El lenguaje secreto de las antiguas mujeres chinas
“Hace mucho tiempo, durante la dinastía Song, hace quizá más de mil años, el emperador Song Zhezong recorrió todo su reino en busca de una nueva concubina. Viajó hasta muy lejos y finalmente llegó a nuestro condado, donde oyó hablar de un campesino llamado Hu, un hombre con cierta cultura y sentido común que vivía en el pueblo de Jintian. El señor Hu tenía un hijo que era funcionario, un joven de buena posición que había obtenido unos excelentes resultados en los exámenes imperiales; pero la persona que más intrigaba al emperador era la hija mayor del campesino. Se llamaba Yuxiu. La muchacha no era una rama carente de todo valor, pues su padre se había encargado de su educación. Sabía recitar poesía clásica, y había aprendido la escritura de los hombres. También sabía cantar y bailar, y sus bordados eran hermosos y delicados. Todo eso convenció al emperador de que la muchacha sería una buena concubina real. Visitó al señor Hu, negoció para obtener a su inteligente hija y poco después Yuxiu emprendió el viaje a la capital. El señor Hu recibió muchos regalos y a Yuxiu se le garantizó una vida distinguida rodeada de jade y seda…Día y noche Yuxiu guardaba para sí sus emociones. Las malvadas mujeres de la corte y los eunucos la observaban mientras bordaba o practicaba caligrafía en silencio. Siempre se reían de su trabajo:”qué mal lo hace”, decían. “Mirad cómo ese mono intenta copiar la escritura de los hombres”. Sus labios sólo pronunciaban palabras crueles, pero Yuxiu no intentaba copiar la caligrafía de los hombres. Lo que hacía era cambiarla, inclinarla, feminizarla, y de ese modo creó unos caracteres nuevos que muy poco o nada tenían que ver con la caligrafía de los hombres. Sin que nadie lo supiera, estaba inventando un código secreto para poder comunicarse con su madre y sus hermanas. (“El abanico de seda”, de Lisa See).
Así es como surgió en la región de Jiangyong, en Hunan, provincia del sur de China este maravilloso lenguaje creado por las mujeres de la etnia Yao. Se cuenta que ya desde el siglo III de nuestra era se usaba dicho lenguaje, pero hasta 1.983 no fue conocido por todo el mundo dado su carácter secreto, ya que tan sólo era conocido y dominado por las mujeres, traspasándose de madres a hijas, de generación en generación…y así durante cuatro siglos.
En la antigua China, la mujer no tenía absolutamente ningún valor, su única educación consistía en prepararse para ser casada como moneda de intercambio mediante matrimonios concertados. Su familia natal a cambio recibía regalos y alimentos por parte de la familia política como pacto de la dote. Su vida transcurría encerrada en la casa de sus padres realizando por la mañanas las tareas del hogar, y por las tardes cosiendo y bordando su futuro ajuar en las llamadas habitaciones de las mujeres ó bien, en la casa de sus suegros con su marido, viendo pasar la vida a través de las celosías de las ventanas, sin hablar con nadie, afanadas en sus labores y realizando todas las tareas de la casa como una criada más, en una familia extraña para ellas. Añadiéndole además la humillación de que si no daban a luz hijos varones, pasaban a una posición inferior y poco considerada en la familia, sustituyéndolas en las alcobas mujeres concubinas hasta conseguir el objetivo logrado: un hijo varón.
Desde muy pequeñas, a los cuatro o cinco años, comenzaban a realizarle una de las prácticas más brutales que se le puede hacer a una niña, que era el vendado de los pies o también llamado “lotos de oro”. Según cuentan las antiguas leyendas, la primera mujer que se vendó los pies fue Yao Nang, esposa del emperador Li Yu, de la dinastía Tang (618-917), quien ordenó la construcción de un escenario en forma de flor de loto, para que su amada le mostrara los bailes que sabía hacer con los pies vendados. Otros investigadores defienden que fue en otra época, la de la dinastía Song (960-1279).
Esta práctica se comenzó a usar por las damas de la alta nobleza, y con el transcurso del tiempo llegó a formar parte de una costumbre impuesta para todas las mujeres. El poseer una mujer los pies pequeños era considerado símbolo de la mayor belleza y sensualidad para los hombres, y este hecho ofrecía grandes oportunidades para el casamiento. Los “sancunjlian” o “pies pequeños a la fuerza”, debían reunir los siete caracteres clásicos que eran: delgados, pequeños, agudos, curvos, fragantes, suaves y simétricos.
El procedimiento tan doloroso que se seguía para conseguir unos perfectos “lotos de oro”, consistía en vendar los dedos de ambos pies doblándolos hacia adentro en forma de cuña. Este procedimiento se continuaba durante algún tiempo hasta conseguir que los huesos se quebraran, y entonces los pies dejaban de crecer. Se hacía a una edad temprana, ya que los pies aún no estaban bien formados, y si se hacía más tarde existía el riesgo de sufrir deformaciones y enfermedades de por vida, incluso la muerte. Lo importante no era el inmenso dolor físico ni la pérdida de la facultad natural de caminar de la mujer; lo importante para aquella mentalidad era el concepto de lo que se entendía por “belleza”. Esta costumbre estaba tan enraizada en la sociedad medieval china, que hasta los hombres ricos, cuando bebían vino, usaban unos vasos en forma de pies pequeños o “lotos de oro” denominados, “jinlian bei”.
