España tiene el récord de ser el país del mundo con mayores emisiones de dióxido de carbono por habitante durante el año 2007.
El cumplimiento del protocolo de Kyoto respecto a las emisiones de gases invernadero ha tenido este año un triste revés. EL año 2006 nos trajo la esperanza de una reducción de las emisiones de CO2 en un 4,1% respecto a 2005. Suponía el mejor resultado desde 1990. A pesar de ello, España estaba todavía lejos de cumplir con los requisitos de Kyoto, que entraron ya en vigor.
El Gobierno español se comprometió, dentro de la Unión Europea, y de acuerdo con el protocolo de Kyoto, a limitar en el período 2008-2012 el aumento de sus emisiones de gases de invernadero respecto a 1990 a un 15% (que incluyen los seis gases de efecto invernadero regulados en el Protocolo de Kyoto y contabilizados en su conversión a CO2 equivalente).
Hay que resaltar que la evolución de las emisiones de gases de invernadero es el mejor indicador del compromiso de un gobierno con el medio ambiente. Los seis gases que deben medirse son:
Emisiones de dióxido de carbono (CO2)
Representan entre el 70 y 80% de las emisiones brutas de gases de invernadero en España, sin incluir los sumideros. El sector energético es el responsable de alrededor del 90% del total de las emisiones, y dentro de éste el transporte emite alrededor del 30% del total de las emisiones de CO2. La producción de cemento puede ocasionar alrededor del 5% de las emisiones totales. Las restantes corresponden a la incineración de residuos, industria química, etc.
Emisiones de metano (CH4)
El metano representa alrededor del 10% de las emisiones brutas de los seis gases de invernadero, en dióxido de carbono equivalente sin incluir los sumideros. Para tener unas proporciones adjuntamos datos del 2001: la fermentación entérica ocasionó el 36,7 %, la gestión del estiércol el 20,44%, los vertederos el 26,3%, la minería del carbón el 3,1%, el petróleo y el gas natural el 1,5%, y las aguas residuales el 5,8%. Los cultivos de arroz sólo emitieron 0,8%, cifra semejante a las incineradoras de residuos.
Emisiones de óxido nitroso (N2O) en España
Representan alrededor del 8% de las emisiones de gases de invernadero en España. Las mayores emisiones se deben a los fertilizantes aplicados a los suelos agrícolas, sector energético, la industria química, la gestión del estiércol, y las aguas residuales.
Emisiones de compuestos hidrofluorocarbonados (HFC)
Los HFC han sustituido a los CFC que destruyen la capa de ozono, y se emplean fundamentalmente en equipos de refrigeración y aire acondicionado, extintores de incendios y aerosoles. Los HFC no dañan la capa de ozono, pero son potentes gases de invernadero. Al igual que en el pasado se eliminaron los CFC, hoy urge suprimir los HFC, productos fácilmente sustituibles. Representan alrededor del 2%.
Emisiones de compuestos perfluorocarbonados (PFC)
La práctica totalidad de las emisiones de compuestos perfluorocarbonados se debe a la producción de aluminio. Representaron alrededor del 0,1% de las emisiones totales.
Un triste récord para España
El naturalista y Premio Nacional de Medio Ambiente Joaquín Araujo ha lamentado que España cargue con el «triste récord» de ser el país del mundo con mayores emisiones de dióxido de carbono por habitante durante el año 2007. Para Joaquín Araujo, esto «no quiere decir que no haya conciencia», ni que no haya una ministra de Medio Ambiente en el país, «que lo está haciendo bastante bien», sino que falta «sensatez». En este sentido, el naturalista y Premio Nacional de Medio Ambiente ha afirmado que «lo más fácil que podemos hacer los individuos aisladamente es gastar menos energía cada día”. Nuestro estilo de vida derrocha. Hay varias decenas de miles de millones de enchufes, bombillas, ascensores bajando y farolas que no alumbran a nadie. Hay millones de automóviles que avanzan más lentamente que un humano a pie…
Para aquellos que aún tengan cierto escepticismo respecto a la afectación de las actividades humanas en el clima y salud de nuestro planeta, les puede bastar con mirar las cuentas de resultados de las compañías de seguros o las gráficas de venta de prendas de abrigo. Basta recordar que la totalidad de los máximos y de los mínimos de los registros del clima se han acumulado en los dos últimos decenios, que las aves cantan un mes antes de la media de los últimos siglos, las encinas florecen en octubre y las violetas en enero. Los hielos el Ártico se adelgazan y engordan los desiertos.
Urge suscribirse a la importante necesidad de proteger los bosques y reforestar. Según Joaquín Araujo, los bosques que nos quedan son aproximadamente la mitad de los que necesitamos, y aún así se pierde algo más de un millón de árboles diarios en nuestro planeta.
Sanciones económicas
Como último apunte: no cumplir con el protocolo en la Unión Europea representa sanciones económicas. En cuanto al coste para España si no se alcanzan los objetivos establecidos, Nieto y Santamarta calcularon que rondará los 1.000 millones de euros al año en el periodo de cumplimiento de Kyoto propiamente dicho (2008-2012).
Cada país que no logre contener sus emisiones en los márgenes fijados puede recurrir a los llamados mecanismos de flexibilidad del protocolo, incluida la compra de cupos de emisión en el mercado internacional, con un coste que puede rondar los siete u ocho euros por tonelada de CO2, según las estimaciones más realistas, apuntó Santamarta.
Pero no es imposible generalizar otro modelo energético o duplicar la superficie forestal, que quizás es de las pocas acciones eficientes que no sólo no aumenta sino que reduce nuestras emisiones.
La historia en algunos datos
Si hacemos un poco de historia de estos últimos años hay que recordar que las emisiones de estos gases aumentaron en un 35,12% entre 1990 (año base) y 2001, cifra que duplica con creces al 15% al que se ha comprometido el gobierno de España en la Unión Europea, aumento que en su momento fue ampliamente criticado por considerarlo excesivo. España fue, junto con Australia, el país industrializado donde más aumentaron las emisiones.
La tendencia coyuntural ha sido de aumento cada año, teniendo en cuenta que factores como la producción hidroeléctrica y la variabilidad climática anual influyen en el consumo energético. Por ejemplo: 2003 fue un buen año de producción hidráulica, con un incremento del 78% respecto a 2002, registrándose un consumo de carbón inferior en un 7,2% sobre el año anterior. Esto es clave para explicar el bajo incremento (0,76%) en 2003 de las emisiones globales.
El año 2006 fue una gran esperanza pues se redujeron las emisiones sin detener el crecimiento económico, pero el año 2007 nos ha recordado que es preciso elaborar grandes y ambiciosos planes para lograr los objetivos de preservación del medio ambiente. Podemos recordar que el empleo de energías limpias en España ha aumentado en un 500 por cien en los últimos 10 años, pero no es todavía suficiente. Recordemos también que la energía nuclear analizada en todo su ciclo de vida no es una alternativa eficiente frente al cambio climático porque sí emite CO2. Entre los factores de emisión de dióxido de carbono encontramos: la extracción del uranio; el tratamiento posterior del uranio; la construcción de la planta nuclear; el tratamiento a largo plazo de los residuos radiactivos y el desmantelamiento de las centrales nucleares. Estudios recientes muestran que, utilizando uranio «de calidad», el balance total de una nuclear es equivalente en emisiones (expresadas en CO2 equivalente por kWh) a entre un 30 y un 40% de una central térmica de gas. Sobre todo, no aguantan en este aspecto la comparación con las renovables, mucho más efectivas en la reducción de CO2.