No cabe duda de que José Mujica, que se asoma a este número de Esfinge, es un gran referente moral en nuestro tiempo, por lo cual nos sentimos orgullosos de poder ofrecer sus lúcidas respuestas a las preguntas de nuestro colaborador Pedro Enríquez. Muchas son las razones para considerarlo un referente muy importante, alguien a quien admirar y a quien imitar, por su sabiduría, que comparte tan generosamente con quienes a él se acercan. Precisamente en estos meses se ha estrenado una película sobre sus doce años de encierro en prisión, sin libros para leer y la mayor parte sumidos en la oscuridad total.
Pero lo más interesante es lo que ha destilado Mujica de aquella situación tan dura, sus reflexiones sobre la vida, su ejemplo de austeridad y sencillez, su ejercicio del poder como servicio a sus conciudadanos, con total desprendimiento para con las contrapartidas cómodas o gratificantes que compensan los sinsabores de la política. Demostró con hechos que era posible una manera de gobernar basándose en principios morales y teniendo en cuenta lo que une más que lo que separa.
Cada una de sus intervenciones, de sus entrevistas, de sus discursos, cuando era presidente de su país, Uruguay, o ahora, ya retirado de la vida política, son llamadas de atención sobre la manera en que nuestras sociedades se alejan cada vez más de aquellas prácticas que ayudaban a encontrar sentido a la vida, y las sustituyen por la quimera de querer tener cada vez más cosas, olvidándose de la educación y de la cultura, en una carrera alocada que no lleva a ninguna parte.