Datos del libro:
Editorial: Alianza
I.S.B.N. :978-84-1148-691-0
Edición: 23/05/2024
El pasado 2 de diciembre de 2024, Amin Maalouf recibió el Premio Internacional Catalunya y, como bien dijo, «estamos viviendo una de las épocas más peligrosas de la historia de la humanidad, caminamos por un sendero estrecho y complicado que nos puede llevar a la cima o a caer en el abismo».
Gracias a los grandes avances de las ciencias y las técnicas, la humanidad podría deshacerse de todas las calamidades que la han azotado desde el principio de la historia. Por todo lo que se ha construido e inventado, es innegable que la especie humana es sorprendente, incomparable y digna de admiración.
Pero nos sigue diciendo Maalouf que en otros campos no es siempre así y, concretamente, hay uno en el que nuestra especie parece haber llegado, e incluso superado, su límite de incompetencia colectiva: nuestra incapacidad de convivir, de poder vivir conjuntamente de forma pacífica y armoniosa. Una incapacidad que amenaza con destruir todo lo construido, todo lo inventando hasta ahora, que compromete el futuro. Una incapacidad manifiesta en todos los países y también a nivel global. La incapacidad de convivir es lo que nos puede hacer caer en el abismo.
Estamos en el siglo XXI y parece que no hayamos aprendido nada de la historia. Los patrones se repiten, pero nuestra época supera con creces la capacidad de barbarie de otros momentos históricos. La capacidad destructiva de hoy no tiene parangón con ningún otro momento de la historia. Solo hace falta pasear la mirada por cualquier periódico para tomar conciencia del sufrimiento y destrucción que millones de personas en todo el mundo viven a diario debido a las guerras y otros conflictos que, además, están provocando miles de muertos y millones de desplazados.
Esta es la gran paradoja de nuestro tiempo: tenemos el conocimiento a nuestro alcance, y el progreso científico y tecnológico avanzan a gran velocidad. Pero, al mismo tiempo, el sufrimiento, la destrucción y el odio no paran de crecer cuando el avance de la ciencia y la tecnología junto con el conocimiento deberían provocar lo contrario: menos sufrimiento, menos destrucción y más comprensión de lo distinto.
La trepidante innovación tecnológica y científica que transforma nuestras vidas y que parece no tener fin plantea toda una serie de riesgos imprevisibles, porque nuestras mentalidades no consiguen seguir su ritmo. Se atascan chocando entre ellas, siendo cada vez más recelosas unas de otras. Teniendo en cuenta que la ciencia y la tecnología son neutras, tal y como nos explica Amin Maalouf, conseguirán llegar donde tengan que llegar independientemente de cuáles hayan sido las intenciones (buenas o malas) de su inventor. ¿Será la Humanidad capaz de responder positivamente al reto que ello supone?
Yo quiero pensar que sí, que seremos capaces de pasar de la confrontación a la reconciliación, de la lógica de la hegemonía y la codicia a la lógica de la solidaridad; que seremos capaces de vivir y universalizar de verdad esos tres maravillosos principios de la Revolución francesa: igualdad, libertad y, sobre todo, fraternidad para construir una civilización universal en la que sus cimientos sean los valores que nos unen, el bien común, la dignidad de todos y todas, el respeto a la diversidad y a la naturaleza que nos da el sustento. Entonces podremos conseguir la cima y no caer en el abismo.
Pero, para ello, todavía nos queda mucho trabajo y ser conscientes del peligro de nuestro momento histórico, con el fin de poder transformar el riesgo que supone en una oportunidad para el futuro de las siguientes generaciones, a las que, como decía Jorge Ángel Livraga, deberíamos dejar un mundo mejor que el que encontramos.
Para entender el momento histórico, El laberinto de los extraviados. Occidente y sus adversarios será de gran ayuda. Nos dará pistas para entender las razones estratégicas de las decisiones que los países toman en este gran tablero de ajedrez que es la geopolítica mundial.
Aunque ya hemos dicho que nuestra época no tiene precedente, lo que está sucediendo vendría de la herencia envenenada de conflictos anteriores que no se supieron cerrar y superar correctamente. El egoísmo, la codicia, la hegemonía del vencedor y la humillación del vencido es lo que ha predominado en los mal llamados tratados de paz de los conflictos que han enfrentado a Occidente con sus adversarios en los dos últimos siglos. No todos fueron un absoluto desastre, hubo algunos que fueron buenos, la historia los avala, pero han quedado en el olvido y no han servido de ejemplo para la resolución de conflictos posteriores.
En este libro, emulando a los escritores antiguos, a quienes les gustaba explicar las vidas paralelas de personajes ilustres de la historia, Amin Maalouf nos explica la trayectoria de los tres países que han intentado durante estos dos últimos siglos desafiar la supremacía global de Occidente: el Japón imperial, la Unión Soviética y China. También de Estados Unidos, quien recogió la pérdida de la hegemonía de las potencias europeas.