El vendado de los pies, se prohibió a finales del siglo XIX; sin embargo, continuó practicándose a escondidas hasta bien entrado el siglo XX en las zonas rurales de China. Fue en 1951, cuando el ejército de Mao Zedong liberó el condado de Jiangyong, dejó de practicarse para siempre. En la actualidad, aún se pueden ver algunas ancianas nonagenarias caminando con dificultad, y ayudadas por su propio bastón, recordando los restos de una tradición cruel y sin sentido.
Como consecuencia de todo esto, y otras muchas razones que por lejanía histórica se nos escapan, la prohibición para expresarse siempre da lugar a una libertad creativa, y en este caso en particular, surgió el “nü shu”, el código secreto de las mujeres chinas, el lenguaje que tan sólo las mujeres sabían descifrar y escribir.
Este lenguaje tenía entre unas 1.500 y 2.000 palabras y era usado mediante bordados en labores y prendas de artesanía durante el ajuar de la novia, y también después del casamiento para comunicarse con su propia familia. Uno de los trabajos más valiosos en el “nü shu” eran las llamadas “cartas del tercer día”, que consistían en la elaboración de cuadernos bordados en tela. Estas cartas del tercer día se realizaban por las “hermanas de juramento” de la novia, madre, hermanas, tías y primas que ultimaban los detalles de esta labor durante el mes antes de la boda, en el llamado rito de sentarse y cantar en la habitación de arriba. En estas cartas se resaltaban, en forma de canciones, las buenas virtudes de la novia utilizando las palabras adecuadas, se expresaban deseos de felicidad para ella y su nueva vida, se daban consejos de la conducta perfecta para ser una buena esposa y otros similares. Más tarde, tres días antes de la celebración de la boda, comenzaba el rito de los lamentos, que consistía en que la madre de la novia se sentaba en el cuarto peldaño de la escalera que conducía a la habitación de las mujeres; ésta cantaba entonando un lamento de despedida para su hija, que a su vez seguían el resto de las mujeres presentes, concluyendo la novia con las canciones de lamentos, no sin antes terminar por agradecer a su familia la educación y alimentación recibidas. Posteriormente, las cartas del tercer día se leían en casa de los suegros de la novia (normalmente por una hermana de sangre) al tercer día de la boda, y sólo en presencia de las mujeres de la familia política, para que éstas tuvieran en cuenta los talentos de la novia y la trataran con respeto y cariño.
Como todas las obras valiosas, siempre nos encontramos que son escasas en su cantidad para poder estudiarlas e investigarlas; en el caso del nü shu, escasean obras originales, primero, por la antigua costumbre de quemar todos los trabajos realizados de la novia al morir, porque así pensaban que la acompañaban en el más allá; y segundo, porque durante la revolución cultural el gobierno chino, a través de los llamados “guardianes rojos”, se encargaron de eliminar miles de manuscritos realizados en nü shu, considerándolos como el “lenguaje de las brujas”, siendo perseguidas todas las mujeres que participaban de este secreto lingüístico.
En el año 2.004 murió, a la edad de 98 años, una de las últimas mujeres que sabían escribir este idioma, se llamaba Yang Huanyi. En el año 1995, Yang fue una de las representantes más importantes en Pekín, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer. Gracias a ella, se ha podido estudiar por diferentes expertos e investigadores nuevos trabajos como cartas, poemas, abanicos y artículos escritos en esta lengua. La Universidad de Quinghua recopiló todas estas obras en un libro que fue publicado en el año 2005. La inmensa labor de Huanyi ha contribuido a devolver el respeto a esta lengua después de tanto tiempo, pues como ella dijo en una ocasión el nü shu “hizo nuestras vidas mejores, porque nos ofreció un modo de poder expresarnos”. La República Popular China, no hace demasiado tiempo, rectificó la postura hacia el nü shu y empezó a mostrar un gran interés por esta lengua, como símbolo de la lucha revolucionaria de las mujeres chinas contra la opresión. Desde entonces, el gobierno chino intenta mantener viva esta escritura.
En la actualidad en la región de JianYong, en Puwei, existe un lugar llamado el Jardín de Nü Shu, que posee aulas educativas para los estudiosos de esta lengua, impartiéndose numerosos talleres por algunos profesores expertos. También existe una pequeña exposición habilitada sobre todos los trabajos realizados en nü shu que se muestra a los visitantes. Curiosamente este lenguaje ha despertado tanto interés que se han hecho inversiones extranjeras para proyectos destinados a centros turísticos. También la Fundación Ford de Nueva York aportó en su día una cantidad de 209.000 $ para poder construir un museo dedicado al nü shu.
En homenaje a estas mujeres anónimas, dedico este artículo. Gracias a ellas se mantuvo viva la llama de la tradición. Gracias a ellas nos ha llegado un lenguaje lleno de fuerza, lleno de expresión. Mantuvieron unidos sus corazones valientes y sus labios cerrados, mantuvieron unidas sus manos llenas de flores, mientras escribían y bordaban en sus obras. En una de estas obras rescatadas dice” los hombres se atreven a salir de casa para enfrentarse al mundo exterior, pero las mujeres no son menos valientes al crear un lenguaje que ellos no pueden entender”.
Ellas sufrieron las desdichas de sus propias vidas en silencio. Por desgracia, como ya sabemos, aún quedan muchas mujeres que se encuentran en otros países, en unas condiciones que son realmente indignantes y deplorables. Aún queda mucho por luchar y mucho camino por andar. Ojala que algún día esto se termine y que pueda la mujer encontrar su natural lugar de ser y sentirse humana; dentro y fuera de sí misma.
Gloria L. Godoy
Interesantísimo. ¿podrían dar más bibliografía? Gracias