La filosofía no es un discurso intelectual ni un discurrir cognitivo, sino que siempre fue en la Antigüedad, en Oriente y Occidente, un camino de vida, un camino para pasar de la ignorancia hacia la luz, de la Matrix, de la ilusión, hacia la realidad del nirvana. En este artículo vamos a relacionar ese camino con El viaje del héroe, la conocida obra de Joseph Campbell, y veremos que tienen muchas cosas en común.
¿Qué es «el viaje del héroe» de Joseph Campbell?
Para decirlo muy sencillo, es una estructura narrativa fundamentada en tres partes: 1. La partida del héroe. 2. Las pruebas del héroe y 3. El regreso del héroe al mundo ordinario, que hemos visto en muchas películas y que existe en todas las mitologías del mundo, en todas las latitudes del planeta.
Joseph Campbell investigó y descubrió el «monomito». Es decir, llegó a la conclusión de que solo existe un mito y que todos los mitos de los héroes son uno solo, que es el proceso de la vida de salir del mundo conocido, del mundo del confort, del mundo ordinario donde todas las posibilidades están en potencia pero no desarrolladas, y pasar por un lugar de pruebas donde enfrentamos monstruos, dragones, brujas, ogros. También encontramos espadas, talismanes, la copa del grial, y siempre el héroe tiene que volver a su mundo ordinario a poner en marcha, con ese don recibido del cielo o de los dioses, un mundo mejor, a través de fundar una ciudad, o de dar unas leyes, o de tener facultades curativas, terapéuticas. Por eso, el viaje del héroe y la filosofía perenne son exactamente lo mismo desde este punto de vista.
¿A qué le llamamos filosofía perenne?
Sería esa filosofía que está presente en todos los pueblos y culturas, la filosofía como búsqueda de la sabiduría y que no es propia solo de Occidente, de Europa, sino que la encontramos en todos los continentes y en todos los pueblos. Por eso, podemos hablar de la filosofía egipcia, la hindú, o de la filosofía budista, o de la griega, o también, la precolombina.
Entendemos que los hombres y las mujeres de todas las épocas han querido comprender los grandes misterios del universo: ¿qué es la vida?, ¿qué es la muerte?, ¿qué es el cosmos?, ¿qué son los planetas, las estrellas?, ¿qué relación existe entre Dios, la Divinidad o el Espíritu Puro y el mundo manifestado?, ¿qué hay más allá de la muerte?
Eso es propio de todos los pueblos y culturas, de todos los seres humanos. Incluso podemos observar que los niños, cuando nacen, o mejor dicho, cuando nacen a la vida consciente, hacen estas mismas preguntas. Cuando muere el abuelo, cuando hay una puesta de sol, ¿adónde se ha ido el sol o adónde se ha ido el abuelo?
Por lo tanto, la filosofía perenne está presente en todas las religiones del mundo y en todos los hombres y mujeres que buscaron y trajeron ciertas respuestas a esos enigmas universales.
¿Cómo se relaciona el viaje del héroe con la búsqueda del significado de la vida que se aborda en la filosofía perenne?
Se relaciona con la misma estructura, es decir, que el filósofo, el que busca el sentido de la vida, tiene que hacer lo mismo que el héroe: salir de la zona de confort, atreverse a cruzar el umbral, descender al abismo de la ignorancia, del reconocimiento de nuestra propia debilidad frente a los grandes misterios, a los grandes enigmas, y así comienza el filósofo con el famoso «Solo sé que no sé nada» de Sócrates.
Es una especie de bajada al abismo de la ignorancia y del reconocimiento, una suerte de humildad profunda, verdadera, que nos llevará a preguntar a la vida sobre esos grandes enigmas, sobre esas grandes respuestas que queremos encontrar.
Joseph Campbell habla de que todos los mitos comparten un mismo patrón.
¿Cómo se relacionan los mitos con la filosofía perenne, que trasciende todas las culturas y las religiones?
De la misma manera, vemos que el filósofo, más allá de las distintas religiones, culturas y filosofías, es como si dejara su mundo ordinario. Tiene que abandonar sus creencias culturales, la religión establecida, para ir mucho más adentro, mucho más profundo, y tratar de indagar dentro de sí, a través de técnicas, de aventuras interiores. Puede ser a través de estudios, de libros secretos, de libros olvidados, o también, a través del encuentro con un mentor, como en el viaje del héroe, que sería el maestro de filosofía, que no te lleva, no te arrastra y tampoco te obliga. Solo te indica esos mapas perennes, ancestrales, que han permitido a la mente humana o al alma, desprenderse de las ataduras formales, de las ataduras incluso, físicas, corporales, cognitivas, culturales, para volar.
