Óscar Diego Bautista es doctor por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Es Investigador del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México. Su línea de investigación se centra en ética pública, buen gobierno y prevención y control de la corrupción. Es autor y coordinador de la Colección Cuadernos de Ética para los Servidores Públicos.
«Sería ventajoso que los gobernantes se escogieran en cada caso teniendo en cuenta su vida y su conducta» (Aristóteles, Política ).
Una de las características de algunas sociedades es la ausencia de mecanismos institucionales que definan el perfil ético de los aspirantes a ingresar al servicio público, vigilen la conducta ética de políticos y funcionarios y establezcan sanciones en las prácticas corruptas.
¿Por qué hay que dar importancia al perfil ético de los servidores públicos? Todo individuo que aspira a un cargo público debe conocer y poseer los valores de un servidor público. De esta manera, estamos seleccionando individuos que poseen el bien interno propio de todo servidor público: el servicio a la ciudadanía.
Administración pública
Los valores de la Administración pública y de la administración privada se distinguen por su objetivo. La Administración pública busca el bien general de la comunidad; la privada busca el bien particular, la ganancia o el dinero. Sus mecanismos de trabajo son distintos, así como la conducta y actitud de las personas que trabajan en cada ámbito.
Las antiguas civilizaciones, tanto en Oriente como en Occidente, señalan que todo individuo es social y debe servir a la comunidad. Ese interés por lo público contrasta con el interés personal. En India existe una máxima: «Quien no vive para servir no sirve para vivir».
En la Antigüedad se llamaba «idiotas»a quienes solo pensaban en ellos mismos. La raíz idio significa «ignorante» . La conducta individualista era mal vista, ya que el ciudadano poseía un sentido de pertenencia a su comunidad que le impulsaba a participar en lo público. La idea de trabajar por el interés general estaba enraizada en los que perseguían el buen gobierno.
«En ningún tipo de gobierno, aquel que gobierna, examina y dispone lo que a él le conviene, sino lo que conviene al Estado» (Platón, La República ).
El interés privado generalizado tiene sus orígenes en el siglo XVIII, con la Revolución Industrial, y a lo largo del siglo XIX con el capitalismo, el cual se consolidó como un sistema económico mundial. Dicho modelo económico tiene como fundamento ideológico el liberalismo, con valores como individualismo, egoísmo, codicia y avaricia. Bajo el enfoque de la ética son antivalores que, al expandirse, han generado lo que Max Weber denominó «espíritu del capitalismo».
«La mentalidad que aspira sistemática y profesionalmente al lucro por el lucro mismo, es una actitud, un habitus , una disposición psíquica del individuo que se manifiesta en sus pautas de comportamiento, en los criterios con los que organiza su vida» (Abellán).
El espíritu de capitalismo es el amor excesivo por el dinero, el cual, de ser un medio para la vida se convierte en el fin de la vida. En la sociedad capitalista, dicho espíritu impulsa a muchas personas a la corrupción. Capitalismo y corrupción afectan a todos los ámbitos de la sociedad.
La ideología neoliberal se ha expandido por todo el globo. En la década de los ochenta del siglo pasado los valores empresariales neoliberales llegaron al sector público. El objetivo de buscar el interés común fue reemplazado por la avaricia del interés privado. La mentalidad empresarial de hacer dinero fue llevada al seno de las instituciones públicas. Hoy tenemos servidores públicos y gobernantes que administran instituciones públicas cual si fueran centros comerciales.
La alteración de los objetivos y los procedimientos ha sido causa de que las prácticas corruptas se hallen en expansión en el seno de los Gobiernos y Administraciones públicas.
Al ser sustituido el espíritu público por el espíritu del capitalismo, lo que importa ya no es la sociedad y su beneficio, sino cómo enriquecerme desde el servicio público: con el aumento de sueldos, haciendo negocios con servicios antes gratuitos, llevando a cabo negocios con empresas desde el Gobierno, obteniendo una comisión por ello o a través del tráfico de influencias.
Son múltiples los ejemplos de presidentes, ministros o altos funcionarios que proceden del mundo empresarial. Una vez en el poder, se han dedicado a hacer negocios desde el cargo público. Tal situación ya había sido contemplada por los sabios de la Antigüedad y resuelta, según señala Aristóteles hace veinticuatro siglos en su Política :
«En Tebas hubo una ley por la que nadie que no se hubiera mantenido fuera del comercio durante los últimos diez años podía ser admitido a ocupar un cargo de gobierno» (Aristóteles, Política ).
