El movimiento musical conocido como nueva trova cubana tiene sus raíces en 1959 con el triunfo de la revolución, aunque su fundación la encontramos en 1972, hace ahora cincuenta años. Son herederos de la tradición juglaresca española y de otras influencias francesas o portuguesas. Estos nuevos trovadores destacaron por el contenido social de sus letras y siempre teniendo al ser humano como principal protagonista.
Aunque se les conoce sobre todo por el trasfondo político de sus composiciones, también el amor y los acontecimientos cotidianos que afectan al ser humano adquieren un protagonismo esencial.
Generalmente, se cita a Silvio Rodríguez, Noel Nicola y Pablo Milanés como los fundadores de este movimiento, esencial para entender la música de lo que conocemos como cantautor, tan en boga en España en los últimos años de la dictadura y en el periodo de transición hacia la democracia.
Dedicamos el espacio de hoy a este último, recientemente fallecido a la edad de setenta y nueve años. Durante su vida, compuso más de cuatrocientas canciones y publicó más de cuarenta álbumes, además de componer música para siete largometrajes y más de treinta documentales y series de televisión.
«Los cantantes de la Nueva Trova cubana tratamos de expresar un nuevo modo de cantar el amor y la política, las preocupaciones cotidianas, sin concesiones y con autenticidad».
Un álbum importante en su carrera fue el titulado Querido Pablo, un disco homenaje grabado con algunos de sus grandes amigos, y en el que participa gente de la talla de Víctor Manuel y Ana Belén, Luis Eduardo Aute y Mercedes Sosa, entre muchos otros.
Aunque su obra está un tanto alejada del estilo propio de este espacio que llamo filo rock, considero que es un personaje esencial y de una importancia capital para la música popular. Por otra parte, en las letras de Pablo Milanés, junto a contenidos de tinte político, encontramos grandes composiciones dedicadas al amor. Posiblemente pocos autores han cantado al amor de una forma más bella que Pablo Milanés en la aclamada Yolanda.
«La música es todo para mí, la mejor forma que encuentro para expresarme, la mejor manera de sentir e incluso de pensar. Creo que los músicos contamos con otro lenguaje muy especial, que nos permite comunicar; eso es algo único».
En homenaje a su vida y a su obra he escogido el tema Si morimos. En poco más de dos minutos nos regala una bella melodía que acompaña un canto a la fraternidad entre los seres humanos y también a la búsqueda de la felicidad como parte esencial de la vida.
«He conocido el dolor de cerca, demasiadas veces la cercanía de la muerte con mis enfermedades. Y me doy cuenta de que la vida es mucho más sencilla de lo que uno imagina, y la cotidianidad, más valiosa».
Pablo tuvo una vida difícil desde el punto de vista médico: entró veintinueve veces al quirófano, padeció una enfermedad que le provocó el cierre progresivo de la mano y le impidió tocar la guitarra durante varios años.
En 2017 se trasladó a vivir a España para tratarse un tipo de cáncer que afectaba su respuesta inmunológica y que le provocó la muerte en noviembre de 2022.
Considero que es de valientes hablar de felicidad cuando el dolor y las enfermedades nos acechan, lo cual nos lleva a deducir que la tan ansiada felicidad depende del sentido que cada uno de nosotros le encontramos a la vida.
Una vez más recurro a mis queridos filósofos para descubrir qué entienden ellos por felicidad y cómo alcanzarla.
Sócrates decía que la felicidad depende de si nuestras obras están regidas por el bien, y por ello había que buscar la sabiduría.
Los estoicos recogen este pensamiento socrático y aseguran que la felicidad hay que buscarla en las cosas que dependen de uno mismo y no en las circunstancias externas que no dependen de nosotros. La serena felicidad o eudaimonía es propia del hombre sabio y está inseparablemente unida a la virtud.
También Aristóteles parece coincidir. Asegura que todos buscamos la felicidad: para algunos, es la búsqueda del placer; para otros, la riqueza o la salud. Sin embargo, la verdadera felicidad es la actividad del alma dirigida por la virtud, y se obtiene por la práctica de la virtud, es decir, que, como la mayoría de las cosas, se aprende practicando.
Es común relacionar la felicidad con la medida en que nuestra vida va recogiendo diferentes éxitos y fracasos. Normalmente la tendencia es alternativa y, junto a periodos de victorias, también encontramos momentos de derrotas. De ahí que, cuando priman los periodos de éxito, solemos hablar de felicidad y, al contrario, hablamos de fracaso cuando las derrotas aparecen en nuestra vida.
Pero ¿qué es triunfar en la vida? Comúnmente se asocia el triunfo con alcanzar una posición económica holgada y también con tener una vida lo más cómoda posible y alejada de todo tipo de preocupación.
Desde el punto de vista de un aprendiz de filósofo, creo que esta posición está bastante alejada de la realidad. Hace algunos años, cuando iniciaba mis pasos en el apasionante sendero filosófico, escuché una enseñanza que impactó profundamente en mi alma juvenil. Uno de los caminos que conducen a la felicidad reside en tratar de descubrir los secretos de la vida. Cuando somos muy jóvenes, tenemos grandes sueños, nadie quiere ser una persona normal con un trabajo monótono y repetitivo.
¡No! Queremos vivir aventuras, y combatir el mal y la ignorancia para lograr que los seres humanos sean más felices.
¿Qué ocurre? Pues que el tiempo, implacable, va consumiendo nuestros sueños con la ayuda de aquellos que no piensan igual que nosotros y conciben la existencia desde un punto de vista materialista. Nos dicen que lo importante es el prestigio social y económico y que los sueños de juventud no son más que una quimera.
El verdadero filósofo es aquel que nunca renuncia a esos sueños del alma. De ahí que hay que buscar la felicidad en nuestro interior y, a pesar de las dificultades que nos pueda traer la vida en forma de dolores, enfermedades y desengaños, ser capaces, como el protagonista de hoy, de cantarle al amor, a la felicidad y a la fraternidad entre todos los seres humanos.
Ustedes sonreirán, mis hijos sonreirán
y sobre el verde de la tumba,
cuando triunfemos, el mundo será alegre
y se amarán los hombres en hermandad y paz.
Trabajen y construyan, mis hijos,
y construyan un monumento a la felicidad,
a los valores de la humanidad,
a la fe mantenida hasta el fin,
por ustedes,
para ustedes.