Ciencia — 1 de febrero de 2024 at 00:00

Miguel Servet: científico, pero hereje

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Miguel Servet

Miguel Servet fue un teólogo y científico español que vivió en la primera mitad del siglo XVI. Conocido también como Miguel de Villanueva, Michel de Villeneuve o, en latín, Michael Servetus, su nombre era Miguel Serveto y Conesa, alias «Revés».

Fue un destacado humanista, basando sus conocimientos en la Antigüedad clásica. Hombre de amplia mirada, sus intereses abarcaban diversas ciencias: astronomía, meteorología, geografía, jurisprudencia, teología, física, matemáticas, anatomía o medicina. Su fama y posterior reconocimiento se deben sobre todo a su trabajo sobre la circulación pulmonar, descrita en su obra Christianismi Restitutio. Participó en la Reforma protestante y desarrolló una tesis contraria al dogma de la Trinidad. Al final, repudiado tanto por católicos como protestantes, fue arrestado en Ginebra, sometido a juicio y condenado a morir en la hoguera.

 

Biografía

Su nombre verdadero es Miguel Serveto Conesa, alias «Revés». Sus primeros libros, publicados en 1531 y 1532, De trinitatis erroribus y Dialogorum, los firma como Michaelem Serveto. Sin embargo, su tercer libro, publicado en Lyon en 1536, In Leonardo Fuchsium Apologia, está firmado como Michaele Villanovano. Cuando todavía no había sido perseguido por hereje, firmaba como Michele Serveto. Las persecuciones le obligan, además, a omitir su lugar de nacimiento. Cuando es procesado en París por su libro de astrología Apologetica disceptatio pro astrologia, se le cita como el estudiante de Medicina Michael Vilanovanus, español de Navarra, natural de Tudela. Cinco años más tarde, al ser procesado, mantiene ese nombre. Solo al final de su vida, en el juicio de Ginebra, habiendo Calvino descubierto que tanto Serveto como Villanovanus eran la misma persona, reconoce su verdadero nombre.

Estudios recientes afirman que nació en Villanueva de Sijena, corona de Aragón. Aunque no se sabe con exactitud su fecha de nacimiento, se cree que fue en el año 1511. Tal afirmación se basa en su confesión del proceso de Viena del Delfinado en Francia, en 1553, donde dijo tener cuarenta y dos años, y que cuando escribió el libro sobre la Trinidad tenía veintidós años.

Hijo del notario Antón Serveto y de Catalina Conesa, tenía dos hermanos: Pedro, también notario, y Juan, que se hizo sacerdote. Su alias «Revés» viene del apodo que tenía la familia, que se trasladó desde Tudela a Villanueva de Sijena cuando Servet era aún muy niño. Diversas fuentes afirman que la suya era una familia de judíos conversos, hecho que le causó más de una persecución.

No está muy claro si Servet, ya jovencito, continúa sus estudios en Zaragoza o en Lleida. Lo que sí se sabe seguro es que, posteriormente, acaba en Barcelona, donde conoce al fraile franciscano Juan de Quintana, el cual le aceptará como pupilo. Quintana, quien llegaría a ser confesor de Carlos I, tenía un carácter marcadamente humanista, y va a ejercer una gran influencia en la vida y en el pensamiento de Servet. Tras una estancia para realizar estudios de Derecho en Toulouse (Francia), donde entra por primera vez en contacto con círculos próximos a la Reforma, Servet viaja con Quintana por Italia y Alemania como parte del séquito imperial y presencia la coronación de Carlos V como emperador en Bolonia (1530).

La ceremonia de coronación es una clara ostentación de lujo, pompa y esplendor. No solo brilla la plata, el oro y las piedras preciosas del rey y su corte; tampoco el papa y los cardenales se quedan atrás, de los que Servet va a criticar duramente su corrupción. Tal hecho le lleva a mayores disensiones en temas doctrinales con la Iglesia establecida, llegando a decir del papa que es el anticristo, y a no dar crédito a las indulgencias otorgadas como parte de la coronación, porque no las consideraba como capaces de llegar al perdón de sus pecados.