Por eso Platón nos decía que el alma tiene alas, que el alma humana es un ser alado, y esas técnicas, esas enseñanzas filosóficas permitían que el alma volviera a recuperar sus alas perdidas.
Por eso a Platón lo consideramos como uno de los filósofos perennes. También él nos muestra al filósofo como un héroe, que tiene que conducir un carro que está llevado por un caballo blanco y un caballo negro, que tiene que recorrer un camino hasta la salida desde el fondo de la caverna, atravesando pruebas, obstáculos, dificultades, para salir a la luz del sol y acabar contemplando la realidad.
En la filosofía perenne, todos los filósofos nos hablan de que sí es posible ese conocimiento, esa gnosis, pero que exige una transformación o una transmutación de ese filósofo.
¿Cuáles son algunos ejemplos de mitos o historias que encajen en el modelo del viaje del héroe?
Precisamente, el mito de la caverna es un buen ejemplo, porque conecta con el viaje del héroe: la salida del mundo acostumbrado, las pruebas o dificultades, el contacto con el mundo de los dioses, de la realidad, para luego, regresar al mundo ordinario. Vemos entonces con claridad, en el mito de la caverna, cómo se une la filosofía perenne con el viaje del héroe. Pero hay muchos ejemplos.
Podríamos hablar de los neoplatónicos, como Plotino, que también nos habla de ese ascenso del alma, de la conciencia o de la mente, a través del camino de la belleza, buscando primero la belleza en los objetos físicos; luego, en los objetos ideales, en las ideas, en las virtudes, en los poderes intrínsecos del alma humana; y apoyándose, por fin, en ellos, esa alma conecta con Dios, con lo divino, para regresar, como dice Plotino, al mundo de aquí abajo para poner a disposición ese camino, compartirlo y que sea de utilidad a los congéneres de la humanidad.
En el Bhagavad Gita hindú, también encontramos la misma epopeya, el mismo periplo, donde el héroe Arjuna, gracias a su mentor Krishna, que es la divinidad misma encarnada, pasa por el infierno de la lucha, del combate contra seres conocidos, contra familiares, y después de combatir, puede comprender las leyes de la vida, de la recta acción, de la acción sin apego, y puede emancipar su alma, su conciencia, del mundo del samsara, del mundo ordinario, del mundo de los opuestos para lograr percibir la divinidad en sí, y volver, después de esa iniciación, al mundo ordinario y poner ese don al servicio de la humanidad.
¿Cuál es el papel de los arquetipos en el viaje del héroe y cómo se relacionan con la búsqueda de la verdad y la sabiduría en la filosofía perenne?
Aquí tenemos que aclarar que hay dos tipos de arquetipos: por un lado, los arquetipos divinos o los arquetipos platónicos, que serían lo bueno, lo justo, lo bello y lo verdadero. El héroe, naturalmente, busca y persigue esos cuatro arquetipos universales para darse cuenta, primero, de que tiene que buscarlos con esfuerzo, y luego, formarse o transmutarse en ellos mismos, y de alguna forma misteriosa, descubrir que la esencia pura del ser humano es un héroe, y ese héroe, en su pureza más íntima, «quitando todas las capas de cebolla», está hecho de la misma sustancia que los dioses; al fin, ese héroe será la divinidad, el dios mismo.
Los arquetipos platónicos juegan el papel de un imán o de un atractor poderoso que nos van guiando, nos van llevando a lo largo del camino, porque son la meta. Pero hay otro tipo de arquetipos, los arquetipos de Jung, de la psicología analítica, que serían parecidos a los dioses olímpicos. Esos arquetipos o esos dioses tienen luces y sombras, tienen virtudes y defectos, serían arquetipos anímicos, psicológicos o del alma del mundo.
También el héroe, tanto el filósofo como el héroe de Joseph Campbell, se enfrenta a esos arquetipos psicológicos. ¿Qué quiere decir esto? Pues que el filósofo, en su fuero interno, ha de combatir con el arquetipo del dios, encarnado en Zeus, con su parte luminosa y su parte sombría, es decir, aceptar la ley, someterse a la ley y a la voluntad, pero a la vez, también tiene que desafiarla, tiene que ver la parte negativa de la obediencia ciega a la ley. En cuanto al arquetipo de la gran diosa, de la misma manera, tiene que obedecerla, amarla, integrarla, pero también rechazar la parte del amor ciego, el amor que abraza hasta matar, el amor posesivo, el amor asfixiante.
Vemos que hay dos niveles, un nivel heroico, psicológico, donde combatimos los arquetipos del inconsciente colectivo, los arquetipos psicológicos, y un nivel platónico o un nivel espiritual, donde esos arquetipos ya se han purificado y, ahora, esos arquetipos ya son lo bueno en sí, lo bello en sí, lo justo en sí y lo verdadero.