De nuevo vuelve a plantear la pregunta: ¿estamos frente a la decadencia de Occidente? Una cuestión que Amin Maalouf ya ha formulado en libros anteriores y que no es nueva, ya que se plantea de manera recurrente desde la Primera Guerra Mundial, cuando las potencias del viejo continente empezaron a perder el rango que tenían durante la época de los imperios coloniales y lo cedieron definitivamente a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
Después de la destrucción y la mortalidad que supuso la Gran Guerra, Europa fue incapaz de perdonarse y reconciliarse. La supuesta paz firmada en el Tratado de Versalles la arrastró a una segunda guerra todavía más atroz. Esto dejó a Europa en una situación muy delicada. Exhausta, sin energías, materialmente en ruinas, cedió su hegemonía en el mundo a Estados Unidos, la otra potencia occidental, que la ayudó a recuperarse a cambio de un ciego servilismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, parecía que se había entendido que tanta destrucción y sufrimiento no eran necesarios, y por eso se crearon organismos a nivel mundial que se suponía que debían ser, entre otras cosas, los garantes de la paz y el equilibrio en el mundo. La intención era muy buena, pero nacieron pervertidos por los mismos defectos que siguen llevando a la humanidad a conflictos: el egoísmo, la arrogancia de los vencedores, que se otorgaron derechos de veto, y la falta de comprensión de lo distinto. Actualmente, su incompetencia para solucionar conflictos ha llegado a tal punto que los propios cascos azules, la fuerza de paz de la ONU, son atacados por países que forman parte del mismo organismo.
Y, nuevamente, hoy vuelve a aflorar la misma pregunta: ¿estamos frente a la decadencia de Occidente? ¿Estamos asistiendo a la caída de Estados Unidos de su pedestal y al surgimiento de otras potencias dominantes?
El título del libro es bastante desvelador: El laberinto de los extraviados. El acurado repaso histórico sobre la trayectoria de las cuatro naciones mencionadas, Japón, China, la Unión Soviética y Estados Unidos, nos muestra lo acertado del título. Deja bastante claro que ni Occidente ni sus adversarios pueden sacar a la humanidad del laberinto en el que se encuentra. El motivo es que todos, sin excepción, incluso la Unión Europea, si ocuparan el papel de potencia hegemónica, se volverían arrogantes, depredadores, tiránicos y odiosos.
Como decía El gran dictador (Charles Chaplin) en esa memorable película:
«(…) En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco (…)».
Esta es la gran lección de la historia: la codicia y la arrogancia lo envilecen todo absolutamente. El laberinto de los extraviados nos lo vuelve a recordar, repasando minuciosamente lo acontecido en estos cuatro países.
En estos últimos años volvemos a sentir sobre nosotros esa espada de Damocles que estuvo tan presente durante los largos años de la Guerra Fría: el cataclismo atómico. ¿Debemos resignarnos obedientemente a un enfrentamiento así y a la barbarie que supondría? Amin Maalouf cree que no. Yo también creo que no.
La historia nos demuestra que el enfrentamiento entre colosos es la culminación de los conflictos. Esto no quiere decir que tenga que ser así; la historia, precisamente, es útil para poder ver y entender los errores cometidos y así no volverlos a repetir. Quizás ha llegado el momento de no repetir lo mismo. Esta vez, repetir la «lógica» de la historia sería devastador. La destrucción y el sufrimiento que se infligiría son inimaginables.
El otro gran problema actual y que todavía muchos siguen negando es el cambio climático, sobre el que se habla mucho, pero en verdad no se está haciendo casi nada para evitarlo. Vuelve a poner de manifiesto, al igual que el choque de colosos, la incapacidad de la humanidad para afrontar conjuntamente el riesgo tan grande que supone.
Cualquiera de los dos riesgos mencionados está poniendo en jaque el futuro. Ni la Tierra ni la humanidad lo merecen.
Tal y como nos dice Amin Maalouf, la perspectiva actual de extravío generalizado solo puede angustiarnos; la incapacidad de nuestras diferentes civilizaciones para resolver los problemas tan espinosos de nuestro planeta demuestra un agotamiento del mundo.
Si está claro que vamos por el camino equivocado, si pensamos que al frente de la humanidad no debería haber una potencia hegemónica que rija el devenir en función de unos intereses que no están orientados al bien común de la humanidad sino al beneficio de unos pocos, ¿por qué no replantearnos la manera en cómo se gobierna nuestro mundo, para dejar un futuro a las nuevas generaciones que no esté determinado por las guerras ni por las luchas sin fin por la supremacía de una manera u otra de entender el mundo?
En el momento de escribir esta reseña, parece haber finalizando la guerra de Siria, una guerra que comenzó el 11 de marzo de 2011; casi catorce años de destrucción y sufrimiento, de miles de muertos y millones de desplazados. Nos debería servir de ejemplo para entender que tanta devastación y sufrimiento no son necesarios.
En Siria hoy vuelven a resonar las palabras de reconciliación, respeto a la diversidad y dignidad humana. Si estas palabras son capaces de convertirse en hechos y vencer el odio, el resentimiento que puede provocar el dolor de las secuelas de tantos años de sufrimiento, si la codicia es vencida por la solidaridad y la fraternidad, podrá crecer esa maravillosa flor balsámica que es el perdón y Siria resurgirá y será un ejemplo.
Esto es lo que necesita el mundo, un cambio de palabras y actitud para superar la incapacidad de convivir y gestionar conjuntamente los problemas de la humanidad, y así poder llegar a la cima y no caer en el abismo.
Solo la convivencia y la fraternidad pueden recargar las baterías de este mundo agotado en el que vivimos. A la convivencia y la fraternidad llegamos con amor, humildad, generosidad y cordura, aplacando la emoción con el verdadero sentimiento y la reflexión serena.
Como nos dice Amin Maalouf, «la historia del futuro todavía no se ha escrito. Las páginas más preciosas están aún por escribir».