En 2012 se nos ha ido esta gran poeta polaca y todo un mito en su país, que ganó en 1996 el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra.
Ella, con el sentido del humor que la caracterizaba, llamaba a ese premio «la catástrofe», pues perturbó su sencilla existencia en un espartano piso sin ascensor en un suburbio de Cracovia, ciudad de la que no se había movido desde que su familia emigró allí cuando ella tenía ocho años. Achacaba a su signo zodiacal, Cáncer, su escasa afición a viajar, y allí, en su piso de Cracovia, trabajaba todos los días en sus poemas.
La poesía de Wislawa Szymborksa es aparentemente sencilla (siempre trata de evitar las palabras arcaicas y grandilocuentes), con una mirada filosófica profunda, que suele incluir un humor algo irónico. Utiliza la rima raras veces, aunque ha demostrado poder lograr rimas impresionantes. En sus versos, nada es superfluo, nada sobra y no se repite ni en temas, ni en símbolos, ni en fórmulas.
Durante años publicó sus chispeantes notas en una sección de los periódicos. Allí comentó a Jung y a Montaigne, pero también libros de jardinería, pájaros y decoración. No tiene desperdicio su comentario de un manual de ideogramas chinos: «Esposa es una mujer y una escoba; amante, una mujer y una flauta. Desconozco la existencia de un signo que represente el ideal al que nos conducen todas las revistas europeas para mujeres: la fusión de la escoba y la flauta».
Lectora incansable de libros de divulgación científica, de antropología y zoología, curiosamente leía poca poesía. No obstante, su poeta preferido era Rilke; con él comenzó su fascinación por el género.
Aunque decía no escribir sobre la muerte, pues opinaba que es una de las cosas más fáciles de hacer en poesía porque despierta sentimientos y emociones fáciles, los niños polacos memorizan en la escuela Un gato en un piso vacío, donde Szymborska nos enseña que, frente a la muerte, todos somos un poco gatos.
Un gato en un piso vacío
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque, ¿qué puede hacer un gato
en un piso vacío?
Trepar por las paredes.
Restregarse contra los muebles.
Parece que nada ha cambiado,
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son esos.
La mano deja pescado en el plato;
tampoco es la que lo ponía.
Hay algo que no empieza
a la hora de siempre.
Algo no sucede
como debería.
Alguien estaba aquí, estaba siempre,
y de repente se fue
y se empeña en no estar.
Se ha buscado ya en los armarios,
se han recorrido los estantes.
Se ha comprobado bajo la alfombra.
Incluso se ha roto la prohibición
de esparcir papeles.
¿Qué más se puede hacer?
Dormir y esperar.
Ya verá, cuando regrese,
ya verá, cuando aparezca.
Se enterará de que no son maneras
de tratar a un gato.
Se irá hacia él
como quien no quiere la cosa,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de brincos ni maullidos al principio.
Por otra parte, consideraba que el tema más difícil de tratar en poesía es el erotismo y que nunca había leído un poema capaz de trasladar lo que sucede entre dos personas. Se refería al erotismo puro, no al amor como sentimiento, que sí es más fácil de expresar, según ella.
En sus poesías aparecen muchos animales. Wislawa no imaginaba la poesía sin los seres que nos acompañan en la vida: los animales, las plantas e incluso las piedras.
También aparecen muchos sueños en sus poemas porque decía que escribía sobre la realidad, y los sueños son una parte de la realidad.
Alabanza a los sueños
En mis sueños
pinto como Vermeer van Delft.
Hablo fluidamente griego
y no solo con los vivos.
Conduzco un auto
que me obedece.
Tengo talento,
escribo poemas largos, grandiosos.
Escucho voces
no menos que los grandes santos.
Se sorprenderían
de mi virtuosismo en el piano.
Floto en el aire como se debe,
es decir, por mí misma.
Si caigo del techo
puedo aterrizar suavemente en el verde césped.
No me es difícil
respirar bajo el agua.
No me puedo quejar:
he logrado descubrir la Atlántida.
Me complace que justo antes de morir
siempre me las arreglo para despertar.
Inmediatamente tras el estallido de la guerra
me vuelvo a mi lado favorito.
Soy, mas no necesito ser,
hija de mi tiempo.
Hace unos pocos años
vi dos soles.
Y antes de ayer un pingüino,
con toda claridad.
En su discurso al recibir al Nobel, reconoció que estimaba dos pequeñas palabras: «no sé». De hecho, sus lemas de cabecera eran el de Montaigne («¿Qué sé yo?») y el de Sócrates, («Solo sé que no sé nada»). Afirmaba que el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente «no sé».
También, en ese mismo discurso, afirmaba que en la vida cotidiana usamos expresiones como «la vida común», «los acontecimientos comunes». Sin embargo, en la lengua de la poesía, donde se pesa cada palabra, ya nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda. Y sobre todo, ninguna existencia particular en este mundo.
Falta de atención
Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntar por nada,
sin sorprenderme de nada.
Realicé acciones cotidianas,
como si fuera lo único que tenía que hacer.
Inspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,
pero sin pensamientos que fueran más allá
de salir de casa y volver a casa.
El mundo podría ser tenido por un mundo loco
y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.
Ningún cómo, ningún por qué,
o de dónde ha salido este,
o para qué quiere tantos impacientes detalles.
Fui como un clavo superficialmente clavado a la pared,
o
(aquí una comparación que no se me ha ocurrido).
Uno tras otro se fueron sucediendo cambios
incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.
En la mesa más joven, con una mano un día más joven
había pan de ayer cortado de forma distinta.
Las nubes como nunca y la lluvia como nunca,
porque era con otras gotas que llovía.
La Tierra giraba sobre su eje
pero en un espacio abandonado para siempre.
Duró sus buenas 24 horas.
1440 minutos de ocasiones.
86.400 segundos que mirar.
El cósmico savoir-vivre
aunque calla sobre nuestro asunto,
exige, sin embargo, algo de nosotros:
una cierta atención, un par de frases de Pascal
y una sorprendente participación en este juego
de reglas desconocidas.
En cuanto a su visión de la importancia de la mujer en el mundo, esta se ve reflejada en el poema Vermeer
Vermeer
Mientras esa mujer del Rijkmuseum,
con esa calma y concentración pintadas
siga vertiendo día tras día
leche de la jarra al cuenco
no merecerá el Mundo
el fin del mundo
Epitafio
Aquí yace, como la coma anticuada,
la autora de algunos versos. Descanso
eterno
tuvo a bien darle la tierra, a pesar de
que la muerta
con los grupos literarios no se hablaba.
Aunque tampoco en su tumba encontró
nada
mejor que una lechuza, jacintos y este
treno.
Transeúnte, quita a tu electrónico
cerebro la cubierta
y piensa un poco en el destino de
Wislawa.
Obras
Por eso vivimos.
Preguntas mí misma.
Llamando al Yeti.
Sal.
Mil alegrías, un encanto.
Si acaso.
El gran número.
Gente en el puente.
Fin y principio.
De la muerte sin exagerar.
No sé qué gente. Discurso ante la Academia Nobel.
Paisaje con grano de arena, antología.
El gran número. Fin y principio y otros poemas.
Lecturas no obligatorias.
Instante.
Poesía no completa, antología.
Dos puntos.
Amor feliz y otros poemas.
Aquí.