Arte — 3 de diciembre de 2009 at 08:25

Arte dramático y posmodernidad

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Arte Dramático y posmodernidad

La Modernidad ha cuestionado ostensiblemente la óptica de la función y finalidad del arte. Tantos las sensibilidades autoreferenciales de las vanguardias, que vendrían a negar a toda manifestación artística más finalidad que la de ella misma, pasando por la teorías disolventes que vendrían a proclamar la disolución del Arte mismo en la sensibilidad estética; de manera que el arte se habría diluido en la generalización del esteticismo a través de la publicidad y los mass media.

Sin embargo urge, dada cuenta del estado de indefinición y continua búsqueda en que se encuentra el panorama artístico posmoderno, plantearse una vuelta al concepto de arte en que se movían los clásicos, un concepto que no concebía tarea artística alguna sin la finalidad ulterior de  desarrollar lo mejor de la naturaleza humana. Un concepto que entendía la tarea misma del artista como un proceso interno de trasformación del artista mismo y que desembocaba en un proceso externo de transformación del espectador- Si bien es claro que los términos «artista» y «espectador» se quedan muy reducidos en este esquema

» El arte va a conducir de este modo al hombre hacia lo mejor de sí mismo, le va a desvelar un secreto a través la Iluminación. Es esta dimensión vertical de ascenso lo que demarca la finalidad del arte.» Miguel Angel Padilla «El Arte y la Belleza»

EL TEATRO MISTÉRICO EN GRECIA

En el ámbito del arte dramático en Grecia, este proceso de transformación era aún más acusado y con un carácter «iniciático», en cuanto que recreación de la realidad sin limites de espacio y tiempo, y recreación de las relaciones entre los hombres y los dioses, de manera que el actor ejercía de mediador entre las sociedades humanas y el mundo de los arquetipos, un canal que provocaba una catarsis en el espectador  y que medía la dirección de la vida social en relación con lo marcado por los principios arquetípicos de Bien, Verdad y Belleza. Para ello, el actor debía prepararse corporal, mental y espiritualmente, porque a través de él los mensajes contenidos en las diferentes tragedias, dramas o comedias surtían  el efecto benéfico esperado.

Afirma Oupensky que  las categorías de infinito, espacio y tiempo  que determinan y condicionan al hombre en su formulación actual están dentro de él, han sido concebidas por su percepción  y  puestas a funcionar para relacionarse con el mundo que lo rodea. Y esto significa que entrando dentro del hombre mismo es como se conoce precisamente el infinito, el espacio y el tiempo. Por tanto el problema del infinito se soluciona  mirando hacia dentro del hombre mismo, así como el conocimiento del tiempo y del espacio. En este sentido, el filósofo Sri Ram, en su obra «Un acceso a la Realidad» nos dirá sobre esto: «El sentido de lo que es real es necesariamente subjetivo para el individuo, puesto que es su propia conciencia la que clasifica la experiencia»

Todo ello puede ser concebido como piedra de toque para entender, precisamente, el trabajo de cada hombre individual entendido como la dimensión espiritual capaz de superar  las limitaciones espacio-temporales y las limitaciones de lo finito. Si dentro del hombre nacieron esas dimensiones categoriales,  dentro del hombre individual se hallarán aquellas que las superen en tanto él se trabaje  por expandir y aumentar sus capacidades mediante el trabajo consigo mismo.

El Profesor Livraga hablaba de una conexión mistérica en el Teatro, en concreto con los misterios menores, aquellos que versan sobre la Naturaleza del Hombre, sobres sus características más exhaustivas, su estudio integral y completo. Desde esta perspectiva, el Teatro supone una reflexión sobre la Naturaleza del Hombre desde todas su dimensiones posibles a través de sus diferentes géneros: Tragedia, relacionada con la Voluntad frente a la adversidad; Drama, relacionado con la Sabiduría y Comedia, relacionada con la Inteligencia .

De alguna manera, tanto la historia misma de los orígenes del teatro como las ideas antes expuestas, señalarían que es posible experimentar en la ritualidad esas nociones, y también en ciertas prácticas artísticas que provienen de expresiones ritualizadas, como es  el  arte dramático.  En efecto, este retablo de estudio de la Humanidad que es el Teatro se hace posible a través de una secuencia armónica de pasos que nos abren el camino del mensaje: planteamiento, nudo y desenlace, al igual que en toda ceremonia hay un primer paso de apertura, una acción central donde se produce la comunicación entre mundos y dimensiones( en una boda  la colocación de los anillos, en un bautizo verter el Agua Sagrada sobre la Cabeza del bebé, por ejemplo) y un desenlace donde se concluye y se muestra un mensaje, una conclusión.

