Ken Wilber nació en Oklahoma, Estados Unidos, en 1949. Como su padre trabajaba en el Ejército, vivió en varios lugares durante su infancia. Se interesó inicialmente por la medicina, pero, tras dos años de estudio, se dio cuenta de que le interesaba algo más creativo. Pasó a estudiar Bioquímica en la Universidad de Nebraska. Aun habiendo terminado con buenas notas la carrera, comprendió que ni la medicina, ni la bioquímica ni la ciencia respondían sus eternas preguntas: ¿quién soy yo?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿por qué estoy aquí?
El Einstein de la conciencia
Ken Wilber comenzó a estudiar con entusiasmo las psicologías y filosofías de las grandes tradiciones de Oriente y Occidente. Dice: «Había estado dedicando mi vida al estudio de la ciencia para toparme con la lamentable conclusión de que, sin estar equivocada, la ciencia posee una perspectiva brutalmente limitada y estrecha». Wilber criticará luego en sus obras no a la ciencia en sí, sino al intento de la ciencia de acaparar toda la realidad, el cientifismo.
Dejó el doctorado y se puso a fregar platos para tener un sustento material que le posibilitara cumplir su sueño: dedicarse a la investigación de la conciencia y a publicar libros. Sus profesores de la facultad quedaron horrorizados. A los veintitrés años escribió su primer libro, El espectro de la conciencia, que tuvo una gran acogida: «Durante los cinco años siguientes seguí lavando platos, sirviendo mesas, trabajando en una tienda y escribí cinco libros más».
Eso de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer no deja de cumplirse en el caso de nuestro autor. En Gracia y coraje, su trabajo más personal, narra el hecho más importante de su vida: el encuentro con la mujer que sería su esposa, Treya, y el periplo vital de los siguientes años, cuando ella padeció cáncer y finalmente murió.
Lo llamaron el Einstein de la conciencia, por su intento de sintetizar e integrar todas las ramas del saber en una fórmula simple. Y se puede decir que lo ha conseguido. Wilber es considerado como el gran teórico de la psicología transpersonal e integral, que se caracteriza por contemplar las amplias experiencias espirituales, negadas o ignoradas por la psicología convencional. Pero su obra no se limita a la psicología, sino que, como un auténtico filósofo, integra muy diversas ramas del saber práctico y teórico.
En sus investigaciones encontramos referencias a los grandes filósofos y místicos de Oriente y Occidente, como Platón, Buda, Plotino, Shankara, Ibn Arabi, Eckart, así como a los grandes pensadores de la modernidad, como Kant, Hegel, Freud, Jung, Piaget, Habermas, etc.
Wilber no se ha dedicado a los estados transpersonales desde un punto de vista solo teórico, sino también experimental, practicando durante décadas diversas disciplinas del budismo zen, tibetano, psicología, etc. No se considera a sí mismo un maestro espiritual, un gurú , sino más bien un pandit, un estudioso, a la vez que practicante, de disciplinas espirituales.
Filosofía perenne e integral
La obra de Wilber se construye a partir de lo que él llama generalizaciones orientadoras, que son verdades amplias de los diferentes campos del saber. Busca una realidad que tenga en cuenta las verdades de la ciencia, pero también las de la philosophia perennis.
En sus obras encontramos un bello despliegue de ecuanimidad; una exposición sencilla, metódica y asequible al lector. Trata de construir un modelo de la realidad que sea realmente comprensivo, que incluya las diversas teorías sobre el hombre y universo que han aparecido en la historia, las limpie de sus limitaciones e integre sus verdades en un modelo mucho mayor.
Siguiendo a Leibniz , Kumaraswami, Huxley, Huston Smith, etc., busca la filosofía común y eterna que subyace tras todas las religiones y místicas . Y además, su integración con todas las otras ciencias humanas o exactas desarrolladas por la humanidad. Como ya defendiera H. P. Blavatsky en el siglo XIX, cree que la mística es otro tipo de conocimiento científico, aunque se desarrolle en el interior del ser humano. Y que todas las religiones, simbolismos e incluso ciencias físicas y biológicas se complementan perfectamente entre sí, si las colocamos correctamente cada una en su lugar y altura de la realidad.