 

De Trinitatis erroribus (De los errores acerca de la Trinidad)

Posteriormente abandona a Quintana e inicia un recorrido por varias ciudades europeas afines al protestantismo naciente. Establece una relación cada vez más difícil y polémica con algunos líderes reformadores, como Ecolampadio de Basilea. Más tarde se dirige a Estrasburgo, donde se relaciona con Bucer, y a Hagenau, importante ciudad de Alsacia. El libro de la controversia es escrito por Servet en 1531, a los veinte años de edad, y pone de manifiesto su profunda erudición teológica, a pesar de su temprana edad. De Trinitatis erroribus (De los errores acerca de la Trinidad) lo firma con su nombre completo, al considerar que no era peligroso. Este pequeño libro de 119 páginas distribuidas en siete capítulos también se ha traducido al inglés y al holandés.

La obra produjo gran escándalo entre los reformadores alemanes. Tampoco sentó bien en su patria, ya que Servet tuvo la osadía de enviar una copia al obispo de Zaragoza, quien no tardó en solicitar la intervención de la Inquisición. En la obra, Servet argumenta que el dogma de la Trinidad carece de base bíblica, ya que no se halla en las Escrituras, sino que es fruto posterior de elucubraciones de «filósofos cristianos». Basándose en citas de la Biblia, Servet concluye que Jesús es hombre en tanto que nacido de mujer, por más que su nacimiento fuese milagroso. A su vez, Jesús es también hijo de Dios, en tanto que su nacimiento es el fruto de la fecundación de la Virgen María por el Logos divino. Para Servet, Cristo podía ser Dios sin dejar de ser hombre, porque no había antagonismo.

Servet niega, por lo tanto, que el Hijo sea eterno, ya que fue engendrado como tal en la encarnación, aunque es divino por gracia de Dios, su Padre. Tampoco es, pues, una persona de la Trinidad, cuya existencia niega vehementemente definiéndola como «tres fantasmas» o «cancerbero de tres cabezas». De igual manera, califica a los que creen en tal doctrina como «ateos», es decir, «sin Dios» y «triteístas». Para Servet, el Espíritu Santo no sería una tercera persona trinitaria, sino la fuerza o manifestación del espíritu de Dios tal como actúa en el mundo a través de los hombres.

El libro se propaga no solo en Hagenau y Estrasburgo, sino en toda Europa, a lo que ayudó personalmente Servet remitiendo ejemplares a sus amigos de Italia y España. También envió una copia a Erasmo de Róterdam, que no lo aprobaba, por ser una nueva fuente de discordia. Surgen entonces detractores del libro en Estrasburgo, Zurich, Basilea, Berna y diversas ciudades europeas. Hasta el propio Bucer le advierte que si los magistrados de Estrasburgo le descubren, no tolerarían su presencia. Por esa razón, Servet tiene que marchar a Basilea, pero a partir de aquí la persecución va a ser constante.

Miguel Servet

 

Diálogos sobre la Trinidad y De la justicia

Diálogos sobre la Trinidad, estructurada en dos libros, se presenta como una conversación ficticia entre dos personajes: Miguel (el propio autor) y un tal Petrucho. Servet la escribe para aclarar las dudas e inquietudes sembradas por su obra anterior, que, según él, se deben «a mi propia impericia y a la negligencia del tipógrafo». A diferencia de su obra anterior, Servet dice que Jesús no es solo divino por gracia, sino también por naturaleza, aunque aclara que solo en tanto que participa de la sustancia divina de su Padre.

El opúsculo De la justicia del reino de Dios, incluido al final, explica entre otras cosas la complementariedad entre fe y caridad. Aunque la justificación del creyente es solo por la fe, la caridad y las buenas obras son encomiables y complacen a Dios. En este aspecto, Servet presenta un punto de vista que se diferencia claramente de Lutero y otros reformadores protestantes. Al final del libro, se encuentra uno de los textos por los que Servet es considerado como un defensor de la tolerancia y la libertad de conciencia, ya que afirma que:

«… ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo… Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente en la iglesia contendiendo en deseo de profetizar» (Servet, De la justicia).

 

Periplo y ocultación

Inicialmente, Miguel Servet se dirigió a París. Allá mantiene contacto con Juan Calvino. Un encuentro frustrado entre los dos (no llegó a realizarse) se transformó en el inicio de una relación epistolar entre ambos. Calvino no estaba de acuerdo con las ideas de Servet y trataba de convencerlo de sus errores. Esta relación, ya entonces bastante tirante, acabaría por condicionar el futuro de Servet. En un intento de evitar las persecuciones de la Inquisición, Servet se dirigió a Lyon con una nueva identidad, Michel de Villeneuve, originario de Tudela de Navarra. Estuvo empleado en una imprenta como corrector de pruebas. En 1535 le encargaron la publicación y anotación de la Geografía de Claudio Ptolomeo, lo que llevó a cabo dando pruebas de su gran erudición.