EL ACTOR COMO MEDIADOR

Como Director teatral estudio muchos procesos del trabajo del actor sobre sí mismo, sobre todo la llamada transfiguración del actor. En la antigüedad clásica se entendía que el actor era un mediador  con lo arquetípico y una forma de acceder a conocimiento noético mediante este trabajo consigo mismo. Un trabajo de catarsis con sus emociones y energías en la que el actor trae aquí y ahora nuevas y sorprendentes figuraciones de sí mismo desconocidas, como si adoptara  cualidades y virtudes que no le corresponderían tener. Éste  ha sido definido como una realidad sin limitaciones de espacio y tiempo, de espíritu metafísico, en algunos casos se han aventurado ideas como las de «posesiones» (no en el sentido demoníaco) o de «recuerdo de experiencias o vidas anteriores» para explicar estos fenómenos en los que el actor parecía adueñarse de los atributos, muchas veces sobrenaturales, de los arquetipos a los que representaba. .

En determinadas ceremonias chamánicas se asegura que esto pasa ya que el oficiante se comporta  y parece mutarse ante los ojos de quien se hallan en la ceremonia( un público, al fin y al cabo), en el Espíritu o la Entidad a quien invoca, para dar su mensaje. Lo más importante en tal caso no es, sin embargo, la posible atracción o distracción que pueda generar una determinada mancia en la mente del lector, sino el mensaje que se traslada a los hombres, o, mejor, la plasmación en el interior del actor y del espectador de los valores superiores que el Actante que estemos representando pueda traer.

» Hay una búsqueda  de mostrar las esencias que es tipicamente mistérica…..el afán mistérico griego, hijo de alguna manera del Egipcio, estaba en una conciencia superior  logrando una transmutación de ciertos factores, como el Tiempo.» Jorge Angel Livraga,» «El Teatro Mistérico en Grecia»

En este aspecto, según parecen contar algunas historias, era muy curioso como ciertos actores eran terriblemente temidos en su sociedad, y casi venerados como sacerdotes o magos, temiendo su maldición o buscando su bendición.

Así, en el Teatro Mistérico la función del actor iba mucho más allá que la transformación de sí mismo, sino que se convertía en un canal para vehicular y asesorar  a la sociedad de la trayectoria que llevaba con respecto al orden cósmico, con respecto al camino específico de su propia sociedad. Esto se hace especialmente patente en la Tragedia, donde el héroe trágico se presenta como un depositario del «ethos» (o ética), un conjunto de facultades, pasiones y hábitos que informan la avanzadilla social de cara a la plasmación social del orden armónico que gobernaría el universo.

Para Augusto Boal, en su obra «Teatro del Oprimido», este ethos se dividirá a su vez en dos: el Ethos propiamente dicho, y la Dianoa, entendido como el pensamiento que determina el acto. El héroe trágico , que culmina todas las virtudes y enseñanzas cósmicas, tiene una falla, una sola falla denominada «Harmatia», causadora del conflicto que determina la condición trágica misma de la representación, y que debe coincidir con una falla que está realmente presente aquí y ahora en las sociedades a las que se dirige. Esta falla social que el héroe trágico asume y desarrolla en sí mismo implica una señalamiento acusador para el desorden de lo real frente al orden armónico de la Naturaleza; a la vez que una dirección a seguir de ahora en adelante, de manera que la preparación del actor, y las consecuencias del espectáculo mismo iban mucho más allá de las meramente «estéticas»: Podría determinar el debate político de la polis, la remoción de responsables públicos, el nacimiento de sensibilidades místicos hacia uno u otro símbolo deífico.

AYER, PERO TAMBIÉN HOY

Puede pensar el lector que nos estamos refiriendo a cuestiones y conceptos específicamente ubicados en el período clásico. Sin embargo, cabe preguntarse si todos y cada uno de los conceptos que aquí se explican, así como la funcionalidad y misión del sentido del arte dramático, puede que con otros términos o con otros matices, podrían servir para articular, o bien, volver a despertar,  un sensibilidad similar al arte dramático en nuestras sociedades posmodernas; En otras palabras, si debemos empezar a plantearnos que más que la identidad del teatro en el mundo de los mass media , hay que orientar las energías en ver qué debe hacer el arte dramático por el mundo que le rodea.

Puede que entonces, abriéndonos a la situación del mundo como actores y directores, sea posible llegar a la conclusión que el arte dramático (en su concepto original) no es tanto una expresión plástica sino una vía de acceso a una realidad profunda  velada  pero presente en el corazón humano y que afecta a todas sus dimensiones, lo cual desborda con mucho el tema del teatro sociopolítico y el asunto de las relaciones con el poder.

«Pero cuando la obra de Arte nos conduce hacia arriba, se manifiesta un poder ascensional que nos eleva hacia los mundos sutiles donde podemos percibir  niveles superiores de conciencia» Miguel Angel Padilla.

Con este enfoque de apertura, y de sublimación, que desborda el reducido bagaje conceptual que la Modernidad atribuye al Arte Dramático, la tarea se presenta con una visión al mismo tiempo antigua y renovada. Sin embargo, es evidente que ni el hombre ni el mundo son los mismos hoy que hace siglos. Recuperar el espíritu místico-profético del arte dramático y adaptarlo al hombre posmoderno, es la gran tarea a la que nos enfrentamos.

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