Un servidor público con perfil de comerciante es propenso a la corrupción y, en consecuencia, daña al Estado. Por lo anterior, los servidores públicos deben tener claridad en cuanto a su función y su misión.
Tomas de Aquino: «Quien se encuentra sometido a la pasión de la codicia roba los bienes de los súbditos» ( La monarquía ).
Confucio: «Cuando los gobernantes buscan nada más que el incremento de su fortuna personal, se verán acompañados de gentes perversas, las cuales se disfrazarán de ministros justos, y el reino estará dirigido por hombres depravados» ( Los cuatro grandes libros ).
Cicerón: «No hay vicio más repugnante que la avaricia, sobre todo en la gente principal y en los que gobiernan la República. Desempeñar un cargo público para enriquecerse es no solamente vergonzoso, sino también impío contra la patria» ( Sobre los deberes ).
Los guardianes del Estado
Desde su origen, la ética se constituyó como el filtro para impedir que individuos que anhelan el poder o ambicionan riquezas sin poseer valores, lleguen al poder público. Cuanto más ignorantes sean los servidores públicos en materia de valores y principios, mayor es la corrupción.
La preocupación de establecer un perfil en los gobernantes está presente desde las antiguas civilizaciones. Por ello se crearon códigos éticos en los que se establecían los valores a poseer por los gobernantes. Para que estos valores se interiorizaran, existían preceptores, maestros y pedagogos que educaban y enseñaban valores para el arte de gobernar.
En la cultura griega antigua, eran los filósofos algunos de los encargados de generar conciencia en valores. Existían preceptos que debían acompañar toda conducta; los más famosos son los inscritos en el templo de Apolo en Delfos. Se trata de 147 máximas, atribuidas a los siete sabios de la Antigüedad: Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene, Solón de Atenas, Bías de Priene, Cleóbulo de Lindos, Periandro de Corinto y Quilón de Esparta. Algunos de estos preceptos son:
Obedece a las leyes.
Domina tu carácter.
Busca la sabiduría.
Ensalza la virtud.
Actúa de modo justo.
Ejercita la nobleza.
Aléjate del mal.
No mates.
Haz uso del arte.
No envidies a nadie.
Aborrece la calumnia.
Honra a los buenos.
Odia la discordia.
Renuncia a la violencia.
Arrepiéntete cuando te equivoques.
No alardees de tu fuerza.
Aborrece el mal.
Distánciate de la riqueza.
No seas dominado por la arrogancia.
Fuente: Los preceptos de Delfos o una filosofía de vida .
Platón sentencia: «Una vida sin virtud no merece ser vivida». Al respecto añadió:
«El mayor bien del hombre consiste en hablar día tras día acerca de la virtud y acerca de las restantes cuestiones con relación a las cuales me oís discurrir y examinarme a mí mismo y a los demás, y en cambio, una vida sin tal género de examen no merece ser vivida» ( Platón, Apología de Sócrates).
La educación de los servidores públicos en valores era considerada clave. De ello dependía que fueran o no corruptos.
«No debemos permitir que los varones que educamos sean sobornables o apegados a las riquezas» (Platón, La República). Platón argumentaba que un Estado debe contar con guardianes para su conservación, bien formados en ética, que deberían poseer una convicción sobre su misión.
Para Platón, no cualquier persona servía para guardián del Estado.
«Necesitamos buscar los mejores guardianes con la convicción que les es inherente, y según la cual, lo que se debe hacer siempre es lo que piensan que es lo mejor para el Estado» (Platón, La República) .
Platón concluye diciendo que a estos guardianes del Estado hay que someterlos a pruebas para ver si son capaces de asumir una responsabilidad de Estado.
«Y a aquel que, sometido a prueba tanto de niño como de adolescente y hombre maduro, sale airoso, hay que erigirlo en gobernante y guardián del Estado, y colmarlo de honores en vida; y, una vez muerto, conferirle la gloria más grande en funerales y otros ritos recordatorios. Al que no salga airoso de tales pruebas, en cambio, hay que rechazarlo (Platón, La República ) .
Finalmente, el filósofo aporta la idea de vigilar la conducta de los guardianes del Estado o servidores públicos, pues estos pueden caer en tentaciones y hacer lo contrario para lo que se les formó.
