Si con algo relacionamos la vida y a la naturaleza es con los árboles, por su desarrollo «arborescente», que lleva la savia desde las raíces a las ramas y hojas; por la capacidad de fotosíntesis, de crear oxígeno; por crear biotopos como los bosques y selvas, verdaderos pulmones del planeta y expresión de la diversidad; por su importancia para los hombres, ya sea por el fuego, construcción de casas, armas, barcos, etc.; o por la atracción simbólica de sus raíces, tronco y ramas, en un viaje desde la tierra hacia el cielo.
Del árbol tenemos, en nosotros y en los sistemas de comunicación, una red de forma «arborescente» que conecta todo con todo: nuestro sistema sanguíneo y neuronal, por ejemplo; o la red de carreteras de cada país… o de Internet.
De los troncos leñosos extraemos el fuego que nos calienta y protege y transforma y mejora los alimentos. En torno al fuego nos reunimos y construimos viviendas, contamos historias… Esa imagen del fuego ha sido usada por poetas, filósofos y místicos como reflejo de la amistad, del amor de la familia y también como el proceso de transmutación interior, de elevación de conciencia, que llevaría a la humanidad a «quemar» sus instintos más bajos y a «dar luz» a los demás, a pasar de la ignorancia a la sabiduría, del egoísmo a la fraternidad entre los hombres y entre los pueblos.
Todo proyecto, grande o pequeño, comienza por sembrar una semilla. Pero hay que elegir la semilla adecuada para la tierra adecuada, regarla, dejar que crezca… ¡Como con las plantas!
Sabemos que la pérdida de la masa forestal, ya sean bosques o selvas, es uno de los grandes causantes del actual cambio climático. Y también que muchas personas llevan un colgante o dibujos de un árbol en un círculo como símbolo del árbol de la vida.
Y así podríamos hacer referencia a multitud de cosas que la imagen y la presencia del árbol implica en nuestra evolución como especie y en nuestro imaginario simbólico.
Simbolismo general del árbol
El árbol es una síntesis de antiguas y profundas enseñanzas sobre la vida y su multiplicidad de formas. A este respecto dice Jorge Livraga:
«El árbol es, fundamentalmente, símbolo de la semilla caída verticalmente sobre el plano horizontal de la tierra. La primera representa lo masculino, siendo femenino lo horizontal; el árbol, hijo de ambos, tendrá un crecimiento vertical y una expansión horizontal».
Es, por tanto, un símbolo universal que expresa la entrada del espíritu (la semilla) en la materia (la tierra) y su posterior desarrollo en esta, correspondiendo el crecimiento vertical al desarrollo del ser interior a través de la concienciación, cada vez mayor, de nuestra alma inmortal; y la expansión horizontal al crecimiento del egoísmo y la atracción por el mundo material, siendo su máxima expresión el desarrollo de los deseos.
No solo el Yggdrasil representa esto en una de sus claves, pues también es «árbol» la cruz del Kristos crucificado: «La cruz cristiana es un árbol donde, al igual que en el mito de Bochica, en el panteón chibcha (Colombia), ha sido crucificada la Luz Celeste, el Cristo» (J. Á. Livraga).
Pero su simbolismo es mucho más amplio y, por citar alguno, también está relacionada cada parte del árbol con un planeta y sus influencias:
«A través de las hojas y el tallo es posible ver el planeta que domina a las plantas. En líneas generales, en todo vegetal:
– La raíz corresponde a Mercurio.
– La semilla y corteza corresponden a Mercurio.
– La madera, el tronco fuerte, corresponde a Marte.
– Las hojas corresponden a la Luna.
– Las flores corresponden a Venus.
– El fruto corresponde a Júpiter» (J. Á. Livragas).
