Nuestros colaboradores son gente sensible a lo que sucede alrededor y, de muchas maneras, nos invitan a pensar sobre las causas y las consecuencias de los acontecimientos que estamos viviendo en estos últimos años. Y sus reflexiones o propuestas son oportunas y viables, pues están más cerca de nosotros que lo que creemos.
No siempre tenemos tal capacidad de perspectiva, implicados como estamos en la gestión de los deberes profesionales, familiares, personales y… en sobrevivir, que ya es bastante. A veces tenemos la sensación de que estamos perdiendo muchas cosas que habíamos conseguido con mucho esfuerzo, que se nos van de las manos, sin que podamos hacer nada para mantener lo conseguido y, lo que es peor, no se están sustituyendo por opciones mejores y más eficaces. Y sentimos que recuperar lo que teníamos va a ser casi imposible. Es comprensible que el desánimo y el escepticismo se apodere de tantas personas que ven con ansiedad desaparecer en el horizonte sus aspiraciones, sus ambiciones o sus sueños. Por eso agradecemos la opción que nos proponen quienes hacen Esfinge, con sus aportaciones sensatas.
En este número presentamos algunos remedios para estas sensaciones sombrías: por una parte, el regreso a la naturaleza, para comprenderla y cuidarla, y por otra, recurrir a la historia, como maestra de vida, para ver cómo lo hicieron nuestros antepasados, cómo supieron renacer varias veces a las enormes crisis de la humanidad en su conjunto.