Si hacemos un repaso de los filósofos más conocidos, recordaremos fácilmente a Platón, Aristóteles, Sócrates, Descartes… Hay, sin embargo, un nombre habitualmente olvidado, a pesar de que su importancia en el mundo moderno aumenta día a día, aunque frecuentemente incomprendido por aquellos mismos que se reconocen como sus seguidores o que han sido influenciados por su pensamiento.
«No se cómo enseñar filosofía sin ser un perturbador de la paz».
Este es el caso de Spinoza, de quienes sus críticos opinaron sobre sus libros diciendo que eran «libros sin Dios» que debían ser prohibidos en todas partes del mundo, que «deberían ser enterrados para siempre en el olvido», que «estaban llenos de abominaciones», que «toda persona razonable debe encontrarlos aborrecibles», y que habían sido «compuestos en el infierno y escritos por el mismo diablo».
Sin embargo, el mismo Goethe dijo de Spinoza: «La mente que tan decisivamente operó sobre mí y ejerció una influencia tan grande en toda mi forma de pensar fue Spinoza. Después de haber buscado en vano por el mundo un medio de cultivar mi extraña naturaleza, vine a hallar por fin la ética de este hombre. Encontré allí un sedante para mis pasiones; pareció abrir ante mí un panorama amplio y libre, por encima del mundo material y mortal».
Sus orígenes
Benedicto (Baruch) Spinoza nació en Ámsterdam en 1632, fue un filósofo de origen sefardí portugués. Su familia, huyendo de las persecuciones, se estableció allí y se hicieron comerciantes. Originalmente procedían de España, de la ciudad de Espinosa de los Monteros (Burgos); aunque judíos conversos, a su llegada a Ámsterdam volvieron a su fe original.
Los Países Bajos, en aquella época, recibían barcos procedentes de muchas partes del mundo; la floreciente actividad económica y el intercambio constante hizo que muchas familias de distinta procedencia se afincaran allí, dentro de un ambiente de relativa tolerancia.
A pesar de que el joven Spinoza se educó dentro de la ortodoxia de la fe judía, bajo las enseñanzas del rabino Saúl Levi Morteira, pronto mostró una inteligencia perspicaz y una tendencia hacia las observaciones no siempre aceptadas por la ortodoxia. A la edad de veinte años comenzó a estudiar a los clásicos y a aprender latín con Francisco Van den Enden, famoso erudito, librepensador y de ideas democráticas radicales. Van Enden introdujo a Spinoza en las doctrinas racionalistas de Descartes. También estuvo en contacto con sectas cristianas, como la de los colegiantes y menonistas, con tendencias racionalistas. Muchos de los pensadores y cristianos reformados con los que mantuvo relaciones rechazaban la autoridad de las Iglesias establecidas, así como los dogmas tradicionales.
Tras un largo proceso de interiorización, sus opiniones le llevaron a enfrentarse con la comunidad judía ortodoxa, hasta el punto de ser finalmente expulsado de la misma con un edicto de expulsión, un «herem».
A pesar de ello, tras dejar su casa y el pequeño comercio familiar en manos de sus hermanos, emprendió el camino para establecerse como pulidor de lentes, trabajo que, aun siendo humilde, le permitió concentrarse en su actividad filosófica sin dependencias.
«La experiencia me enseñó que cuanto ocurre frecuentemente en la vida ordinaria es vano y fútil; veía que todo lo que para mí era causa u objeto de temor no contenía en sí nada bueno ni malo, fuera del efecto que excitaba mi alma: resolví finalmente investigar si no habría algo que fuera un bien verdadero, posible de alcanzar y el único capaz de afectar el alma una vez rechazadas todas las demás cosas; un bien cuyo descubrimiento y posesión tuvieran por resultado una eternidad de goce continuo…» ( Tratado de la reforma del entendimiento).
Resultado de su labor fueron sus obras más importantes, elTratado de la reforma del entendimiento humano, elTratado teológico y político y la Ética demostrada según el orden geométrico. Alrededor de Spinoza se generó un grupo de fieles seguidores, quienes se encargaron de difundir sus ideas y de discutirlas en pequeños grupos. Sus libros fueron publicados sin nombre o bajo otro distinto para escapar de las persecuciones. Alguno de ellos no fue hecho público hasta después de su muerte.