Yggdrasil, el árbol del universo (y, por tanto, de la vida)
Voy a hablar de este árbol sagrado de los germanos y nórdicos sobre la base de las propias fuentes que nos han llegado, especialmente de los nórdicos: el Edda menor, también llamado Edda en prosa o Edda de Snorre Sturleson, en su primera traducción del noruego al español, realizada en 1856.
Cantado por los escaldos, especie de bardos o trovadores que viajaban de corte en corte y de villa en villa, este Edda parece que «fue recopilado a fines del siglo XI por Saemund el Sabio, clérigo, natural de Islandia, a quien se atribuye la introducción de los caracteres romanos en esta isla. Diole el nombre de Edd, palabra que quiere decir ‘abuela materna’; con lo cual parece que quiso designar la tradición, pues que todos los poemas de que se compone su obra habían sido conservados hasta entonces por relación de padres a hijos» (1).
Siendo Odín el mayor de los tres primeros hijos del gigante Ymir, tras derrotar a su padre (como Zeus hizo con su padre Saturno, símbolo del tiempo), lo primero que hará en su condición de Padre de Todo será crear el Yggdrasil.
Descripción del Yggdrasil según el Edda Menor
«Yggdrasil es el mayor y más hermoso de todos los árboles; sus ramas se extienden sobre todo el universo y se elevan por encima del cielo. Está sostenido por tres raíces, que se prolongan muy lejos; la una de ellas se extiende hacia los Ases (los dioses), la segunda hacia los Hrimthursars (gigantes), hasta el punto donde antes estaba el abismo de Ginnung; la tercera llega a Niflhem (el infierno), donde Nidgor la roe por la punta, cerca del pozo de Hvergelme ; debajo de la raíz que toca a los Hrimthursars, se halla el pozo de Mimir; la Razón y la Sabiduría están ocultas allí. (…) La tercera raíz del fresno Yggdrasil llega al cielo (los Ases, dioses) y abriga una fuente de virtud singular, a saber: la fuente de Urd; los dioses se reúnen junto a ella para tener su tribunal a diario. (…) Bajo el fresno Yggdrasil, y cerca de la fuente de Urd, hay un edificio hermosísimo, de donde se ven salir tres vírgenes, llamadas Urda (el pasado), Verdanda (el presente) y Skulda (el porvenir). Estas vírgenes disponen de la vida de todos los hombres: son las nornas (las parcas griegas). Ellas sacan a diario agua de la fuente de Urd para regar a Yggdrasil y mantenerlo vivo, joven y verde, frente a los ataques de la serpiente Nidgord en sus raíces y de cuatro ciervos que comen las hojas de las puntas de sus ramas» (2).
También dirá que en sus ramas está la cabra Amaltea, que con sus ríos de leche crea la Vía Láctea; y en la copa del árbol, en lo más elevado, hay posada un águila, símbolo del propio Odín.
«En los Eddas escandinavos es el Árbol de Siete Ramas, árbol cósmico del que penden los frutos-astros. (…) El Yggdrasil escandinavo se presenta en los Eddas creciendo en la mítica Midgard, mientras la serpiente Nidgor roe sus raíces, y de sus ramas cuelgan frutos hechos con miel, semejantes a las doradas y dulcísimas manzanas del Jardín de las Hespérides, resabio de prehistóricas tradiciones… Las abejas concurren a estos frutos de miel, y se decía que el trabajo y la inteligencia anidaban entre sus ramas» (J. Á. Livraga).
Interpretación simbólico-filosófica
El Fresno del Mundo Yggdrasil y la estructura del universo
«El Yggdrasil simboliza el eje y el centro del cosmos: sus raíces están en el submundo, los infiernos; el tronco se yergue atravesando el mundo de los hombres; su copa alcanza el cielo. Es decir, une los tres mundos: el reino subterráneo, el de los hombres y el de los dioses. Posee tres raíces:
La primera se extiende por el Niflheim, el reino de los muertos, personificado por la diosa Hel.
La segunda, por el reino de los gigantes del hielo y la escarcha, Jötunheim.
