Arte — 31 de mayo de 2020 at 22:00

La música, una medicina en tiempo de cuarentena

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Desde que se proclamó el estado de alarma con el consiguiente confinamiento por la cuarentena, hemos podido observar que la música se ha convertido en un elemento indispensable, y diría todavía más, vital para nuestro día a día. Numerosas están siendo las manifestaciones musicales por todas partes y estamos creando paisajes sonoros donde cada cual pueda encontrar su lugar de resonancia.

En los primeros momentos de confinamiento, cantantes de ópera, de rock, Djs, instrumentistas de música tradicional, estudiantes de conservatorio, con el anhelo de público, ofrecían conciertos desde su casa. El balcón se convertía por unos momentos en escenario de sus interpretaciones, y el patio de luces, en patio de butacas donde un público entusiasta y necesitado de entretenimiento, disfrutaba de la música en directo. Pronto el público dejó de ser público y todos nos convertimos en intérpretes, entonando a coro aquello de «Resistiré», «I will survive», «Sobreviviré», etc.

Hacían acto de presencia las llamadas «canciones de poder», canciones familiares que forman parte de la memoria colectiva y que, en un momento determinado, se convierten en invocación de una intención. En este caso, la intención era bien clara: vencer la COVID-19. Son, por lo tanto, estas músicas, una importante fuente de fortaleza y de valor, que nos ayuda a mantener alto el estado de ánimo y hacer frente a situaciones de angustia y estrés. Habíamos dejado de ser meros consumidores musicales para convertirnos en creadores. De repente, notamos que tenemos necesidad de hacer música, de cantar, y observamos que la música está en nuestro interior, está en nuestro ADN, en nuestros genes, y lo más importante, en nuestra alma-espíritu. «No paro de decirle a mi hijo que deje de cantar y yo hago lo mismo», escribe una persona en Diario de una cuarentena de talentos JDG.

La musicoterapeuta Christine Stevens afirma que somos música. Las últimas investigaciones en psiconeuroinmunología demuestran que el ritmo refuerza el sistema inmunitario a nivel celular. Sabiendo esto, podemos entender por qué en la época de la peste negra surgieron por todas partes las danzas de la muerte, bailes donde la Muerte personificada dialoga individualmente con personajes de todas las capas sociales, mientras estos a duras penas pueden moverse. Seguidamente aparecen calaveras tocando instrumentos de percusión: tambores, sonajeros y xilófonos (instrumentos estos muy utilizados en rituales de todo el mundo) y, con sonidos atronadores, hacen bailar a los vivos hasta la extenuación en una dura batalla contra la Muerte. También en esta época, nace la tarantela en el sur de Italia, un baile frenético, tocado por tambores, silbatos y flautas, que se bailaba para curar un trastorno del sistema nervioso provocado por la picadura de la tarántula, o la folía, de origen portugués, que se bailaba para combatir las dolencias mentales, también a ritmo de tambores y sonajeros.

En los siguientes grabados podemos observar cómo las calaveras tocan instrumentos de percusión.

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Dibujos de Hans Holbein y grabados de Lükelburger pertenecientes al libro Las imágenes y aspectos detallados de la Muerte, de 1538

Hay investigaciones científicas y musicales entre las que destacan las de Barry Bittman, que estudian el efecto terapéutico de la música. Según Bittman, cuando hacemos música, podemos desactivar los detonantes genómicos relacionados con el estrés, causante de no pocas patologías, no solo físicas. Hay, por lo tanto, en la música un patrón de activación y desactivación. En este sentido, es tan importante aquello que activamos como aquello que desactivamos. La teoría psicológica de los estados simultáneos indica la imposibilidad de experimentar dos estados opuestos al mismo tiempo. Este principio de activación/desactivación de la música lo podemos utilizar para activar estados de ánimo de alegría, y desactivar tristeza, desactivar el «yo» y activar el «Yo» y el «Nosotros» en momentos de soledad y aislamiento.

Es precisamente en estos momentos de aislamiento cuando están surgiendo iniciativas de agrupaciones virtuales en las que miembros de un coro, orquesta o banda cantan o tocan en conjunto desafiando la distancia física, haciendo sentir a cada cual que pertenece a una comunidad. El Orfeón Donostiarra canta el Hallelujah de Leonard Cohen, la Coral San Jaime versiona Te amaré de Miguel Bosé, la Orquesta Filarmónica de Nueva York interpreta el Bolero de Ravel, el International Opera Choir canta Va pensiero de la ópera Nabucco de Verdi, y tantos y tantos ejemplos más.

Según Stevens, la música no solo tiene un valor estético de entretenimiento y diversión —eso tan solo forma parte de lo externo de la música, lo «visible» de la música—, sino también terapéutico, donde no solo transforma al que interpreta sino al que escucha. Se puede ofrecer música a los demás como medicina para el cuerpo, la mente y el alma.

Con una intención y una dirección claras, cosa esta más importante de lo que creemos, la música estará invocando un propósito. Así parece que lo ha entendido La Capella de Ministrels que, a través de su Fundación Cultural, ha impulsado www.musicamable.com, proyecto que se define como solidario e integrador y que acerca la comunidad musical a personas que lo necesitan con una atención personalizada.

Los aborígenes australianos creen que los Creadores cantan a los vivos dejando huellas y caminos sonoros; son las llamadas songlines, que sirven como instrumento de navegación para recorrer los inmensos desiertos australianos. Así pues, en este tiempo de cuarentena, las canciones inspiradoras que nos llegan al corazón y nos emocionan, a cada cual con sus gustos musicales, de alguna manera u otra, nos pueden servir como guía para recorrer este desértico y vasto paisaje de la pandemia. Es un buen momento para regalar música y vibrar.

Cincuenta y cuatro días después de la proclamación del estado de alarma y el consiguiente confinamiento, el tema del Dúo Dinámico Resistiré, versionado por diferentes artistas españoles y que se lanzó por Youtube el 1 de abril de 2020, lleva 28.992.537 reproducciones. A la fecha en la que se escribe esto (7 de mayo), cada uno de estos días esta canción se ha escuchado 783.582 veces. ¿Has encontrado tu canción de poder, para que te ayude a cruzar el desierto?

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