Al fin, el héroe o el filósofo reciben o experimentan su apotheosis (apoteosis), «hacer divino», y sería como esa experiencia del filósofo de todas las filosofías perennes, como el neoplatonismo, el budismo o el sufismo islámico.
Todos los filósofos de diferentes costumbres, culturas y religiones han experimentado en mayor o menor medida esa apoteosis, que siempre genera rechazo en los religiosos tradicionales. ¿Por qué? Porque es ahí cuando el filósofo o el místico descubre que Dios y él son la misma cosa. Es la divinización del héroe en todos los mitos de la mitología universal.
Esa divinización trae aparejada también una serie de peligros y es, además, una prueba en sí misma Quiere decir que no acaba ahí la aventura del filósofo ni del héroe, sino que volverá al mundo ordinario para poner en práctica en la vida cotidiana esa vivencia, esa toma de conciencia o esa experiencia cumbre. Pero no se va a quedar ahí, sino que va a tener que volver al mundo extraordinario, al mundo divino y al mundo ordinario muchas veces, cuantas sea necesario hasta que toda su naturaleza humana quede purificada, catártica, purgada.
La filosofía perenne, como nos muestran los pitagóricos, los neoplatónicos o los estoicos, considera que el ser humano tiene un parentesco con las bestias, con los animales, con la parte biológica. No lo considera como algo malo en sí, pero sí que el ser humano tiene la habilidad, la potestad y la oportunidad de emanciparse de esos instintos básicos o animales, que son algo a cabalgar, lo que se llama «cabalgar el tigre» o «cabalgar el dragón» para utilizar esas fuerzas telúricas ancestrales, milenarias, en pos de la construcción de la civilización y de la conciencia humana-divina.
¿Cómo pueden las personas aplicar los principios del viaje del héroe y la filosofía perenne en sus vidas?
Podríamos decir: «¡Busca tu escuela de filosofía! ¡Busca cerca de ti una casa de filósofos, una escuela o una tradición que te conecte con esa necesidad de disciplina, de salir de la zona de confort!».
Se puede comenzar por investigar en los libros clásicos de filosofía, que siempre van a permitirnos elevar la conciencia y nos van a mostrar caminos de conducta, que es la manera de empezar a caminar.
Siempre vamos a encontrar propuestas como, por ejemplo, en el Noble Óctuple Sendero budista de rectitud o, por ejemplo, en la cábala hebrea, o en la filosofía estoica, porque lo que esas filosofías requieren primero de nosotros es recorrer un camino ético.
Es decir, primero va la parte de la costumbre en el día a día, que sería rectificar la vida cotidiana a través de la moral y de la ética a través de una serie de preceptos filosóficos disciplinados, a los cuales apegarse para ir rectificando la vida habitual. Luego viene la parte propiamente filosófica, que sería el contacto con esas leyes de la naturaleza y con esos preceptos de oro, unos preceptos universales que son muy difíciles de vivir y de encarnar, pero que son el faro, la luz que guían al filósofo. Y ya, por fin, viene la dimensión espiritual.
Podríamos decir, entonces, que viene, primero, lo moral o lo ético; segundo, lo filosófico; y tercero, lo espiritual, lo místico o lo sagrado.
La profesora Delia Steinberg Guzmán nos habla, en su obra El héroe cotidiano, de esos mismos tres niveles: que primero, es necesario ser héroes en la vida cotidiana, en el día a día e ir atreviéndonos en las pequeñas cosas, ir saliendo de la zona de confort física, emocional y mental, con una firme determinación de convertirnos en esos héroes. En verdad lo somos en la vida cotidiana, pero no nos atrevemos a vivirlo. Joseph Campbell habló de la importancia de «seguir la llamada», de seguir esa llamada de los dioses.
¿Cómo se relaciona esto con la búsqueda espiritual de la filosofía perenne?
En la filosofía espiritual, la filosofía perenne, se produce esa llamada al despertar, a salir de lo conocido. Por desgracia, sabemos que esa llamada se produce a través del dolor. ¿Por qué? Porque el ser humano es un ser bastante tamásico, bastante dado a la inercia, a la comodidad. Y el dolor resultaría ser como un mecanismo de la naturaleza, un mecanismo universal, que sería «vehículo de conciencia», como dicen los budistas.
Por eso, una enfermedad, la muerte de un ser querido, una pérdida muy grande, tener que cambiar de trabajo, de ciudad o de país, es una especie de dolor que, si somos filósofos, si filosofamos con ello, puede ser utilizado como esa llamada al despertar. De esta manera, el dolor, el sufrimiento, se convertiría en ese despertador que nos permitiría salir de la comodidad.