«La cosa más vergonzosa y terrible de todas para un pastor sería alimentar a perros guardianes de rebaños que, por obra del desenfreno, del hambre o de malos hábitos, atacaran y dañaran a las ovejas y se asemejaran a lobos en lugar de perros» (Platón, La República).
Cualidades básicas del servidor público
Aristóteles señaló que la ética es parte de la política, y que ambas disciplinas avanzan hacia los mismos objetivos: justicia, libertad, virtud y felicidad ciudadana. Explica que la ética es el filtro que impide que cualquier individuo sin valores llegue a la política. Dar poder a una persona sin valores éticos es una irresponsabilidad; quienes aspiran al servicio público deben ser virtuosos y buenos. También añade que deben poseer capacidad y no actuar improvisadamente y sin experiencia, por lo que propone hacer una selección conforme al mérito.
Aristóteles advierte sobre el riesgo de gobernar de aquellas personas que, sin experiencia, mérito moral o virtud, logran infiltrarse y llegar a los cargos públicos. El resultado, en consecuencia, será un mal gobierno.
Cuando un Estado no pone la atención debida a los perfiles de sus servidores públicos, tarde o temprano tendrá que afrontar las consecuencias de su negligencia.
A quien aspira al servicio público, ya sea como político parlamentario, funcionario o juez, quizá sea necesario preguntarle por qué aspira a la política. ¿Quiere servir a su comunidad o servirse de ella? ¿Para lograr el bien común o su bien particular? ¿Porque desea ser altruista o porque anhela el poder: prestigio, regalos, autoridad, adulación?
En las democracias contemporáneas ocupan cargos públicos personajes de diferente índole: deportistas, humoristas, líderes religiosos, cantantes, modelos, empresarios, estrellas de cine, etc. En la mayoría de los casos, son politicastros que usurpan el cargo público haciendo un uso indebido de este.
Frente a este panorama, algunas cosas se pueden hacer: retomar las enseñanzas básicas de la teoría política; avanzar hacia la profesionalización de los servidores públicos; establecer códigos de ética y conducta; fortalecer los valores de servicio público; establecer perfiles para los aspirantes; establecer filtros para depurar a quienes no cumplan el perfil; formar en una cultura ética-política a todos los candidatos; vigilar la conducta de los representantes públicos (durante y después de dejar el cargo).
En el caso de aquellos que participan en procesos electorales, es conveniente: incorporar el perfil ético al marco legal y normativo; establecer mecanismos para garantizar el filtro ético y depurar a quienes no cumplen el perfil; obligar a todo candidato a que reciba una formación en ética y política; establecer un área especializada en ética pública para los procesos electorales; implementar mecanismos para garantizar una contienda limpia; regular y sancionar a aquellos organismos intrusos que afecten los procesos electorales.
Mediante un perfil ético adecuado, es posible revitalizar el bien interno del servidor público y rescatar su dignidad. Esto brindaría la posibilidad de descartar a aquellos aspirantes que solo ambicionan estar en el poder.
De seguir omitiendo el perfil ético en los Gobiernos y Administraciones públicas, seguiremos dando cobijo a los codiciosos y avaros. En consecuencia, las prácticas corruptas seguirán en ascenso y, con ello, la transformación de las instituciones democráticas en oligárquicas. De continuar este proceso, avanzamos a la desintegración de las estructuras estatales, al gobierno de las corporaciones, al reino de las empresas privadas sometiendo a los Estados.
«En el plano de las relaciones políticas entre los hombres, (…) se debe ser hombre de mérito moral. Y mérito moral significa estar en posesión de las virtudes (Aristóteles, Gran ética ).
Excelente Maestro¡ lo analizare con mis estudiantes, gracias por su aporte.
Excelente artículo del Doctor Óscar Diego Bautista. En Chile es interesante leerlo también, desde el prisma de la educación particular subvencionada, en que muchos sostenedores de colegios sólo aspiran al lucro personal sin importarles la «calidad de la educación» que se imparte en sus centros educacionales.
Interesante, excepto el sesgo que dan al tema del «neoliberalismo», como si procurar la mejora y el mejor uso de los recursos fuera malo. La ética no es solo la camisa de fuerza de los «neoliberales» sino de todos los funcionarios que son guardianes de la cosa pública. De todos modos modos en los países socialistas hay menos eficiencia en el uso de recursos, muchos se dilapidan para contentar a los uniformados, y ni que hablar de la corrupción al no existir, el sano balance de poderes.