Arte — 29 de febrero de 2020 at 23:00

JFK: Caso abierto y la caída de un mito

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La película JFK, de 1991 –cuyo título en España era JFK: caso abierto–, dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Kevin Costner, trata de una conspiración para el asesinato del presidente Kennedy en 1963 por parte de la cúpula de las Fuerzas Armadas y algunos políticos del país, contradiciendo de esta manera la versión oficial, emitida por la comisión Warren poco tiempo después del suceso, acerca de la culpabilidad de Lee Harvey Oswald como único responsable del magnicidio.

A principios de la década de los sesenta, Estados Unidos tenía un número cada vez mayor de «asesores» militares en Vietnam del Sur, como apoyo ante la amenaza comunista de Vietnam del Norte, conocida como el «Vietcong». Al parecer, el presidente Kennedy tenía la intención declarada de retirar a los asesores completamente para 1965, lo que a ojos de la cúpula militar y los halcones de la política era, por una parte, abandonar un aliado, mientras que, por la otra, constituía un golpe devastador para la industria relacionada con el armamento, llevando a algunas empresas a la quiebra al no tener mercado para colocar su producción. La guerra era, por lo tanto, no solo necesaria, sino indispensable para producir y vender todo el armamento requerido.

La película sigue la línea de investigación del fiscal Jim Garrison de Nueva Orleans y su equipo, con el fin de descubrir no solo lo que realmente había sucedido en la fecha en cuestión, sino también de desenmascarar a los culpables. Su inicial idealismo se va topando con una realidad para la que no estaba preparado, pero de alguna manera logra llevar la investigación hasta el final, destapando mucho de lo ocurrido y llegando a llamarlo un auténtico golpe de Estado que logró su objetivo, ya que, a la muerte del presidente Kennedy, su sucesor, el presidente Johnson, declaró la guerra a Vietnam del Norte y los hechos se precipitaron. Lo que no logra el fiscal Garrison es que se acepte por la vía legal la verdadera versión de lo ocurrido.

Oliver Stone, director conocido por su posición anti-establishment y simpatizante de Gobiernos de izquierda –nos parece recordar una entrevista a Fidel Castro–, ofreció el papel del fiscal Garrison a Harrison Ford, que lo rechazó –iba en contra de su imagen de héroe americano–, y pasó en segunda opción a Kevin Costner, que lo saca adelante con eficacia. Su imagen de hombre íntegro está en concordancia de alguna manera con su Eliot Ness en Los intocables. Oliver Stone, en esta ocasión, utiliza elementos que recuerdan al cine de Capra, con su idealismo y fe en la democracia, que, de alguna manera, ha de salir triunfante del impasse, aunque en esta película eso no ocurre, lográndose más bien una denuncia contra la corrupción del sistema en sus más altas esferas. Convendría recordar aquí que, en su discurso de despedida, el presidente Eisenhower, predecesor del presidente Kennedy y previamente general en jefe de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, advirtió del peligro del excesivo poder e influencia que había adquirido el lobby industrial-militar en los Estados Unidos, y que se debería hacer algo al respecto.

Mi anécdota personal con esta película es que tuve ocasión de verla al año siguiente de su estreno en un país con una enorme admiración por todo lo que viniera o estuviera relacionado con los Estados Unidos –el nombre del país me lo reservo– y, al terminar la película, mientras pasaban los créditos que muy poca gente lee, entre los que me encuentro yo, noté que muchas personas estaban de pie como en trance mirando los créditos sin mirarlos, pero claramente impactadas por lo que acababan de ver. Es decir, que esta película había destruido, o intentado destruir, la imagen idílica de un país al que tenían por modelo de sociedad avanzada y en el que les encantaría vivir algún día. Imagino que el efecto se les pasaría a los pocos días y volverían a su forma de pensar habitual, pero guardo conmigo la imagen, extraordinaria por lo inusual, de aquellas personas tratando de asimilar algo inimaginable para ellos.

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One Comment

  1. benjamín ferrán

    excelente reseña y sentí lo mismo, aunque yo, por ser mexicano, ya me había desencantado tiempo atrás con ese país, sobre todo por las diferentes invasiones y despojos de que somos objeto en la actualidad por su política voraz hacia nuestros recursos! y me recuerda también la añoranza de muchos gobiernos occidentales con la «democracia estadounidense» sobre todo después de la posguerra, para muchos de ellos fue el ideal a seguir.

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