Lo mismo le pasó al príncipe Sidharta: él recibió la llamada para salir de la zona de confort, de su palacio, de los lujos y de los placeres. Él recibió la llamada a través de una conmoción muy dolorosa, que fue el encuentro por primera vez con la vejez, ya que halló a un viejo paseando por fuera de las murallas; descubrió también la muerte, pues se cruzó con un muerto que iban a incinerar; y encontró también la enfermedad.
Esos tres choques providenciales son una manera simbólica, arquetípica o heroica de decirnos a todos nosotros que si aprovechamos nuestro contacto con la enfermedad, con la vejez y con la muerte, podemos utilizarlos para decir «¡basta!», ya no quiero más comodidad, ya no quiero días repetidos, ya no quiero que se repita todo otra vez como ayer y como antes de ayer, estoy harto de esta vida. ¿No habrá otra manera de vivir? ¿No habrá algo mejor? He ahí que el héroe se va despertando con ese «¡basta!», con ese, «¡no quiero sufrir más!».
A veces es un sufrimiento sutil, existencial, profundo, y también produce mucho sufrimiento ver las noticias, lo que está pasando en el mundo, un mundo cada vez más loco, más desquiciado, donde los Gobiernos y los políticos, en lugar de proteger y ayudar a sus pueblos propiciando la paz entre ellos, promueven guerras, divisiones, corrupción y ellos mismos son ejemplos de corrupción y de maldad, de falta de orden, de previsión.
Aprovechemos, entonces, todos esos impactos en la conciencia que producen las malas noticias de «los medios de desinformación» para despertar y decir «basta, no quiero seguir viviendo una vida de comodidad o de conformismo». Ahí despierta el héroe que hay dentro de nosotros.
¿Qué obstáculos o desafíos comunes enfrentan las personas en su propio viaje del héroe? ¿Cómo pueden superarlos a la luz de la filosofía perenne?
Epicteto, el gran filósofo estoico, diría que los obstáculos son numerosos. Somos como Hércules o como un boxeador, tendremos que entrenar duro, porque los obstáculos son la pereza, el miedo, el odio, el qué dirán, la vergüenza, el señalamiento por parte de los que no comparten los ideales heroicos.
Es decir, los obstáculos serán, para resumirlo, los mismos que tiene un campeón olímpico. Tiene que luchar contra la pereza, la comodidad, contra el haber logrado cosas, el conformarse con los premios adquiridos, y ese campeón olímpico, diría Epicteto, tiene que luchar contra sí mismo, sobre todo, contra sus propias fuerzas interiores paralizadoras u oscurecedoras.
Los obstáculos siempre son interiores, nunca son exteriores. El verdadero héroe cotidiano lucha contra sí mismo y combate contra sus enemigos internos, nunca contra los enemigos exteriores, que son nada más que reflejos de la propia vida interior todavía no vencida.
Esto es una invitación a desarrollar ese héroe interior, pero no en contra de nadie de afuera, aunque afuera, claro, hay injusticias y corrupción. Diría Epicteto que eso no depende de nosotros, no es nuestro problema. El problema no es luchar contra el emperador, el problema no es luchar contra las leyes injustas, que vienen dictadas por las órdenes del emperador corrupto, sino que tenemos un ámbito mucho más cercano, el que está entre un brazo y el otro, el que podemos abarcar con nuestras propias fuerzas, y ese es el ámbito de la vida cotidiana y de la guerra interior total, contra las propias fuerzas interiores oscuras, que son el descreimiento, la falta de fe, de convicciones, la comodidad y el aburguesamiento en una sociedad por completo distópica, enferma y patogénica.
¿Cuál es el mensaje clave que Joseph Campbell y la filosofía perenne tienen para ofrecer a aquellos que buscan un mayor entendimiento de sí mismos y del mundo que les rodea?
No lo sé, pero podríamos intentar sintetizarlo todo en una frase: «tú eres un héroe, tú tienes dentro un poder inmenso, seas hombre, mujer o lo que seas, tengas la edad que tengas y estés donde estés, en cualquier país. Todos los países tienen problemas, están saturados de conflictos, de divisiones, de falta de amor, de fraternidad entre los seres humanos y allá donde tú estés, tú eres un héroe. Ese sería el mensaje: «¡despierta, por favor!», y que cada vez seamos muchos más. ¡Despierta!
Que aporte tan importante el de Platón, el de Josep Cambelt y la manera tan sensilla de expresar el monomito del Viaje del Héroe en este artículo. Gracias!