En el Tratado teológico-político, por primera vez, la Biblia es sometida a un estudio crítico, tomando como punto de partida el análisis histórico. Buen conocedor de la lengua hebrea, sobre la que escribió un tratado, disecciona paso a paso el libro para dejar clara una serie de ideas fundamentales:
– Teología y filosofía deben ser separadas. El fin de la teología es la obediencia, mientras que el de la filosofía es el entendimiento de la verdad racional.
– Oposición al poder militante y la intolerancia del clero, quienes utilizan la fuerza contra los disidentes.
– Dios actúa siguiendo sus propias leyes naturales. No caben, por tanto, fenómenos como el de la profecía, los milagros y los hechos sobrenaturales, que son en su mayoría el resultado de la imaginación y de la superstición.
– Dios y naturaleza son la misma cosa.
– Por ello mismo, niega que Dios intervenga en los asuntos humanos, ni que sea providencial.
– Niega la inmortalidad del alma entendida solo como pensamiento racional.
En La ética demostrada según el orden geométrico, obra que no fue publicada hasta su muerte, sigue el método cartesiano, aunque niega y enmienda algunas de las ideas de Descartes. Es un tratado complejo y difícil de leer, pero riguroso, exacto, que comienza definiendo a Dios, luego el mundo y luego el alma humana y sus pasiones, pero todo ello con un estilo «matemático». En él se mantiene la principal idea, la identidad de Dios y la naturaleza, bajo el lema de «Deus Sive Natura» (Dios o la naturaleza). Su pensamiento ha influenciado a muchos filósofos posteriores, ha sido calificado de panteísta y de ateo.
La alegría y la tristeza
Para Spinoza hay ideas, pensamientos, lugares, personas, recuerdos, etc., que nos producen tristeza o alegría, entendiendo por tristeza un estado de baja energía, de desestructuración, de miedo, de apocamiento y, por alegría, un estado de exaltación, de energía aumentada, de vitalidad.
De esta forma, el simple recuerdo de algo puede llenarnos de optimismo y energía, mientras que otros recuerdos nos ensombrecen, nos enferman, limitan nuestra fuerza vital. La visión de una persona, o de una cosa, o de una situación también nos puede provocar esa sensación. Este fenómeno, de todos bien conocido, puede ser transitorio o perdurable. Así, los diversos tipos de experiencias, pensamientos, situaciones, etc., pueden producir:
1. Una alegría transitoria, que luego genera tristeza, como ocurre en muchos de los placeres sensuales.
2. Una alegría más intensa y perdurable, pero que requiere más de lo mismo y si no se satisface genera tristeza, como por ejemplo la ambición.
3. La comprensión directa de la realidad, la evidencia, la comunión con la divinidad o el universo en su totalidad, es lo único que permite encontrar una alegría estable.
Para Spinoza, esta última vivencia de la realidad de Dios y la naturaleza es una especie de estado de gracia e iluminación que se debe buscar y hacer crecer. Hay que aumentar el número de experiencias de alegría, hasta que nuestra conciencia puede ubicarse ahí de manera permanente. Y además, dice Spinoza, hay que hacer que otros participen de ella. Dicho en otras palabras, es un ejercicio de elevación de la conciencia.
«El amor hacia una cosa eterna e infinita alimenta el alma con una alegría pura y exenta de toda tristeza; bien grandemente deseable y que merece ser buscado con todas nuestras fuerzas».
Pero a los tiranos, a los poderosos del mundo, a los sacerdotes, no les interesa esto, y por esta razón intentan crear la tristeza mediante sus compulsiones, sus órdenes, sus dogmas, etc. La tristeza, para Spinoza, es precisamente el medio de manipular y dominar. Por ejemplo, haciendo que otros se sientan culpables. La culpabilidad es un sentimiento triste, no tiene objetivo y disminuye las energías. Es además repetitivo, circular, está en la raíz de los fenómenos depresivos y obsesivos. Nuestras decisiones, al no ser libres y estar muy condicionadas, no deberían generar sentimientos de culpabilidad. ¿Quién no ha cometido un error? ¿Y quién no se ha visto impulsado a ello por factores e influencias de los que él mismo no era consciente? Como sentimiento es innecesario, aunque como razón puede servir para juzgar aquello de lo que somos responsables y que tenemos que resolver (o sea, responsabilidad y redención).