Se afirma que su etapa en Lyon fue la más feliz de su vida. Allá conoció a Symphorien Champier. Hombre de amplios conocimientos (era médico, teólogo y botánico), Champier fue quien animó a Servet a estudiar medicina. También en esta época, trabajando como corrector en la imprenta y valiéndose de su enorme cultura y conocimientos de latín y griego, Servet se encarga de la corrección de obras de Galeno y de Hipócrates.

En 1537 se matriculó en la Universidad de París para estudiar Medicina. Allí estudió junto a los grandes médicos de la época, enseñando Matemáticas y Medicina en la Universidad. Complementa sus estudios con Andreas Vesalius, el fundador de la anatomía moderna. Sin embargo, pronto se encontró en dificultades, puesto que dictó un curso de astrología, en el que defendió la influencia de las estrellas en los eventos futuros (astrología judiciaria), lo cual, junto con un opúsculo en el que describió el uso de jarabes para administrar los remedios de la época, le enfrentó con la comunidad universitaria.

Dejó de nuevo París y residió en diversas localidades de Francia, hasta que en Lyon se reencontró con el arzobispo de Viena del Delfinado, Pierre Palmier, al que había tenido como alumno en París. De esta forma entró a su servicio como médico personal en 1541. Llega a pertenecer a la cofradía de san Lucas para farmacia y cuidados médicos y, posteriormente, ocupa el puesto de prior médico. Entre 1540 y 1545, Servet se ocupó en la corrección de la Biblia en siete volúmenes, que acaban publicándose en agosto de 1545.

 

La circulación pulmonar

En Viena del Delfinado, Servet se dedica a proseguir sus estudios y publicaciones y prepara en secreto la que será su obra cumbre. Prosigue su correspondencia con Calvino, a quien envía una primera versión de su libro, Christianismi Restitutio (Restitución del cristianismo). El libro, de clara influencia neoplatónica, tiene un carácter fundamentalmente teológico. El concepto de cristianismo ahí expuesto es cercano al panteísmo. Para Servet, Cristo está en todas las cosas. El mundo está lleno con él.

Servet se mostraba también contrario al bautismo de los niños. Según él, el bautismo debe ser un acto maduro y consciente de discipulado cristiano. Estas ideas se acercan a las posiciones de los protestantes anabaptistas. Sobre la edad adecuada para recibir el bautismo, sugirió seguir el ejemplo de Jesús: «Jesucristo fue él mismo bautizado cerca de los treinta años». Sin embargo, el libro pasaría a la posteridad por contener en su Libro V la primera exposición en el Occidente cristiano de la función de la circulación pulmonar o menor. Servet afirma que la sangre es transmitida por la arteria pulmonar a la vena pulmonar por un paso prolongado a través de los pulmones, en cuyo curso se torna de color rojo y se libera «de los vapores fuliginosos por el acto de la espiración». Tan trascendental descubrimiento pasó desapercibido por mucho tiempo; solo en 1694, Guillermo Wooton lo rescata, dándole así la primacía del descubrimiento.

Servet sostenía que el alma era una emanación de la Divinidad y que tenía como sede la sangre. Gracias a la sangre, el alma podía estar diseminada por todo el cuerpo, pudiendo asumir así el hombre su condición divina. Por tanto, los descubrimientos relativos a la circulación de la sangre tenían un impulso más religioso que científico. De ahí que la descripción de la circulación pulmonar esté dentro de una obra de teología y no de una de fisiología. Para Servet no había diferencia entre ambos ámbitos, dado que todo obedecía a un mismo gran designio divino.

