Arte — 1 de octubre de 2023 at 00:00

Delia y la música

por

Delia y la música

Entre las muchísimas cosas que admiraba de Delia, una era su habilidad magistral, su sabiduría y sencillez —haciendo fácil lo difícil— a la hora de ponernos ejemplos prácticos para que creciéramos interiormente y mejorásemos cada día. Para ello, solía utilizar como modelo el orden, la organización y la disciplina con que funciona una gran orquesta sinfónica. Los valores que posee un buen conjunto orquestal —tanto a nivel profesional como humano— para sonar de la forma más bella y atraer al público, son los mismos que necesitamos cada uno de nosotros individual y colectivamente, y ella sabía ponernos el ejemplo justo que necesitábamos en cada momento; no olvidemos que, en su juventud, antes de dedicarse a la filosofía, ejerció como pianista profesional, y en todo lo referente a la música era una experta.

Delia decía que, para sonar agradablemente al oído del público asistente a los conciertos, en la orquesta debía reinar, en primer lugar, un orden estricto y jerarquizado donde se respetaran las normas previamente establecidas por el director y los músicos, que debían estar bien avenidos y organizados entre ellos para saber quién tenía que llevar la voz cantante en cada momento entre los distintos grupos instrumentales (cuerdas, vientos, percusiones…); cada músico debía cuidar su medio de trabajo, mantener limpio y bien afinado su instrumento (ni muy tenso ni muy flojo), tener en buen estado las partituras y los programas, con las indicaciones bien señalizadas, ir aseado, puntual y bien dispuesto a los ensayos, etc.

Otra cosa fundamental e importantísima a la hora de tocar debía ser mantener cuidadosamente los tiempos (¡cómo le intrigaban a Delia los misterios del tiempo!): el compás, las pausas, la velocidad y el ritmo justos indicados por el compositor, como también el punto de intensidad de los sonidos para lograr desde el piano más suave, casi imperceptible, al fortísimo que hacía retumbar las paredes del auditorio.

Por otro lado, en lo personal, un buen músico debía trabajar siempre con una atención constante, con el oído permanentemente alerta para aprender y también para escuchar lo que hacen los demás compañeros, a fin de poderles ayudar o suplir en caso de que alguno falle.

En definitiva, Delia nos hacía ver la labor y el funcionamiento de una gran orquesta para que nos sirviera como modelo a imitar en nuestra vida cotidiana y supiéramos armonizar nuestras propias contradicciones. Decía que todo buen músico debía conocer a fondo y seguir fielmente la idea que concibió el autor de la obra que interpreta, y ya que el compositor se había tomado el trabajo de transcribirla y pasarla al papel pautado para que el mundo entero pudiera disfrutarla, lo que nunca podía hacer un intérprete era defraudar a su autor malinterpretando su composición o desestimando sus indicaciones. En resumen, ella quería que trabajáramos siempre como si cada uno de nosotros formáramos parte de un grande y buen conjunto orquestal, o sea, que mantuviéramos nuestros instrumentos —las capacidades de cada uno— en perfecto estado y mejoráramos cada día las técnicas para hacer de nuestra vida una bella obra musical.

Eso era para Delia la música y lo que quería que fuera también para nosotros: una forma de expresión del alma de cada uno. Así la sentía y la definía en un precioso artículo de la serie «Hoy vi…» que escribió hace años para nuestra revista, y del que transcribo sus palabras finales:

«Cuando por breves instantes logramos escaparnos de la rutina material del vivir con minúsculas, se abren nuestros ojos ante la inmensidad del universo que sabemos incomprensible, pero que, sin embargo, no sentimos ajeno a nuestra condición de humanos. ¿Qué es lo primero que entonces nos llama la atención? El orden, la armonía inquebrantable con que todo se desenvuelve, los sonidos incansables con que los ciclos vuelven a aparecer una y otra vez… Eso es música. Así cobran nuevo valor las palabras de los viejos filósofos que nos explicaban aquello de la “armonía de las esferas”. Así entendemos que, efectivamente, detrás de nuestros ruidos, existen sonidos bellos y encadenados que van atando sutilmente las formas universales de la vida. Así entendemos que la música que llega a nuestros oídos es apenas una sombra —y no por eso menos bella ante nuestros imperfectos sentidos— de aquella otra Música Cósmica que probablemente resonará cadenciosa e infinitamente en el Espacio.

Por eso hoy vi la música y entendí su gran secreto. Ella no es obra ni creación de los humanos, o por lo menos, no es fruto de los humanos enceguecidos y encadenados a la materia… Ella viene de lejanas regiones y se deja atrapar por los genios que, en sus raptos de inspiración, pueden ascender a las esferas de la Armonía. Estos son los hombres felices —¿verdaderamente felices?— que pueden vivir el fenómeno de elevarse hasta ese mundo superior y transcribir luego, con la desesperación de la prisa, unas notas en sus páginas, o unos acordes en sus instrumentos, que deberán resumir lo que ellos percibieron tan esclarecedoramente.

Delia y la música
Delia Steinberg en la sede de Nueva Acrópolis Madrid, 2007.

Y a nosotros nos queda el oír o el ver… el abrir esa puerta mágica que alguna vez fue secreta y hoy nos muestra el camino de la música. Los sonidos no mueren en el aire, no se desvanecen en el tiempo; basta querer ver para observarlos danzando en el espacio, repitiéndose miles de veces en la memoria. Es la armonía, que clama por sus ancestros; es la música que se presenta ante nosotros.

¿Quieres verla tú también? Hay muchos autores que la han escrito para ti… Hay muchos hombres que expresaron su verdad a través de la belleza del sonido. Y es seguro que, si dejásemos penetrar esa armonía en el fondo mismo de nuestro ser, muchas angustias serían barridas como por arte de magia: el ritmo universal habrá puesto orden en nuestro microuniverso que llamamos “hombre”».

Ese es también mi deseo, querido lector, el que hoy comparto con lo que Delia deseaba para todos los que tuvimos la alegría de conocerla y quererla: que la armonía, la belleza y el ritmo del cosmos reinen cada día en tu microcosmos, tu pequeño universo del que hoy eres el administrador y el rey.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish