Presentación
Soy Giovani Pico della Mirandola, la historia me cita como varón de ingenio prodigioso y usque ad miráculum, consumadamente perfecto en todas las ciencias, artes y lenguas, pero yo me considero un filósofo que con recta razón discierne.
Mi vida, aunque breve, fue bañada por el entusiasmo, por un fuego abrasador que me llevó a buscar allá donde el conocimiento se encontrase. Recuerdo agradecido a todos mis mentores, que me aportaron enseñanzas y fueron fuente de inspiración para modelar mi espíritu y convertirlo en el depositario de sus ciencias y sabiduría.
Podría hablaros de las minuciosas investigaciones eclécticas que manuscribí en mis tesis y su preámbulo, Oratio de hominis dignitate («Discurso sobre la dignidad del hombre»), redactado con la esperanza de erradicar la oscuridad mental con la dialéctica, refrenar con la ciencia moral el ímpetu de las pasiones, purificar el alma y limpiar el corazón de vicios y rasgos inmorales para acceder a la perfección y que volviera a brillar το τηειον [to theion], esto es, «lo divino», emblema característico de los platónicos.
«Movido por esta razón, he querido presentar las conclusiones, no de una sola doctrina (como hubiera agradado a algunos) sino de todas, de modo que, de la confrontación de muchas escuelas y de la discusión de múltiples filosofías, ese “fulgor de la verdad” del que habla Platón en las Cartas, resplandezca en nuestras almas más claramente como sol naciente desde el cielo».
Por tanto, pido a Baco, el señor de las musas, que trate de inspirar estas palabras y me permitan ser su digno heraldo.
Las novecientas tesis
Esta introducción podría asemejarse a alguno de los discursos que Pico tuvo la audacia de proponer en el gran «concilio filosófico internacional», donde debería haberse debatido sobre los misterios más altos de la teología cristiana y las doctrinas más profundas de la filosofía. Esto acontece en la Roma de 1486, cuando della Mirandola, con tan solo veinticuatro años, expuso en un cartel sus 900 tesis cabalistas, comprometiéndose a defenderlas en presencia de cuantos eruditos europeos quisieran acudir a la Ciudad Eterna, prometiéndoles de antemano costearles los gastos del viaje.
El contenido de la disputa pretendía ser una recopilación exhaustiva de todos los conocimientos habidos hasta el momento, y, aunque solamente fueron impugnadas trece proposiciones de novecientos escritos, el papa Inocencio VIII suspendió la disputa con el documento Cum ex iniuncto nobis, y creó una comisión pontificia al vincularlas con la magia cabalística y ser «sospechosas de herejía», a lo que Pico respondió con una apología en defensa de sus tesis «condenadas» que obligó al papa a prohibirlas todas.
Pico tuvo que huir a Francia, donde fue detenido y encarcelado en la cárcel de Vincennes como hereje en 1488. Perdonado y liberado por Carlos VIII, por intercesión de Lorenzo de Médicis, volvió a Florencia y colaboró en la Academia Florentina con Ficino.
La historia volvía a repetirse y la implacable «maquinaria» de la Inquisición se ponía en marcha nuevamente para ejecutar su autoridad ante los librepensadores. Su razón de ser era salvaguardar la doctrina y, por ello, no permitía que se expusieran argumentos racionales en contra del poder eclesiástico y estatal autoritarios, pues la única verdad para esta época seguía siendo la religiosa. Pero algo empezaba a agrietarse en esta ya caduca Edad Media, pues la filosofía y la ciencia iban desprendiéndose de la teología de la Iglesia, de manera que, piedra a piedra, se estaba construyendo un nuevo florecer de la humanidad mediante importantes transformaciones entre los siglos XV y XVI.
En esta espiral histórica nació Giovanni Pico un 24 de febrero de 1463 en el castillo de Mirándola, muriendo a la temprana edad de treinta y un años. Pero esta prematura muerte no le impidió vivir con apasionada intensidad, alternando alegrías y decepciones, amores y desamores, momentos de exaltación y de serenidad. Ya era consciente de que ni las calumnias ni los dardos malignos de los enemigos podrían hacerle callar, pues gracias al estudio de la filosofía se atrevió a dialogar con su propia conciencia y a no depender de los juicios de otras personas, sino a estar atento por sí mismo para no sucumbir a la maldad.
Imbuido de este espíritu humanista, ya vislumbró que los momentos históricos no solo se modificaban en los manuscritos, sino que se precisaba de la audacia e inteligencia para poder tender un puente entre la Edad Media y la Edad Moderna.
Esta incipiente «ingeniería filosófica» fue transportada desde la Italia de la segunda mitad del s. XIV a toda Europa, al manifestarse una nueva concepción del mundo, de la vida y del ser humano. Se avecinaba un cambio frente al pensamiento medieval, que se interpretó como un «renacimiento», un retorno al principio del antiguo espíritu clásico que ya se había perdido.
La profesora Delia Steinberg nos aporta una magnífica síntesis de este florecimiento que supuso este Renacimiento en todos los campos de la filosofía, el arte y la ciencia.
«Se vuelve a fundamentar en la esencia de las civilizaciones clásicas, especialmente la griega y la romana, pero sin repetir esquemas anteriores.