Es el primero en decir que hay circulación y que la sangre sale del ventrículo derecho para ir a los pulmones, en donde se mezcla con el aire inspirado, y luego vuelve al ventrículo izquierdo. Como en esta época no se conocía el oxígeno, Servet lo llama «espíritu vital». Además, Servet recalca que no hay entre las paredes ventriculares ningún tipo de poros por los que atraviese la sangre (como decía Galeno), sino que son estancos. Proponía que, dado el volumen de la arteria pulmonar, esta era la encargada de llevar la sangre a los pulmones. Según él, no se trataba de que sirviese solo para alimentarlos, sino que servía para trasladar el total del volumen sanguíneo en este nuevo circuito circulatorio recién descubierto.

Algunos autores afirman que otros habían llegado a las mismas conclusiones con anterioridad: uno de ellos sería un médico árabe-egipcio, Ibn An Nafis. Alrededor del año 1245, un coetáneo de Nafis presentaría los estudios de este médico al emir de Damasco. Los escritos que lo corroboran se habrían redescubierto en los archivos de la biblioteca de Damasco solamente a finales del siglo XIX. En respuesta a la versión de Restitución del cristianismo que le había enviado Servet, Calvino le invita a leer su propio libro, Institutio religionis Christianae (Institución de la religión cristiana), publicado en 1536. Servet leyó el libro de Calvino e hizo anotaciones muy críticas en los márgenes del libro, devolviéndole la copia corregida. Calvino se enfadó enormemente, avisando a Servet que si ponía los pies en Ginebra «no saldría vivo de ella».

En medio de un gran escándalo, finalmente, Restitución del cristianismo es publicado anónimamente a principios de 1553. Un calvinista de Ginebra escribe a un amigo católico revelándole que el autor del libro es el hereje Miguel Servet, oculto bajo la falsa identidad de Villeneuve. Se sospecha que detrás de esta denuncia podría estar el propio Calvino. La Inquisición de Lyon recibe la correspondencia intercambiada entre ellos, deteniendo, interrogando y encarcelando a Servet. A principios de abril, Servet logra escaparse y el 17 de junio es sentenciado a muerte in absentia, siendo quemado en efigie.

Miguel Servet

 

Juicio en Ginebra y muerte

Dicha sentencia fue el preludio de lo que pasaría meses después. En agosto, Servet, de camino hacia Italia, es detenido cuando hacía escala en Ginebra. La ciudad se regía por los principios de la Reforma, tal como Calvino los había definido en sus Ordenanzas eclesiásticas. Servet fue detenido y juzgado por herejía por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta. Servet sufrió grandes penalidades durante su cautiverio, como atestigua su carta al Consejo de Ginebra de 15 de septiembre de 1553. Durante el juicio, sostuvo diversos debates de carácter teológico. Durante este período Servet escribe una última alegación en la que culpa a Calvino de hacer acusaciones falsas de herejía contra él y solicita que también sea detenido e interrogado como él.

Finalizado el proceso formal, Servet fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera el 27 de octubre de 1553. En una carta fechada el día anterior, Calvino comentaba a Farel que Servet iba a ser condenado sin discusión y conducido al suplicio, y aseguraba que él había intentado cambiar la forma de su ejecución, aunque inútilmente. La sentencia dictada en su contra por el Consejo de Ginebra dice: «Contra Miguel Servet del reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes. Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo».

 

El impacto de la ejecución de Servet

Los sucesos que acarrearon el juicio y muerte de Miguel Servet se han considerado como punto de arranque de la discusión que condujo al reconocimiento de la libertad de pensamiento y de expresión de las ideas. Las Iglesias unitarias, surgidas de los movimientos antitrinitarios del siglo XVI y posteriores, consideran a Servet su pionero y primer mártir.

La ejecución de Servet escandalizó a muchos pensadores de toda Europa. Especialmente en el ámbito protestante, rechazaban que se matara por razones de fe. El anabaptista David Joris escribió: «la verdadera Iglesia no es la que persigue, sino la perseguida». Sebastián Castellion, defendiendo la figura de Servet afirma: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre». Siglos después, a partir de mediados del siglo XIX, Servet comenzó a ser reivindicado por partidarios del librepensamiento, que veían en su ejecución una prueba de los peligros que conlleva el fanatismo religioso.

Marian Hillar, filósofo y teólogo, estudioso de la obra de Servet, afirma en su obra The Case of Michael ServetusThe Turning Point in the Struggle for Freedom of Conscience: «Fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes desde el siglo IV d. C. Históricamente hablando, con la muerte de Servet, la libertad de conciencia acabó convirtiéndose en un derecho civil en la sociedad moderna

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