Por eso se desmarca del movimiento transpersonal, para realizar el esfuerzo del enfoque integral. Busca una «teoría de todo» que englobe las verdades de todas las grandes tradiciones psicológicas, científicas, filosóficas y espirituales. Lo plasma en libros comoBreve historia de todas las cosas,La conciencia sin fronteras, Un Dios sociable o Los tres ojos del conocimiento.
La teoría integral busca una comprensión lo más abarcante posible del ser humano y del universo ; y que lleve a una transformación y mejoramiento del cuerpo, la mente y el alma. En este sentido, Wilber coincide con otros filósofos contemporáneos como Aurobindo , Jean Gebser , Don Beck o Chris Cowan .
La tradición teosófica ya trató de recuperar la filosofía perenne dándole un lenguaje moderno, recuperando enseñanzas del platonismo y de Oriente, e intentaron integrarlo con la evolución científica, sin renunciar a ninguna de las dos vertientes. No era fácil conciliar el creacionismo, el budismo, la idea de Dios o los dioses con el evolucionismo y la ciencia. Eran dos posiciones tremendas autoexcluyentes y, a menudo, enemigas. Wilber, con valentía y estudio, asume ese reto y lo resuelve con bastante éxito, enfrentándose a complicadísimos temas, presentes en la filosofía perenne, como:
– La constitución interna del individuo.
– Los niveles y estructuras de existencia, en lo individual y colectivo.
– La involución y evolución como grandes procesos cósmicos.
Holones, jerarquía y Gran Cadena del Ser
El universo es holónico. ¿Qué significa esto? Que está constituido por totalidades-partes. Un holón es algo que constituye una unidad en sí mismo y, al mismo tiempo, es una parte de un conjunto mayor. Por ejemplo, una letra. Es una unidad en sí misma, pero al mismo tiempo es una parte de una palabra, que es una unidad en sí misma y una parte de una frase, totalidad en sí y parte de un párrafo.
Otra serie holónica sería la formada por átomo-molécula-célula-órgano-cuerpo…, donde cada elemento es una unidad en sí misma, a la vez que una parte del siguiente sistema que las trasciende, al mismo tiempo que las conserva. Un ser humano es también un holón, pues es una unidad en sí mismo (compuesto de muchas partes) y al mismo tiempo es una parte de una realidad mayor.
Los holones tienen cuatro movimientos o capacidades: dos verticales y dos horizontales. El primero de los impulsos horizontales es la individualidad, que es la tendencia del holón a conservar su totalidad, su unidad, su actividad propia frente a las presiones del medio. La otra tendencia horizontal es la comunión, que es la tendencia a conservar la parcialidad, el impulso a seguir siendo parte de una unidad mayor.
Las capacidades verticales son la autodisolución, que ocurre cuando un holón fracasa en conservar su individualidad o las relaciones que mantiene con otras individualidades y se disgrega en los subholones que lo componen (las células se descomponen en moléculas, que a su vez se disgregan en átomos).
Por el contrario, la autotrascendencia es el impulso a crecer, a evolucionar, un proceso que incorpora lo que ya existía y le agrega componentes nuevos (por ejemplo, el cerebro humano consta del tallo reptiliano, al que se le añade el sistema límbico, al que se le añade el neocórtex).
Los holones no están dispuestos al azar, como producto de una mera casualidad. Wilber recupera la idea de jerarquía (hieros: sagrado; archos: gobierno), como la forma en la que el cosmos se ordena de forma natural. El hombre no puede sustraerse, por mucho que quiera, a este principio ordenador.
Frente al terror que produce hablar de jerarquías hoy día, Wilber distingue entre jerarquías naturales y jerarquías patológicas. Una jerarquía natural es simplemente el orden evolutivo, que va del átomo a la molécula y de esta a la célula; un proceso de crecimiento hacia sistemas cada vez más holísticos e integradores. Una jerarquía patológica o de dominio tiene lugar cuando un holón no ocupa el puesto que le corresponde y trata de tiranizar a la totalidad (por ejemplo, una célula cancerosa en el cuerpo o un tirano en la sociedad).
