«La juventud está perdida»
Esta expresión es frecuente escucharla en ciertos sectores de la sociedad, sobre todo en aquellos que han sobrepasado la edad en que hoy en día se considera que alguien es joven. Esta edad ha ido variando a lo largo del tiempo y hoy en día podríamos situarla en una horquilla situada entre los dieciocho y veintisiete años, aunque algunos lo alargan hasta los treinta y cinco.
Hace ya algún tiempo que superé esa franja de edad. Sin embargo, me considero una persona joven, incluso diría que más joven que cuando tenía bastantes menos años que ahora y mis cabellos eran abundantes y no pintaban canas.
En esa época también solía circular esa expresión entre las personas que yo consideraba mayores. Yo no sentía que estuviera «perdiéndome», e imagino que los jóvenes de hoy pensarán lo mismo que yo pensaba entonces. En esa etapa de mi juventud física empecé a aficionarme a la lectura de libros filosóficos y de historia, clásicos griegos y romanos y, por encima de todo, Egipto. En un antiguo texto, creo recordar del Imperio Medio, un anciano se lamentaba de la juventud de la época, de la pérdida de valores y del futuro poco halagüeño derivado de esa pérdida. Y ese anciano, después de lamentarse sentenciaba: la juventud está perdida.
Al mismo tiempo que me iniciaba en la lectura, el rocanrol comenzó a atraparme junto a mi idolatrado Johann Sebastian Bach. Uno de mis grupos preferidos de siempre, al cual dediqué hace poco un artículo, es Pink Floyd.
David Gilmour es un genio de la guitarra, y escuchar el matiz único del sonido que extrae de las seis cuerdas es una experiencia que no puede dejarte indiferente. Concretamente, el solo de Comfortably Numb (la versión de Pulse es mi preferida) está considerado por muchos críticos el mejor solo de la historia del rock. En una entrevista para la revista Billboard, Gilmour confesaba la admiración que sentía por Radiohead.
Debo confesar que, a pesar de mis conocimientos roqueros, no conocía apenas a la banda de Tom Yorke. Así que me puse a investigar y, entre las muchas joyas que encontré, me detengo hoy en una especie de nana que nos hace navegar hacia la Luna. Dice la leyenda que esta canción está dedicada al hijo de Yorke, de nombre Noah (Noé). Como todo padre, expresa la confianza que deposita en su hijo y el gran potencial para conseguir aquello que se proponga: navegar hacia la Luna, ser presidente o construir un arca para salvar el mundo.
No, yo no creo que la juventud esté perdida. Nunca me ha gustado generalizar ni creo que el pesimismo aporte nada bueno.
Qué significa ser joven
Sigo pensando que el futuro es de los jóvenes, aunque creo que ser joven es algo más que pertenecer a una franja de edad determinada. Sigo pensando que sentirse joven es seguir teniendo sueños que cumplir, no doblegarse ante las adversidades y tener la capacidad de renovarse por dentro. Como dice Robe Iniesta en su aclamada Mayéutica: sigo pensando que un mundo nuevo es posible; también soy consciente de que no es algo fácil de conseguir y queda mucho por hacer, pero hay que seguir intentándolo.
Las encuestas reflejan como preferencias de los jóvenes el bienestar personal, el dinero, el amor, la tranquilidad, la seguridad. Nunca he hecho demasiado caso a las encuestas; pienso que es un arma poderosa de manipulación de masas y, además, en las encuestas los jóvenes nunca dicen toda la verdad.
¿Será verdad que las aspiraciones de la juventud están solamente dirigidas al bienestar material y personal? ¿Han muerto de verdad los sueños de juventud?
Seguramente eso es lo que nos hacen creer. Si hablamos cara a cara con cualquier joven, veremos que, salvo excepciones, todos aman la belleza, la armonía, tener un cuerpo saludable. Aunque exteriormente destilan rebeldía, en el fondo tienen sentimientos puros y nobles. El amor y la amistad están fuertemente asentados en sus almas y, sobre todo, quieren saber, aprender, se hacen preguntas.
Pero estamos inmersos en una sociedad con grandes carencias de educación, sobre todo de los jóvenes. Los «dueños del cotarro» nos preparan para ser útiles al sistema, nos rodean de todo tipo de medios electrónicos para distraernos. No se enseña a pensar, repetimos lo que otros piensan y aquel que se atreve a hacerse preguntas, rápidamente se le aparta y va a tener problemas. Lo que interesa son jóvenes que puedan ser explotados: hacer de ellos ciudadanos «modélicos» para servir a las élites del sistema.
Por suerte, quedan los filósofos y la filosofía. Siempre han existido grupos de seres humanos que no se conforman con lo establecido y que, por encima de todo, buscan como mayor logro la tan ansiada felicidad. Decían los estoicos que la felicidad absoluta no se encuentra en esta tierra, pero podemos acercarnos a ella si aprendemos a distinguir entre aquello que nos conviene y lo que no nos conviene.
El joven busca la felicidad y además quiere ser libre. Pero no la libertad de hacer lo que quiera sin importarle nada más. Lo que el joven busca es la libertad interior de poder elegir qué quiero hacer con mi vida y luchar por ello sin tener que competir insanamente ni aplastar a los demás.
Como decía al principio, no creo que la juventud esté perdida, eso es lo que nos quieren hacer creer. No creo en derrotismos sino en el espíritu de victoria, y amo la libertad. Soy libre, puedo elegir escuchar a Radiohead y tengo la libertad de deleitarme con las cantatas de Bach. Y por encima de todo, busco el conocimiento.
Sé que no soy un ciudadano ideal, pero también sé que hay muchos jóvenes como yo que seguimos aportando nuestro granito de arena para ese mundo mejor del que hablaba el de Plasencia en Mayéutica.
Dedicado a los jóvenes rebeldes.