En este número de Esfinge, que se encuentra lleno de ideas y sugerencias, se nos ofrecen perspectivas que nos pueden resultar útiles para ensanchar nuestra visión del mundo.
Es un hecho que comprobamos diariamente, en nuestras propias vidas y en las opiniones que circulan en nuestra sociedad, que tendemos a reducir la realidad, adaptándola a los límites de nuestra capacidad para comprender. De esta manera, las posibles soluciones a los problemas que nos afectan se encuentran condicionadas por nuestra visión del mundo y por eso solo se les achacan causas económicas, o en todo caso políticas o sociales, por lo que no debe extrañarnos que los remedios que se aplican sean cuanto menos parciales y superficiales y en el peor de los casos inútiles, pues no llegan a la raíz de las cosas.
Hoy visitan nuestras páginas propuestas que nos orientan en una dirección diferente, hacia un reencantamiento del mundo, que pasa por recuperar maneras de saber y conocer que habíamos descuidado desde hace tiempo: la imaginación como poder interior para desenvolvernos en el mundo de los significados y los símbolos, que nos presentan muchas necesidades interiores de los seres humanos que se quedan insatisfechas en un mundo desencantado y nihilista. Como nos recuerda el profesor Schwarz, citando a Saint Exupery, «solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos». Lo esencial, lo invisible, lo sagrado, reencantar el mundo para ver bien. Estamos olvidando lo esencial, porque como es invisible pensamos que no existe. Debemos aprender a ver con el corazón.
Resulta reconfortante saber que puede haber otra manera de encarar la vida y la explicación del sentido de la existencia humana. Que muchas intuiciones nuestras encuentran respuesta en los nuevos paradigmas que se nos proponen.