La divinidad
Para Spinoza, Dios es la Única Esencia y Existencia, es uno con la naturaleza, entendida como totalidad y unidad. No se trata, pues, de la totalidad de lo que uno puede percibir. Eso sería una clase de panteísmo que haría que Dios estuviese presente y fuese, en cierta manera, todos los objetos que percibimos. Se trata de la totalidad que es Causa de la Naturaleza. Porque la naturaleza manifiesta es ilusoria, y lo que Spinoza dice es que Dios es la «Sustancia» de todo lo que existe, o sea, lo que subyace, la Causa de todo, o la Causa Sin Causa. Quizá por eso Einstein llegó a decir: «Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos».
Para Spinoza las ceremonias y rituales son, en su mayoría, ataduras, supersticiones, cuyo único fin, cuando es algo correcto y virtuoso, sería el de recordar a la flaca memoria del hombre su conexión con el universo y consigo mismo y armonizarse con el todo. Dios no puede ser afectado por las súplicas del hombre, no puede ser influenciado por las peticiones humanas. En el mismo sentido, el amor del hombre por Dios surge de la percepción de su infinitud, de la identificación con todo ello. El bien es seguir las leyes naturales. El ejercicio de la bondad hacia los demás no puede hacerse por mérito, sino porque el propio gesto de ayuda es al mismo tiempo solidaridad hacia los demás, ampliación de nuestra conciencia y rotura de nuestras barreras personales. La práctica virtuosa sería el ejercicio consciente de nuestra voluntad en dirección a las leyes naturales, en el dominio de las pasiones y del sentimiento de individualidad separada.
Spinoza y la reencarnación
(Carta de Leibniz donde hace un sumario de las ideas fundamentales de Spinoza):
«El señor Tschimhaus me dijo muchas cosas acerca del libro escrito por Spinoza. Hay un comerciante en Ámsterdam, creo que llamado Jarig Jelles, quien apoya a Spinoza. El libro de Spinoza tratará sobre Dios, la mente, la felicidad o la idea del hombre perfecto, la restauración de la mente y del cuerpo. Afirma por demostración un número de cosas acerca de Dios. Que solo Él es libre. Piensa que la libertad existe cuando la acción o determinación no se origina por un impacto externo, sino solo por la propia naturaleza del actor. En este sentido, justamente adscribe la libertad solo a Dios.
Según él, la mente, en cierta manera, es parte de Dios. Piensa que hay sentido en todas las cosas según el grado de su existencia. Dios es definido por él como un Ser absolutamente infinito, que contiene todas las perfecciones, por ejemplo, las afirmaciones o realidades de todo lo que puede ser concebido. De la misma manera, solo Dios sería Substancia o un Ser que existe por sí mismo; todas las criaturas no son más que modos. El hombre es libre en tanto que no esté determinado por cosas externas. Pero dado que este nunca es el caso, el hombre no es libre en absoluto, a pesar de que él participa más en la libertad que los cuerpos.
La mente no sería nada más que la idea del cuerpo. Piensa que la unidad de los cuerpos es causada por una especie de presión. La mayor parte de las filosofías comienzan con las criaturas, Descartes comenzó con la mente, y él comienza con Dios. La extensión no implica divisibilidad tal como indebidamente fue supuesto por Descartes; a pesar de que se suponía haber visto esto claramente, cayó en el error de que la mente actúa sobre el cuerpo y no es accionada por el cuerpo.
Piensa que olvidamos la mayor parte de las cosas cuando morimos y que retenemos solo las cosas que conocemos con una especie de conocimiento que él llama intuitivo, del cual muy pocos son conscientes. Porque el conocimiento es bien de tipo sensual, o imaginativo, o bien intuitivo. Él cree en una especie de trasmigración pitagórica, es decir, que la mente va de cuerpo en cuerpo. Dice que Cristo es el mejor filósofo. Piensa que además de pensamiento y extensión hay un número infinito de otros atributos positivos, pero que en todos ellos hay pensamiento como aquí lo es en la extensión. Cómo están constituidos no puede ser concebido por nosotros, pero cada uno es infinito como el espacio lo es aquí».
Aquel pequeño judío, sencillo y honesto, suave y humilde en sus maneras, y al que ni sus enemigos más acérrimos pudieron criticar ni encontrar falta alguna, es un ejemplo de valentía, de vida, de sencillez, que ha dado lugar e impulso a muchas de las filosofías que ayudaron en la gran época del Iluminismo a derribar las murallas de la tiranía eclesiástica y civil.
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