Sociedad — 31 de enero de 2015 at 23:00

Consumo colaborativo: la necesidad de compartir

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¿Qué es el consumo colaborativo?

Muchos ya hemos conocido y otros lo hemos probado, lo que los expertos llaman “iniciativas de consumo colaborativo”, como por ejemplo, Blablacar, Airbnb, Couchsurfing, Helpix, que son algunos de los más populares. Se trata de diferentes plataformas que posibilitan a los usuarios sacar provecho de sus recursos, sea una plaza de viaje en el coche, una habitación libre en su casa, tiempo libre para pasear el perro del vecino, intercambiar horas de trabajo en un huerto ecológico por estancia gratis, etc.

Otro fenómeno relacionado con la colaboración entre desconocidos que hemos visto crecer recientemente en la red ha sido el “crownfunding”, también llamado financiación colectiva o micromecenazgo. En este caso, aquellas personas que tienen un proyecto lanzan su idea en una plataforma web explicando cuánto dinero necesitan para su financiación. Desde cualquier parte del mundo, la gente puede aportar dinero para que ese proyecto salga del papel y se haga realidad. Los proyectos pueden ser desde ideas de nuevos productos para el mercado hasta proyectos solidarios. Todo dependerá de que el mayor número de colaboradores o “mecenas” confíen en que es una buena idea y que merece ser llevada a cabo.

Dado los tiempos de crisis económica, esas iniciativas han proliferado rápidamente y generan un nivel de aceptación bastante alto utilizando como escenario la tecnología y los social media. Basta con sacar nuestros teléfonos inteligentes, descargarnos la aplicación y ¡listo! Ya tenemos al alcance de la mano una herramienta para encontrar a un desconocido que nos ayude con lo que necesitamos, o un abanico de posibilidades para poner en práctica nuestras mejores ideas.

¿Estaremos retomando la vieja costumbre del trueque?

Seguramente ese hecho es una respuesta a los tiempos que estamos viviendo, ya que en una economía con abundancia de recursos, nos quedamos aislados en nuestras comodidades, y si no hay un motivo de fuerza mayor que nos haga salir de nuestra “burbuja individual”, quizás jamás recurriríamos a herramientas como esas. Compartir nuestro coche, nuestra casa u ofrecernos a un trabajo a cambio de algo que no sea dinero, es también una manera de salir de nuestra zona de confort, conocer a gente, socializar, comunicarnos. Buscar fuentes alternativas de financiación que no sean los bancos nos permite ampliar las posibilidades de desarrollar ideas que quizás creíamos difíciles, por no decir imposibles. En tiempos de escasez financiera, también es una manera de ahorrarnos algo de dinero y de una forma inteligente estrujar todo el provecho de los recursos que tenemos, incluyendo nuestra creatividad, contando con la ayuda de cualquier desconocido.

Sin embargo, no todo son flores. Los expertos advierten de los riesgos. En el caso de que ofrezcas abrir tu casa a un desconocido, eso conlleva un riesgo importante. Ya que tratamos con gente que no conocemos de nada, debemos actuar con un poco de prudencia. El principal consejo para que no pasemos un mal trago o una situación inconveniente es justamente un factor al que los mandatarios de cualquier clase en nuestro país, en general actualmente parece que dan muy poca importancia: la reputación. Todas las webs disponen de la valoración de los usuarios. La reputación es lo que dicen los comentarios de aquellas personas que ya han interactuado contigo, sea por haber utilizado algún servicio que has ofrecido o por haberte recibido tras haber ofrecido algo. La opinión del usuario es lo que te da mayor o menor grado de confianza, y un factor imprescindible para que otros usuarios sigan confiando en tus ofertas o demandas.

Aldea global, una realidad

Con todo eso, podemos plantearnos que estamos creando o viviendo la “aldea global”. Un término que ya habían nombrado sociólogos y antropólogos del siglo pasado, designando el impacto de los mass media en la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Muchas veces no somos conscientes de tales impactos hasta que pasa el tiempo, y entonces somos capaces de, alejados en el tiempo, ver las consecuencias y el cambio que eso genera en nuestras vidas. En este caso, podemos decir que la aldea global ya es una realidad en la que vivimos y para eso basta con darnos cuenta de que podemos realizar acciones de consumo colaborativo como las citadas aquí, y ponernos en contacto con cualquier persona con un simple click al alcance de nuestros móviles. Es decir, por Internet, podemos conectar con gente que no conocemos, gracias a una necesidad en común, y resolver de forma sencilla y económica algo que quizás de otra manera no se podría realizar.

Por un lado, iniciativas como Blablacar nos dan la posibilidad de realizar viajes que quizás no nos lo podríamos permitir debido al coste de los medios de transporte. Por otro lado, podremos viajar más y mejor, porque lo que ahorramos con transporte podemos gastarlo en otras cosas. Con Airbnb o Couchsurfing podemos pagar bastante menos que en un hotel y también conseguir un guía local en el sitio que elijamos visitar. Sin contar el hecho de estar colaborando con alguien que recibe el beneficio directo de nuestra ayuda, muchas veces sin intermediarios. Quizás habrá personas que aun así prefieran cogerse una habitación de hotel, o comprarse un billete de tren. Sin embargo, con estas iniciativas conquistamos algo muy importante para nuestra dignidad como individuos de una sociedad: la oportunidad de elegir qué forma de hacer las cosas nos conviene más. En el caso del crownfunding queda claro el beneficio obtenido, además de generar innúmeras posibilidades que dependerán fundamentalmente de nuestro propio esfuerzo y capacidad de “vender el pescado”.

Consecuencias y futuro

Tras el boom de fenómenos como estos, también hemos visto la reacción de los empresarios afectados tratando de mover acciones en contra de algunas de esas iniciativas. Sin embargo, hasta ahora no se ha podido impedir su funcionamiento. Es normal que haya tanta polémica, y también una señal de que hay cosas que se están cambiando en nuestra sociedad, de que el pueblo en general, siendo mayoría, empieza a darse cuenta y sacar provecho de sus posibilidades.

Es una gran maravilla ver funcionar ideas como estas, pues volvemos a confiar en la capacidad del ser humano de trabajar por algo útil. Potenciando nuestros recursos a través de Internet, vemos que está en marcha esa aldea global, y nos sentimos conectados con innúmeras posibilidades de cambio, trueque, colaboración y contactos para hacer realidad nuestras aspiraciones y proyectos.

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