Libros — 27 de diciembre de 2012 at 22:24

«La mujer veloz», de Imma Monsó

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Antes de comprar el libro leí la sinopsis: “La mujer veloz es una mirada original al gran “mal” contemporáneo: la tiranía de la inmediatez en la mayor parte de ámbitos de nuestra vida y las dificultades que tenemos para distinguir lo que es importante de lo que es urgente”.

No me lo pensé más, cogí el libro y fui hacia la caja. Antes de llegar al portal de casa ya lo había sacado de la bolsa, y mientras subía por el ascensor ya lo estaba hojeando con muchas ganas de leerlo.

Me senté en el sofá y volví a leer la sinopsis: la tiranía de la inmediatez; estaba claro que esta frase era la que me había hecho decidir comprarlo.

Antes de abrirlo y empezar a leer, pensé en el concepto de vida líquida de Zigmunt Bauman, donde la única certeza que se tiene es la gran incertidumbre existente. Una incertidumbre precisamente alimentada por la necesidad de inmediatez del consumismo y la rápida caducidad de las cosas, las relaciones e incluso las personas, que nos hace confundir lo importante con lo urgente.

“Es una novela, espero que no me decepcione”, me dije a mí misma. Y la verdad, no me ha decepcionado, me lo he pasado muy bien leyendo las tragicómicas situaciones de la protagonista. Nes, una psiquiatra a las puertas de cumplir los cincuenta años, con una percepción muy acelerada del tiempo, que la hace vivir tan rápidamente que su realidad nada tiene que ver con la de sus seres más allegados y queridos.

Al finalizar el libro sentí una gran pena por Nes; su vivir veloz no le había permitido disfrutar de momentos y seres muy especiales, y tampoco le había permitido comprender a las personas más cercanas por la rapidez y poca profundidad de sus conclusiones. Esto, por desgracia, es muy habitual en la vida cotidiana. Muchas veces se pasa por encima de las cosas y las personas sin ni siquiera verlas.

Imma Monsó me ha hecho reflexionar; por eso me ha gustado su libro. En algunas situaciones, comentarios de la protagonista o de algún personaje, me he visto reflejada o he visto reflejado algún comportamiento de alguna persona conocida, mujeres básicamente. Porque quizás las mujeres, más que los hombres, imprimimos más velocidad a nuestras vidas por aquello del tópico de que una mujer es multitarea o multipensamiento. Queremos estar en todas partes y tenerlo todo controlado. Esto puede ser una ventaja, pero si no lo sabemos gestionar puede ser un problema, porque el querer abarcar mucho nos puede dispersar la atención y podemos acabar pasando por alto los aspectos importantes.
Si a esta facilidad de “multitarea” le sumamos la facilidad de elucubrar y anticiparnos, el resultado es Nes: una protagonista obsesionada con el tiempo, tan acelerada que es incapaz de disfrutar el presente porque ya está pensando en el futuro, y esto, evidentemente, le produce un gran vacío vital y una cierta soledad egoísta, de la que quizás no es del todo consciente por la realidad paralela que ella con los años se ha ido construyendo, donde ha ido encajando a las personas y sus relaciones según le iba bien a su vivir veloz.

¿Y qué hace Nes para llenar ese vacío interior? Aislarse todavía más en un intento de reducir la velocidad de su ritmo de vida, pero como siempre, la urgencia de esa necesidad le hará perder de vista lo importante: la verdadera realidad, que seguramente sería lo que la ayudaría a reducir su velocidad.

Nes, aun teniendo una gran capacidad intelectual, también es un ejemplo del pensamiento fácil y sin profundidad, que se queda en la superficie de las cosas por falta de tiempo para reflexionar y que es tan habitual en nuestro tiempo. Y es que ya lo dicen: hoy la velocidad se come el tiempo de pensar. Y esto es muy claro en Nes.

Es gracioso que el personaje sea una psiquiatra. ¿De qué le ha servido estudiar psiquiatría?, me he preguntado muchas veces durante la lectura. Y pensando en esto, a medida que iba conociendo más a la protagonista, llegué a la conclusión de que su visión científica se queda en las formas porque no tiene, o no quiere, perder tiempo en conocer el significado.

Vivimos obsesionados con la sensación de ser esclavos del tiempo, el tiempo se nos escapa de las manos.

El ritmo de vida es muy rápido, sobre todo en las ciudades, y esto hace que la sociedad de hoy sea una sociedad de acción más que de reflexión. La velocidad no nos permite pensar y, muchas veces, cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde. ¿Cuántas veces nos ha pasado?

La sociedad líquida nos hace vivir en la superficie, donde los referentes son inestables, cambian según las modas, según el marketing, y esto nos lleva a la tiranía de la inmediatez, que no quiere que se profundice ni en las cosas ni en las relaciones humanas, convirtiéndonos en seres competitivos y egoístas que solo piensan en no complicarse la vida y disfrutar al máximo de “los placeres terrenales”.

La sociedad líquida, evidentemente, ofrece siempre las soluciones a los problemas existenciales: consumo de objetos o experiencias que llenarán nuestro vacío. ¡Mentira! El vacío existencial solo lo podemos llenar desde nuestro interior: conociéndonos a nosotros mismos, como ya decía el Oráculo de Delfos, estudiando y compartiendo los valores atemporales que son realmente humanos, porque son estos valores los que surgen de la esencia misma del ser humano.

A la sociedad líquida no le interesan las personas cultivadas (no confundir con las personas con muchos títulos o diplomas, posgrados o másteres) que piensen y reflexionen, porque una persona cultivada es feliz con las cosas importantes de la vida, y estas, no se encuentran ni en los centros comerciales ni tampoco tienen relación con el verbo tener. Lo importante tiene que ver con el verbo SER.

Nos quejamos de que vivimos muy acelerados y no tenemos tiempo de nada. Está claro que el momento actual es complicado y convulso, pero no nos engañemos, también está en nuestras manos reducir la velocidad, poniendo referentes sólidos y estables en nuestras vidas que nos ayuden a saborear mejor el día a día y a flotar mejor en esta líquida sociedad, veloz y cambiante.

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