Así, llegamos a la Gran Cadena del Ser, legado de las grandes tradiciones espirituales y de la filosofía perenne: el cosmos se compone de diversos estratos de realidad que van de lo más burdo a lo más sutil, llegando finalmente a Dios (el espíritu), fundamento de todo (aspecto inmanente) y cumbre de la evolución (aspecto trascendente).
Cada nivel superior trasciende, a la vez que incluye, al inferior. Entonces, podemos decir que esta Cadena se compone de materia, cuerpo, mente, alma y espíritu. O fisiosfera, biosfera, noosfera, teosfera y espíritu. Estos niveles del ser son holones y se ordenan jerárquicamente. El mundo de la materia es trascendido por el mundo biológico. Así, un vegetal trasciende, pero incluye, a la piedra; un animal trasciende e incluye al vegetal y al mineral.
La intuición (alma) supera a la razón (mente), pero la incluye en una totalidad de orden superior. Podemos hablar de niveles de ser o de niveles de consciencia. Todos los niveles de la Gran Cadena son importantes, pero obviamente cada nivel más elevado es más real, más verdadero, más trascendente, pues es como un recipiente cada vez más grande y más pleno del espíritu. Los niveles superiores van emergiendo a través de los inferiores, pero esto no quiere decir que los inferiores sean la causa de los superiores, al contrario: lo inferior viene de lo superior, pero su despliegue se hace a través de lo inferior. Por ejemplo, la mente se actualizará en el hombre después del cuerpo, lo que no quiere decir que el cuerpo sea la causa de la mente.
Los cuatro cuadrantes
Los cuatro cuadrantes son las cuatro esquinas del cosmos, las cuatro caras de los holones. Se basan en dos premisas: la primera, que podemos ver todo holón desde dentro y desde fuera, pues todo holón tiene un aspecto exterior y otro interior. La segunda, que a los holones podemos verlos de forma individual o en colectividad. Si combinamos estas cuatro facetas, obtendremos los cuatro cuadrantes.
Superior-derecho
Es el aspecto individual y exterior de los holones, es decir, todo aquello que puede ser estudiado y medido empíricamente. La ciencia puede estudiar el cerebro humano, por ejemplo, y constatar que se compone de determinadas partes; que tienen determinadas funciones y que producen determinadas reacciones bioquímicas. Wilber llama a este cuadrante conductual.
Si se conecta a un yogui un electroencefalógrafo mientras medita, se podrán observar (cuadrante superior-derecho) los cambios fisiológicos que acontecen en su cerebro (ondas alfa, beta, delta). Pero lo que el investigador no podrá conocer serán las iluminaciones sutiles que el yogui experimentará en su interior (será en el cuadrante superior-izquierdo). Si desea conocer algo de esa experiencia, deberá hablar con él; aun así, todo lo que podrá obtener será una descripción mental de la experiencia y no la experiencia misma.
Superior-izquierdo
Es el aspecto individual e interior de los holones, la conciencia, el mundo de los significados internos, de la estética, de los pensamientos de cada ser humano, su historia personal. Este cuadrante no puede ser visto ni oído ni sentido de forma sensible. Las ideas, los sentimientos, no se pueden tocar con las manos. Para conocer a una persona hay que hablar con ella e interpretar lo que dice, no se la puede conocer científicamente. Wilber llama a este cuadrante intencional.
Inferior-izquierdo
Es el aspecto colectivo e interior de los holones. Son los significados internos compartidos, las culturas, las ideas compartidas por los grupos. Cada hombre nace en una familia con una determinada visión del mundo. La familia está a su vez integrada en una comunidad, en una nación, en una gran cultura, y la persona se va configurando en un mundo lleno de significados internos (no tocables ni medibles). Este cuadrante es llamado de lo cultural.
