Arte — 2 de febrero de 2008 at 13:50

Preludio de la gota de agua

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Corría el mes de Octubre de 1838. Aurora Dupin, la famosa y rebelde escritora más conocida por el pseudónimo de George Sand, emprendía viaje hacia la isla de Mallorca acompañada de sus dos hijos, Mauricio y Solange, de quince y nueve años respectivamente.

Los elogios que le habían hecho en París algunos amigos españoles del archipiélago balear la llevaban hacia la isla con la esperanza de aliviar el reuma contraído por el adolescente Mauricio. En Perpignan se les iba a unir su amigo Federico Chopin, de salud también delicada, para viajar juntos por mar hasta la isla, trasladándose desde Barcelona a Palma a bordo del barco “El mallorquín”.

preludiogotaagua1.jpg“Habitaré en un maravilloso claustro en el más hermoso lugar del mundo” había escrito premonitoriamente Chopin a su amigo Julián Fontana, al que escribe el 15 de Noviembre: “Aquí luce el Sol durante todo el día; las gentes van vestidas como en verano, hace calor, y, durante la noche, se oyen sonidos de guitarras y voces que cantan horas y horas…Aquí me tienes en Palma, entre palmeras, cedros, cactus, olivos, áloes, limoneros, naranjos, higueras, granados… Grandes balcones y emparrados, arquitectura árabe… Junto a tantas bellezas me siento mejor…”

Pero el tiempo se tornó repentinamente frío y húmedo. Alojados primero en una fonda próxima a la Almudaina en el centro de la ciudad y después en Sont Vent, una casa de campo, todo conspiraba contra el extraño grupo recién llegado. Pronto corrió por toda la isla el rumor de la tuberculosis que aquejaba al músico y se vieron obligados a abandonar la casa de Sont Vent para refugiarse definitivamente en la Cartuja de Valldemosa, recientemente abandonada a causa de las leyes desamortizadoras de Mendizábal. Llegaron al monasterio el 15 de Diciembre, alquilando las celdas 2 y 4, donde aún hoy se conservan y pueden verse todavía documentos y recuerdos, junto con su piano, que dan testimonio de la breve estancia del músico en la isla. El pueblecillo de Valldemosa atrae poderosamente al visitante con el irresistible encanto de sus cuidadas viviendas y amables habitantes, lo que hace del lugar una de las visitas preferidas de los turistas.

“Todo cuanto puedan soñar el pintor o el poeta lo ha creado la Naturaleza en este lugar”, comenta G.Sand. La Cartuja de Valldemosa, situada a la entrada del pueblo, a más de 400 metros de altura en la Sierra de Tramuntana y rodeada de un melancólico jardín con cipreses y fuentecillas de lotos, fue un escenario ideal para los maravillosos preludios compuestos por Chopin en el piano de su celda. El nº 15 de su Opus 28, titulado más tarde “Preludio de la gota de agua” es uno de los más conocidos. Por su carácter dramático, que expresa sentimientos de profunda desolación, en él parece adivinarse el doloroso e insistente percutir de una gota de agua sobre su enervado espíritu.

preludiogotaagua.jpgLa historia de esta composición nos la cuenta la propia George Sand cuando narra los detalles ocurridos durante su estancia en la Cartuja con Chopin en su libro “Historia de mi vida”:

“…Allí compuso las más hermosas de esas piezas breves que él humildemente llamaba preludios. Son obras maestras… algunos son de una tristeza lúgubre y, al tiempo que complacen el oído, destrozan el corazón. Hay uno que compuso en una velada de lluvia melancólica y que echa sobre el alma un pesar temeroso. Sin embargo ese dia Mauricio y yo lo habíamos dejado muy bien y nos fuimos a Palma a comprar algunas cosas que hacían falta en nuestro retiro. Vino la lluvia y los torrentes se desbordaron; hicimos tres leguas en seis horas para volver en medio de la inundación y llegamos en plena noche, descalzos, habiendo corrido peligros inenarrables. Nos dimos prisa, pensando en la intranquilidad de nuestro enfermo. Estaba en pie, pero se había limitado a una especie de desesperación apagada y, cuando llegamos, tocaba su maravilloso piano llorando… Cuando nos vio entrar se levantó con un gran grito y después nos dijo con aspecto conturbado y en un tono muy extraño:

-¡Ah! ¡Yo ya sabía que habían muerto!

Cuando se recobró y vio en qué estado estábamos, se sintió enfermo por la visión retrospectiva de nuestros peligros; enseguida me confesó que mientras no estábamos, había visto todo como en sueños y que, sin distinguir ya el sueño de la realidad, se había calmado y, como adormecido, estuvo tocando el piano convencido de que él también estaba muerto. Se veía flotando en un lago; unas gotas de agua pesadas y frías caían lentamente sobre su pecho, y cuando yo le hice oír el ruido de las gotas que, en efecto, caían lentamente sobre el tejado, negó haberlas oído. Se enojó por lo que yo llamaba “armonía de imitación”, protestó con vehemencia, y tenía razón, contra la inutilidad de esas imitaciones para el oído. Su genio se nutría de misteriosas armonías de la Naturaleza, volcadas en los sublimes sonidos de su inspiración musical y no por una copia servil de los sonidos exteriores. Su composición de esa noche estaba humedecida por las gotas de lluvia que resonaban sobre las tejas sonoras de la Cartuja, pero en su imaginación se habían convertido en lágrimas que caían del cielo sobre su corazón…

…Algunas de sus composiciones posteriores son como lagos de cristal en los que se mira un rayo de Sol… El canto de la alondra en el cielo y el grácil deslizamiento del cisne sobre las aguas inmóviles son para él como chispazos de la belleza en medio de la serenidad. El grito del águila impotente y hambrienta sobre las rocas de Mallorca, el silbido áspero del cierzo y la sombría desolación de los árboles cubiertos de nieve, lo entristecían por mucho más tiempo y más agudamente de lo que le alegraba el perfume de los naranjos, la gracia de los racimos o la cantilena morisca de los campesinos.”

preludiogotaagua2.jpgAurora, obligada a cuidar del músico como una madre, empieza a sentirse cansada de las alucinaciones y las crisis que sufre su amigo. La misteriosa paz de la Cartuja, el silencio de las noches sólo alterado por el viento y la lluvia, exaltaban hasta el paroxismo la delicada sensibilidad de Chopin, y el 11 de Febrero de 1839 abandonan definitivamente Valldemosa e inician el viaje de regreso a París. Debía ser difícil convivir con una personalidad tan extraña y compleja como la de este gran músico, ejemplo insuperable de inspiración romántica, que se exigía a sí mismo un elaborado proceso para sus obras y que las retocaba febrilmente hasta la perfección. Pero lo cierto es que la música que nos dejó continúa transmitiéndonos esa belleza impalpable y serena que él captaba y acompañaba con su limpio y mesurado ritmo, una Música que llega a lo más profundo de nuestros más elevados sentimientos y nos llena de íntima felicidad.


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