La tercera lleva al Pozo de Urd, junto al cual están las tres Nornas, espíritus del destino que tejen los hilos de la vida. Justo ahí es donde los dioses, los Ases, se reúnen diariamente para dictar justicia.
La peculiaridad del Árbol del Mundo germánico es que su decadencia está ya pre-programada:
Hay tres fuentes. Bajo la primera raíz, la del Niflheim, se encuentra la fuente Hwergelmir llena de serpientes venenosas. La más grande de todas es el dragón de la envidia, Nidhögg, que roe y corroe continuamente las raíces. Siempre está en lucha contra el águila, que habita la copa del árbol –el conflicto eterno entre el águila y la serpiente, la luz y las tinieblas, la eternidad y lo transitorio—. (…) Entre ambos contrincantes se mueve la ardilla Ratatosk transmitiéndoles mensajes de mutuas amenazas y sembrando así la discordia. En la copa del árbol, además, cuatro ciervos se comen sin interrupción los capullos (las horas), las flores (los días) y las ramas (las estaciones).
Diariamente las Nornas riegan el fresno con el agua sagrada del Pozo de Urd para que sus ramas no se sequen y sus raíces no se mueran.
Pero un buen día, Yggdrasil tiembla. Es la señal de que no falta mucho para el ocaso, el Ragnarök, el fin, la caída del mundo.
Este árbol simboliza, pues, el cosmos en su manifestación, subrayando que todo muere –el mundo, los dioses, la vida, la raza humana…– para algún día renacer de nuevo» (J. Á. Livraga).
Visión filosófico-práctica
I.- Como primera obra de Odín, el Padre de Todo, es el universo o cosmos. Universo significa dos cosas complementarias: Uni-Verso o Una-Vida, y también unidad en la diversidad: Uni-Verso en vez de Di-Verso.
La Vida-Una atraviesa todos los mundos, el inferior, la tierra y el del cielo, ¡Las Leyes son las mismas para todos! En el universo no hay favoritismos, clientelismo ni corrupción; pero en el mundo de los humanos, sí.
II.- Sus raíces también atraviesan todo lo existente. Lo invisible y lo visible están íntimamente conectados. En una clave, es el pasado o historia y su influencia en el presente: «Los pueblos que olvidan su historia están obligados repetirla». Y, por otro, es la presencia de lo sacro, lo mistérico o espiritual en nuestras vidas, cuyo reflejo lo encontramos en los hoy llamados «intangibles», aquellas cosas que no se pueden medir ni cuantificar pero son la esencia de nuestra vida: el amor, la amistad, los sueños, el placer de una puesta de sol o de escuchar música… Como le decía el zorro al Principito: «Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es siempre invisible a los ojos».
III.- «Su decadencia está ya pre-programada». La gigantesca serpiente Nidhögg roe y corroe continuamente las raíces. «Siempre está en lucha contra el águila, que habita la copa del árbol –el conflicto eterno entre el águila y la serpiente, la luz y las tinieblas, la eternidad y lo transitorio—. (…) Entre ambos contrincantes se mueve la ardilla Ratatosk transmitiéndoles mensajes de mutuas amenazas y sembrando así la discordia. En la copa del árbol, además, cuatro ciervos se comen sin interrupción los capullos (las horas), las flores (los días) y las ramas (las estaciones)» (J. Á. Livraga).
En nuestro mundo material todo lo que nace se transforma y muere… para volver a renacer. Es la idea del yin y del yang: los absolutos no existen y la base de la vida es el movimiento, el cambio. Hay una deidad, Heimdall, símbolo de la vigilancia y la atención continua, que vela para que su mundo resista lo más posible, sabiendo que llegará el Día del Ragnarok, donde el viejo mundo desaparecerá por completo y dará paso a otro y el lugar de Odín será ocupado por su hijo Balder, la Pureza y la Bondad.
