Libros — 30 de septiembre de 2016 at 22:00

«Estimado señor M.», de Herman Koch

por
Estimado señor M
Un escritor (el estimado señor M.) que vive del éxito del pasado y un observador anónimo que sigue sus pasos de manera obsesiva para contárselos al lector, nos traen una novela donde la tensión se palpa desde el primer instante. Pero no es un thriller. Es el arranque de una historia donde la crítica a una sociedad cínica y más violenta que lo que parece se mantiene hasta el final.
Pronto sabremos que ese voyeur tiene relación directa con la pareja de adolescentes que protagonizaron la trama de la novela con la que el señor M. obtuvo la fama que mantiene, aunque se encuentre en el ocaso de su carrera. Pero ha pasado media vida desde entonces y ahora, el observador analiza, disecciona y aporta nuevos datos sobre el caso que centró su novela Ajuste de cuentas.
El lector irá volviéndose un poquito loco –ahí reside el encanto y esa manera de crear que tanto me gusta de Koch– mientras intenta aclararse: los adolescentes (chico-chica) de la novela de M. (dentro de esta novela) fueron relacionados con la desaparición de un profesor. El escritor ve en ellos a los culpables, aunque en su momento la falta de pruebas les declaró inocentes. Inocentes de lo que no sabemos: ¿le asesinaron?, ¿tuvieron que ver con su desaparición?, ¿jugó el estimado M. con el final de esta historia para vender más libros?
Este telón es el tronco de la novela, pero hay mucho más. Una dura denuncia al sistema educativo, donde se dan palos a docentes y alumnos por igual, y una exposición clara y meridiana del egocéntrico mundillo en el que se sumergen algunos escritores, a los que canta las verdades del barquero, según afirma nuestro sabio refranero español.
Las miserias humanas, refugiadas en el cómodo lecho del que disfruta una parte importante de nuestra sociedad, desenmascaran la supuesta normalidad que rodea a sus personajes. Así lo ve Herman Koch, como ya hiciera en sus dos novelas anteriores: La cena y Casa de verano con piscina, con las que conocí a este autor que gusta del sabor ácido para aderezar de manera acertada sus tramas.
Me gusta el final. Tenía que encontrar una fórmula para impactar al lector. Lo ha conseguido. Era necesario porque a veces, se excede en ese continuado vaivén entre el presente y el pasado y en capítulos del grupo de amigos de los adolescentes, que en mi opinión, tienden a engordar y repetirse de manera innecesaria.
Aun así, todos los peros que pudieran plantearse a esta obra son detalles menores que no apagan el brillo y la fuerza de esta historia que mantiene el sello particular de este autor. Muy recomendable.

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