Arte — 1 de febrero de 2025 at 00:00

La Torre Picasso (Arde Bogotá)

por

Arde Bogotá

 

Hay momentos en los que los miembros de una banda se complementan perfectamente y aparece la magia. Cuando esto sucede nos encontramos con una obra maestra como la canción protagonista de hoy. Musicalmente, está repleta de momentos de tremenda belleza. Guitarras limpias que recuerdan los sonidos del gran Juan Valdivia (Héroes del Silencio), junto a sonidos más contundentes, ¿Pearl Jam? Pasajes atmosféricos cercanos al progresivo (guitarra de doble mástil) y la psicodelia, y sobre todo ¡ocho minutos de puro rock! Precisamente es destacable la duración de la composición cuando, en general, se buscan canciones más cortas que lleguen fácilmente al consumidor.

La Torre Picasso fue durante un tiempo el edificio más alto de España. Con sus más de 6000 trabajadores es un símbolo del mundo empresarial. No en vano, grandes colosos como Zara, Google, HSBC y otros viven entre sus 70.000 m2.

Arde Bogotá utiliza este emblemático edificio como una metáfora de lo que representa el modo de vida actual. Aparece el estrés, la ansiedad, la rutina, la opresión, la falta de libertad. En algún momento de nuestra vida es posible que hayamos caído en manos de estos «monstruos» que nos atrapan. Y es por eso por lo que hay que convertirse en un titán (deidad muy antigua en la mitología griega) para atreverse a escalar la Torre y parar el mundo. Sobre todo, atreverse a parar nuestro mundo interior, que es el que sufre los males y el que también a menudo los causa.

En el videoclip que acompaña la canción aparece una ciudad como Madrid apocalíptica, en ruinas, donde la vegetación y las fieras se han adueñado de la gran urbe. Es un lugar caótico, que asusta, donde la vida es casi imposible. Pero no todo está perdido; de repente, la protagonista cae en el espacio-tiempo y aterriza en un colchón de flores en un lugar desértico. El paisaje es hermoso y apacible y la música acompaña.

Entre los restos del desastre

he descubierto alguna luz.

Pero para combatir nuestro mundo interior no hay que tener miedo al fracaso. Es evidente que las dificultades son grandes. El enemigo se esconde dentro de nosotros. Son nuestros miedos y egoísmos, nuestras debilidades e impotencias. Pero todo esto es propio de los seres humanos. Lo importante es atreverse a combatir, lo importante es atreverse a parar el mundo.

Voy a escalar

la Torre Picasso

como un titán,

sin miedo al fracaso.

Voy a subir a lo alto.

Levantaré tus brazos

y gritaremos juntos:

«hay que parar el mundo».

Estamos de acuerdo en que no siempre es fácil escapar de nuestras ciudades repletas de influencias negativas que nos producen dolor. Algunos han encontrado la oportunidad de desarrollar su actividad profesional en lugares rodeados de naturaleza, en aldeas o pueblos pequeños. Pero no siempre es así.

Arde Bogotá nos dice que la Torre es un símbolo de dolor y por eso hay que quemarla, pero también hay que abrazarla. Quemar es destruir todo lo que nos impide ser libres, pero se puede ser igualmente libre en nuestras ciudades «apocalípticas», podemos ser felices en medio de ruinas y alimañas.

En 1632 nace en Ámsterdam el filósofo Spinoza, uno de los padres del racionalismo moderno. A lo largo de su búsqueda filosófica pone énfasis en la ética, la felicidad y el sentido de la existencia humana. Spinoza destaca que el placer, la riqueza y los honores hacen felices a los seres humanos. Sin embargo, la búsqueda de estos bienes distrae la mente humana de modo que no se preocupa en buscar bienes superiores.

La búsqueda de estos placeres que supuestamente conducen a la felicidad no siempre es una garantía de conseguirlo. El principal problema y error es dedicar la vida a conseguirlos, sin darnos cuenta de que el placer, la riqueza y los honores no son eternos y no siempre nos traen satisfacciones. En ocasiones nos traen problemas y, a menudo, conducen a la infelicidad. La solución que él propone es no darles demasiada importancia: no desdeñarlos pero que no sean lo más importante de nuestra vida.

Conocer la naturaleza y vivir según sus leyes sería lo más importante, y esto sí que conduce a la felicidad. En la observación de las leyes de la naturaleza podemos deducir que hay un orden eterno y perfecto. Encontrar el lugar que el ser humano ocupa en la naturaleza es, entonces, el sentido de la existencia. Como filósofo racionalista, alejado de los postulados dogmáticos de la religión imperante (que tantos problemas le supuso), sostiene que Dios y la naturaleza son la misma esencia. Una sola esencia con infinidad de atributos o expresiones.

Estamos hablando de un panteísmo donde descarta la idea de un Dios personal. El ser humano, por tanto, es libre, y esa «divina» libertad le permite buscar las causas de la vida y sus expresiones. Es la gran liberación de sentirnos libres y poder buscar respuestas. Es vivir dentro de la armonía de la naturaleza y de nuestra propia naturaleza.

Todos tenemos nuestra pequeña o gran Torre Picasso, y nuestra felicidad consiste en quemarla, pero también en abrazarla. Recuerdo que, cuando era más joven, un amigo muy querido para mí con el que conviví en mi infancia y parte de mi juventud se fue a vivir a otra ciudad. Me decía que no acababa de ser feliz y necesitaba un cambio. En realidad, se compró una casa en el campo para alejarse de la ciudad; más tarde, estuvo viviendo en varios países y, finalmente, al cabo de muchos años, volví a encontrarme con él. En el transcurso de una entrañable conversación, acompañada de sencillos manjares y un excelente tempranillo, me confesó que estuvo muchos años buscando algo, ese cambio que siempre buscó y todavía no había encontrado.

No sé si mi amigo habrá encontrado al fin lo que buscaba. Yo, por si podía serle de ayuda, le regalé un libro de Spinoza.

Tengo el alma reventada

y arena en el corazón.

Con esta torre derribada,

ahora veo el sol

«Cualquier cosa que sea contraria a la naturaleza lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea contraria a la razón es absurda» (B. Spinoza).

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