Libros — 1 de junio de 2013 at 00:00

«Juan Salvador Gaviota», de Richard Bach

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Al margen de las clasificaciones que los comercios del libro puedan realizar, dada su preocupación por encontrar una ubicación en las estanterías para cada libro, cuando tienes esta obra en tus manos no puedes dejar de preguntarte: ¿a qué género pertenece? Cuento infantil, fábula, lectura de evasión, libro de autoayuda… Al menos, uno llega a la conclusión de que las vivencias de Juan encierran algo que no puede ser percibido por una mente infantil. Ahí radica uno de los riesgos de este tipo de libros, y es darlos a conocer a niños en edades muy tempranas. Le ocurre lo que a otras obras, como El Principito o el Quijote; se ponen como lectura en clase y… todos a leerlos. En el mejor de los casos, estas lecturas no minorarán el interés cuando se llegue a la adolescencia, momento en el que ya empieza a ser recomendable su lectura. Si se ha disfrutado con ellas, probablemente se conviertan en esa clase de libros que te acompañarán toda la vida.
Uno de los temas que más interés despierta en el lector es la permanente búsqueda de libertad y autenticidad por parte de la gaviota protagonista. Nos es fácil identificarnos con él, pues todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido la necesidad de no pertenecer a la “manada”, en la búsqueda permanente de nuestras supuestas esencias. Así las cosas, leemos con interés cómo, mientras al resto de las gaviotas solo les interesa comer, a Juan sólo le preocupa volar más rápida e intrépidamente que al resto de su especie.
La actitud de Juan no es bien aceptada por el resto de la bandada. Es un planteamiento simple y directo, que nos pone sobre el aviso de que lo diferente siempre encuentra oposición. Hay tantos ejemplos de ello en la historia de los hombres que la idea se entiende rápidamente. Por poner un caso, una de las primeras referencias que nos viene a la cabeza, representa la idea que cuajó con los románticos y mantuvo su importancia durante la primera mitad del siglo XX, de que la verdadera libertad solo estaba al alcance de aquellos que son capaces de llevar su individualismo hasta las últimas consecuencias. Este planteamiento, aunque actualmente se halle en desuso, sugiere que tuvo cierta influencia en el autor.
Pero vayamos un poco más atrás: cuando Juan Salvador Gaviota se enfrenta a la bandada porque no comparte sus intereses de vida, le llega la inevitable consecuencia de ser juzgado y expulsado por sus gobernantes. Es difícil no encontrar una relación con el individuo platónico del Libro X de La República, en su mito de la caverna, el cual, tras romper las cadenas y salir a la luz del sol, entra de nuevo en la cueva para contárselo a los que están encadenados. El desenlace de esta decisión consecuente le cuesta la incomprensión de los hombres y hasta su propia vida.
Una de las ideas, aparentemente secundaria, en la estructura del libro, la encontramos en la segunda parte, cuando Juan cree que ha muerto y se encuentra tutelado por Rafael, y este le dice: “¿Tienes idea de cuántas vidas debimos cruzar antes de que lográsemos la primera idea de que hay en la vida más que comer, luchar o alcanzar poder en la Bandada? ¡Mil vidas Juan, diez mil! Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección…”. Se nos antoja que las creencias del autor sobre la continuidad de la vida quedan patentes en estas líneas.
El colofón a tan magnífica obra lo hallamos con la transformación que se da hacia el final del libro, en la que nos encontramos a Juan no como buscador sino como Maestro de otras gaviotas. Su búsqueda tuvo éxito. Su valor le convierte en referencia para los demás, ahora la manada tiene unas huellas horadadas que seguir.

Cortesía de “El club de lectura El Libro Durmiente”
www.ellibrodurmiente.org

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