El pensamiento se desarrolla bajo nuevas perspectivas, dejando de lado dogmas esclavizadores, y abriéndose a nuevos descubrimientos o tal vez, “redescubrimientos”.
Hay un acercamiento a la naturaleza con una necesidad imperiosa de comprender sus leyes y de sentirse parte de la totalidad del universo. El ser humano se siente más libre y, al mismo tiempo, comprende mejor su imbricación en el cosmos.
También la historia adquiere gran importancia. Ya no se trata de borrar el pasado o de olvidarlo, sino de asumirlo y extraer las suficientes experiencias como para poder elaborar el futuro con más conocimientos y más inteligencia.
Hay una búsqueda de la felicidad, no basada en el excesivo cuidado corporal ni en ascetismos exagerados, sino en vivencias más sutiles en relación con el alma. De allí el resurgimiento de la moralidad y de la formación indispensable para alcanzar una mayor altura espiritual» (El Renacimiento y el ser humano).
En definitiva, este Renacimiento promovió el «hombre en acción», en todos los planos.
Acciones como las de Marsilio Ficino en 1462 que, con el apoyo de los Médici, rescataron la Academia platónica traduciendo a Platón y a Plotino, fundador del neoplatonismo. O de nuestro conde de la concordia della Mirandola, cuando presentó su Oratio de hominis dignitate («Discurso sobre la dignidad del hombre»), considerado como el himno del Renacimiento italiano, donde recalcó especialmente el valor central y absoluto del ser humano al estar dotado del don de la libertad y poder elegir su destino con su capacidad ilimitada de conocimientos.
«Al hombre, desde su nacimiento, el Padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida y, según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se replegará en el centro de su unidad, transformado en un espíritu a solas con Dios, en la solitaria oscuridad del Padre —él, que fue colocado sobre todas las cosas— y las sobrepujará a todas» (Discurso sobre la dignidad del hombre)».
La grandeza de este renacentista es que concibió la idea de que el ser humano podía dejar de ser un espectador pasivo de un mundo inmóvil, sometido a un orden que se le ha impuesto, y tornarse en actor y creador en un mundo dinámico con infinitas posibilidades para modelar su condición humana. De ahí que propuso mediante sus obras entrelazar la retórica y la filosofía con lo metafísico.
Así, vemos que en Pico se entrecruzan el poder indagador de la razón para combinar la corriente teológica y filosófica medieval con la luz del intelecto de la incipiente modernidad y la filosofía atemporal. Es un amante de la verdad, un incansable defensor de la concordia de los saberes. Algunos de sus comentadores califican su obra De ente et como la voz apaciguadora entre los platónicos y aristotélicos para conseguir la «paz filosófica» y la «concordia religiosa», entre estas dos tradiciones filosóficas que estaban continuamente enfrentadas.
«Y como los que piensan que Aristóteles disiente de Platón disienten igualmente de mí, que me empleo en dar una filosofía que concuerda a los dos, me rogabas te dijera cómo se defiende en aquel tema a Aristóteles, y cómo concuerda con su maestro Platón. Dije entonces lo que me vino a la mente, más bien en confirmación de lo que tú respondiste en la disputa aduciendo algo nuevo. Pero se ve que no te basta. Me pides ahora que, aunque voy a escribir más detenidamente en la Platonis Aristotelisque Concordia que ahora estoy dando a luz, toque en un breve comentario aquello que entonces hablé libremente sobre esta cuestión» (Pico de la Mirándola. Del Ente y del Uno, 159-160).
Este es otro de los aspectos fundamentales que queremos remarcar de los humanistas, y es que para llevar a cabo su idea de la evolución del mundo y de las sociedades, había que basarse en una buena y culta educación, con la que el individuo se volviera más independiente, más digno y humano, gracias al desarrollo del espíritu crítico y la aplicación de las ciencias.
Tal vez la clave está en el mismo concepto de renacimiento, pero antes de que renazca la historia debe ser el propio ser humano quien lo haga, como nos propone Giovanni della Mirandola, en su discurso Sobre la dignidad del hombre.
Este ser de índole divina nos recuerda que estamos dotados de conciencia y que tenemos la posibilidad de discernir y elegir, cosa que no pueden hacer las piedras, plantas o los animales. Y pudiendo escoger, ¿dejaremos de lado esta maravillosa opción del renacimiento, de volver a nacer?
Es volver a vivir aprovechando cada día para renacer en los muchos renacimientos que nos deparará la historia.
«Estas son las razones, venerados padres, que no solo me alentaron, sino que me impulsaron al estudio de la filosofía» (Giovanni Pico della Mirandola).
Bibliografía
«El Renacimiento y el ser humano». Boletín 426, marzo de 2015. Delia Steinberg Guzmán.
Los motores ocultos del Renacimiento. Editorial NA.
Giovanni Pico della Mirandola. Las 900 tesis. Universidad Nacional Autónoma de México en 2014, Coordinación de Humanidades.
Giovanni Pico della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre, traducción de Adolfo Ruiz Díaz. Universidad Nacional Autónoma de México en 2003. Revista Digital Universitaria.
Ensayos para pensar. Giovanni Pico della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre. Editorial π.
Pico de la Mirándola. Del Ente y del Uno.