Inferior-derecho
Es el aspecto colectivo y exterior de los holones. Son todos aquellos aspectos de un grupo de holones que pueden ser verificados desde fuera, de manera empírica, objetiva, medible y cuantificable. Son, por ejemplo, los sistemas de producción, el tamaño de la población, la estructura de las edades de dicha población, el nivel tecnológico, los sistemas arquitectónicos, jurídicos, etc. Es llamado el cuadrante de lo social.
Los cuadrantes de la mano izquierda son los del mundo de la cualidad, del valor, mientras que los de la mano derecha son los de la cantidad. La ciencia, que se encarga de la mano derecha (todo lo empírico, medible, cuantificable) no puede ofrecernos criterios de valor. El mal de nuestro tiempo es la colonización de los dominios de la mano izquierda por los de la mano derecha, la usurpación por la ciencia y la técnica de todas las esferas de cualidad, que da como resultado un mundo chato, unidimensional, incoloro, insípido, muerto. La Gran Cadena del Ser reducida a su más baja expresión, la materia.
Todos los cuadrantes son igualmente importantes y no pueden ser reducidos a uno en particular. Todos se influyen mutuamente. Ha habido grandes teóricos de un determinado cuadrante, pero generalmente no han reconocido la importancia de los otros y sus teorías perdieron finalmente notoriedad ante los huecos que dejaban sin explicar. Por ejemplo, Marx se ocupó de lo colectivo-externo, por lo que no reconoció la existencia de los cuadrantes de la izquierda (lo interior) y convirtió el arte, las leyes, la moral y la religión en meras proyecciones de la organización económica. Wilber intenta rescatar en su obra lo más interesante de las teorías de grandes pensadores como Marx, Freud, Jung y muchos otros. Y nos sugiere, al mismo tiempo, cuáles son las partes de sus teorías que debemos rechazar por incompletas o insostenibles.
El desarrollo humano
El Hombre Real (Self, Atman, Testigo), es básicamente uno con el espíritu, pero antes de alcanzar esa consciencia de la unidad, encarna en sucesivas vidas en las que va perfeccionándose sucesivamente. Así, va pasando por los distintos niveles de la Cadena, identificándose y des-identificándose sucesivamente, a medida que progresa con la materia, la vida, la mente y, en algunos individuos, el alma y el espíritu. El espectro del desarrollo de un ser humano pasa por tres grandes etapas: pre-personal, personal y transpersonal; o pre-egoica, egoica y trans-egoica o pre-mental, mental y trans-mental.
Lo pre-egoico comprende el nacimiento y la infancia, hasta que va surgiendo una cierta conciencia mental de la propia identidad. Ahí nace lo egoico, que en la adolescencia se manifiesta plenamente y que, con el paso de los años, va madurando hasta llegar a una etapa existencial, en que la persona se pregunta por su existencia y por el porqué de la vida. Esa sería más o menos la frontera entre lo egoico y lo trans-egoico, la etapa final de lo personal y la antesala de lo transpersonal.
Lo que se llama transpersonal o trans-egoico constaría a su vez de varios niveles más: psíquico (o nivel del yogui o del chamán), sutil (nivel del santo), causal y no dual (niveles del sabio). Todo esto, por supuesto, es un resumen.
Las sociedades actuales ayudan a llegar hasta lo mental, pues ahí está su centro de gravedad, su nivel evolutivo medio. Pero no conducen, e incluso obstaculizan en gran medida, el acceso a lo transpersonal, el mundo del alma y del espíritu.
Ken Wilber se muestra explícito sobre los problemas que aquejan actualmente a la humanidad: la crisis ecológica, el principal problema de Gaia, no es la polución, los desechos tóxicos, el agujero de ozono ni nada por el estilo. El principal problema es que no existen suficientes seres humanos que se hayan desarrollado hasta los niveles posconvencionales, mundicéntricos y globales de conciencia, que son los únicos que pueden llevarle a ocuparse de las cuestiones globales.
Bibliografía
Visser, Frank. Ken Wilber o la pasión del pensamiento. Kairós.
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Kairós.
Wilber, Ken. Una visión integral de la psicología. Alamah.
Wilber, Ken. Después del Edén. Kairós.
Wilber, Ken. Los tres ojos del conocimiento. Kairós.