasco, Juan Bautista de Anza, que ha conducido a unos 250 españoles, con sus ganados y pertrechos, a través de un territorio terriblemente hostil, entre Nuevo Méjico y California, hasta Monterrey. Esa ruta abierta entre sierras y desiertos es hoy la Anza National Historic Trail, que allí sí conservan su nombre. Después, Anza inicia la creación de lo que hoy es San Francisco.
No todas las tribus son hostiles. Los pueblo son amigos y aliados, integrados en las nuevas costumbres europeas. Pero apaches, navajos y comanches destruyen una misión tras otra, un asentamiento tras otro, y la gente está muy desanimada. Anza empieza a entrenar a todos los hombres, y llega el día en que les juzga dispuestos para el ataque.
Caminan de noche, sin luz alguna que los delate. Se van acercando al territorio del pueblo comanche. Localizan un pequeño grupo; los sorprenden y apresan y siguen adelante, cuando de nuevo cae la noche, hasta llegar al campamento comanche, donde lidera el belicoso jefe Green Corn, que muere en la durísima batalla, tras lo cual el resto de los indios se rinde a los españoles.
Que no siempre ha sido John Wayne…
Anza no quiere una guerra continua. Quiere paz para los colonos. Negocia con el resto de los jefes comanches, ofrece respetar ciertas fronteras, trueque de utillaje y alimentos. Colaboración, en suma. Los navajos, aliados de los comanches, les secundan.
Quedan los apaches, los más belicosos. Pero Anza cuenta ahora con el resto de las tribus. Y todas, españoles incluidos, atacan. Muchos para los apaches, que no desean ser aplastados. Bajan las lanzas, cuelgan los arcos. Y se firma, en un tipi, fumando la pipa de la paz, la de las terribles tribus pieles rojas y España. Se llamó la Paz Anza. La que llegó a la tierra de la frontera al norte de Nueva España.
La que hoy recorre el Anza National Trail.
De familia Vasca pero Español de Fronteras, Nueva España