Lo más probable es que, cuando llegue a nuestros lectores esta nueva entrega de Esfinge, aún sigamos cumpliendo las medidas extraordinarias previstas por las autoridades para reducir los efectos malignos de la pandemia que está afectando a todo el mundo, como un fenómeno global para una sociedad global. Se ha repetido mucho estas semanas de confinamiento que nadie pudo imaginar que iba a suceder algo así, lo cual nos ha hecho acordarnos de otras plagas que en su momento hicieron girar a los goznes de la historia, como sucedió con la letal pandemia que tuvo lugar precisamente hace un siglo.
Este encuentro con lo inesperado nos ha dejado a la mayoría estupefactos y sin recursos para reaccionar de manera racional y apropiada. Nosotros, que pagamos seguros para cualquier cosa, para cubrir nuestros riesgos más nimios, tenemos que aceptar que el enemigo invisible, que está golpeando duramente a miles de personas, puede acabar con nuestro modo de vida, al cual nos encontramos aferrados tan estrechamente que no somos capaces de imaginar otro distinto, por más que las películas o las series nos muestren cómo pudieron ser las cosas en otros momentos del pasado.
Entre todas las opciones, nos parece la más adecuada buscar en la profundidad, yendo más allá de las apariencias, de los rumores, del ruido de las opiniones. Y buscar la verdad y el sentido de la vida, escuchando a los que lo consiguieron. Como han hecho nuestros colaboradores, que nos ofrecen una variedad de enfoques y de perspectivas. La ética, la ciencia, el conocimiento en suma, vienen en nuestra ayuda para ofrecernos alimento para que nuestras reflexiones sean serenas y constructivas.
La pandemia está causando una crisis civilatoria que afectará en gran medida nuestra futura forma de vida cotidiana y, espero, de los grandes poderes fácticos.