En el 441 p.C. Roma debe hacer frente a un nuevo peligro: los temibles bagaudas, ejército sin disciplina ni leyes formado por esclavos huídos, bandoleros y campesinos sin tierra que se rebelan contra el poder establecido.
El imperio romano está en decadencia, sus leyes se cumplen apenas, y los poderosos, atentos solo a acrecentar sus arcas, ahogan a sus gentes. Se han roto las relaciones comerciales con algunas provincias de Hispania, el poderoso fisco sobrevuela todo lo que brilla y la corrupción de los poderes públicos hace que los ciudadanos huyan o se rebelen. Los oprimidos renuncian a la ciudadanía, que les ofrece más problemas que ventajas, y huyen a los montes. Así lo hacen constar los historiadores.
Y así nacen los bagaudas. Su nombre no se sabe exactamente lo que significa. Son habitantes de los bosques, vagabundos. Posiblemente el apelativo venga del galo baga, lucha, y auda, guerrero, porque en su mayoría participaron en las rebeliones deGalia e Hispania de los siglos III al V. En realidad no se les llama bagaudas como guerreros, sino como pertenecientes a una clase baja, de proscritos, Son gente miserable y desesperada, sin más medios de subsistencia que el asalto y el despojo.
Y a ellos se van uniendo los esclavos huídos, los desertores del ejército hartos de luchar a cambio de casi nada, los delincuentes escapados de la justicia, los campesinos arruinados. El más fuerte es el jefe, y juntos forman una extraña y peligrosa sociedad, a la que en ocasiones se unen incluso ciudadanos antes respetables y ahora descontentos del poder central, legalmente desobedientes y perseguidos por ello.
El fenómeno de los proscritos bagaudas no es sólo en territorio romano. También nace y crece, con fuerza, en Hispania. Concretamente en Vasconia, que, como zona menos romanizada, da cobijo en sus inexpugnables montañas a los que empiezan a agruparse en guerrillas, viendo en ello un medio más de luchar contra Roma.Incluso hubo un momento de alianza con uno de los reyes suevos, Requiario: juntos toman Ilerda y obtienen de ello rico botín.
Los suevos fueron, por otra parte, muy bien recibidos por los hispanos descontentos de Roma , porque veían en ellos unos lebertadores: la política romana había fracasado en las provincias, y el funcionamiento interno tenía gravísimos fallos. Los poderosos propietarios de tierras tenían que ser defendidos por el ejército; y el contínuo y abusivo reclutamiento de hombres para las guerras en cualquier punto de Europa, los impuestos cada vez más elevados y por más conceptos a veces absurdos, y la corrupción galopante fueron el desencadenante último de las revueltas.
Éstas se iniciaron donde el control romano era más débil, sobre todo en las zonas montañosas de Vasconia, prácticamente inexpugnables, como comprobaron tres siglos más tarde los invasores musulmanes. En estas zonas había dos formas de posesión de la tierra: una explotada por colonos con esclavos, y otra más pequeña en régimen comunitario. La primera es de influencia romana, y la segunda es prerromana.
Los bagaudas efectuaron demoledoras incursiones, además, por los valles del Ebro y Duero, y entre el Ebro y los Pirineos. No ejercieron un domunio político, pero llevaron en jaque a los ejércitos romanos. El suyo, por llamarlo de alguna manera, era de una organización muy rudimentaria, con un armamento básico, de elementos recogidos aquí y allá, incluso aperos de labranza, como hoces y horcas, algo que en Hispania se repitió cuando la invasión francesa. Labradores, pastores, ciudadanos, no podían hacer otra cosa aunque se les hubiesen unido algunos militares desertores. Sólo al unirse a los suevos tuvieron algunas trazas militares organizadas y con jefes.
En 441 hubo un enfrentamiento con Roma, y murió un gran número de bagaudas. Se retiraron los que quedaron, se reorganizaron, y diez años después atacaron Tarazona; vencieron, matando a la guarnición y a los federados visigodos; entre 450 y 54, junto al rey suevo Requiario, toman Zaragoza, entran otra vez en Lérida y arrasan el valle del Ebro. En realidad no toman y ocupan las ciudades, sino que las saquean, lo cual por otra parte no les atrae muchas simpatías de los moradores supervivientes y despojados.
Un año después los visigodos pactan con los hispanorromanos y derrotan definitivamente a los bagaudas; los que depusieron las armas son aceptados como campesinos feudatarios o bien son convertidos en siervos.
Hoy los hubiésemos llamado simplemente bandoleros, sin categoría militar. O a lo mejor, según la terminología actual, “antisistemas”, porque no se alzaron contra el imperio romano, sino contra la clase dirigente, contra un no muy acertado, en ese momento, modo de actuar.