Es una llamada a reconocer lo importante de la vida y conservarlo, dejando que lo ya caduco e inservible se marche. Y nada más destructivo que el egoísmo, los celos, la envidia y la soberbia de creerse el mejor. En pocas palabras: liberarnos de los malos hábitos.
IV.- Hay tres fuentes:
1- La que está cerca del mundo de los muertos está llena de serpientes venenosas, entre ellas Nidhögg. En filosofía, «muerte» se refiere a la falta de conciencia, a la ignorancia, hija del egoísmo. Quien se apoya en el egoísmo no puede tener buenos frutos, solo miseria y guerras. Un ejemplo de ello es la dificultad para aplicar por los países todos los protocolos en defensa de los derechos humanos, o del medio ambiente, o de la salud… ¡O la actual guerra infame de Rusia contra Ucrania!
2- Pero también hay una fuente de vida: «Bajo el fresno Yggdrasil, y cerca de la fuente de Urd, hay un edificio hermosísimo, de donde se ven salir tres vírgenes, llamadas Urda (el pasado), Verdanda (el presente), y Skulda (el porvenir). Estas vírgenes disponen de la vida de todos los hombres: son las nornas (las parcas griegas). Ellas sacan a diario agua de la Fuente de Urd para regar a Yggdrasil y mantenerlo vivo, joven y verde, frente a los ataques de la serpiente Nidgord en sus raíces y de cuatro ciervos que comen las hojas de las puntas de sus ramas» (3).
Las nornas, el trabajo incansable en el pasado-presente-futuro o el poder de la continuidad. La fuerza que da el no perder jamás la esperanza y seguir luchando por la vida en todos sus aspectos: el hombre, la naturaleza y el reencuentro con Dios; las tres finalidades de la verdadera filosofía, según Helena P. Blavatsky.
Si hay fuerzas oscuras y venenosas, también las hay luminosas y saludables. Como decía san Francisco de Asís: «Donde no hay amor pon amor y encontrarás amor». Es la importancia de la elección del modelo de vida que queremos seguir, de los ejemplos que vamos a tomar para nuestro proyecto vital.
3- Y la fuente de la sabiduría: la fuente de Mimir; «la Razón y la Sabiduría están ocultas allí» (2). Está justo debajo del Yggdrasil y se dice que el propio Odín tuvo que perder un ojo para adquirir la sabiduría. Los dos ojos de Odín se refieren a las dos características de nuestra mente, asociada al Sol y a la Luna: la visión solar es la luminosa, clara, basada en el conocimiento profundo de las cosas; la lunar es el conocimiento basado en el deseo y se queda con las apariencias. Odín pierde la visión lunar, la del egoísmo. Todos tenemos que hacer un esfuerzo para superar las falsas barreras que nos hemos autocreado. El mundo cambiará hacia el bien por la cooperación y la hermandad, no por los caprichos, engaños y la violencia del más bruto.
A modo de síntesis final
«En el centro de Asgard se encuentra Gimlé, la región más hermosa del Cielo. Tras el Ragnarök, el ‘Ocaso de los dioses’ o fin del mundo, cuando caen incluso el cielo y la tierra, solo permanece Gimlé, del que se formará un nuevo mundo» (J. Á. Livraga).
Gimlé es un estado de conciencia, se encuentra en lo mejor de nuestro interior y del interior de cada ser humano. Las cosas positivas que hacemos lo son de verdad si tienen buena voluntad e inteligencia, porque, según Jorge Livraga, «son un acto místico». Y no hay mayor mística que esforzarse día a día en forjar a mejor nuestro propio mundo interior y compartirlo. Si somos naturalmente humanos, nos comportaremos humanamente con los demás, con la naturaleza y también con lo invisible.
Fco. Javier Saura Vílchez
(1) Edda menor. Traducción de D. A. de los Ríos. Imprenta de la Esperanza. Madrid, 1856.
(2) Ídem
(3) Ídem.