Historia — 30 de septiembre de 2018 at 22:00

Pierre de Coubertin, un humanista olímpico

por
Pierre de Coubertin

Pierre de Coubertin fue sobre todo y ante todo un educador, condición esta constituida en motor y condicionante de toda su fecunda actividad y la que permanentemente estará presente en la concepción de su rico ideario ( la educación debe ser el prefacio de la vida (1896) ; lo más importante en la vida de los pueblos: la educación (1890)[i] . En este sentido, pues, Coubertin fue un pedagogo, un filántropo, un humanista, un hombre que entregó todo el paréntesis vital de su existencia, sus ilusiones, su febril y cotidiano quehacer, amén de su fortuna, en poner en marcha la rica filosofía por él ideada, tendente a constituir una gran y única familia humana, pacíficamente integrada, en donde se prohibiese cualquier tipo de discriminación.

Pero, ¿quién es hoy Pierre de Coubertin? Pierre de Coubertin es hoy el más famoso desconocido de la historia, con el drástico contrasentido, semántico y conceptual de ser «famoso» y a la vez «desconocido». Y ello se explica, ya que ¿quién no conoce hoy en día los Juegos Olímpicos?, ¿quién no conoce el símbolo de los cinco aros?… pero ¿en qué porcentaje es conocida someramente su figura histórica?

Si con ocasión de una edición de los Juegos Olímpicos se realizase un muestreo sociológico y se fuese preguntando a viandantes anónimos de diversa procedencia (amas de casa, estudiantes, obreros, deportistas, miembros de federaciones e incluso miembros de Comités Olímpicos Nacionales) acerca de su nombre, el resultado sería normalmente desalentador, pese a que la ingente tarea por él legada supone una de las aportaciones benefactoras más importantes en la historia de la humanidad.

¿Cuántas personas importantes han existido en el mundo? -se preguntaba Jean Drapeau, el tesonero alcalde canadiense que consiguió para su ciudad los Juegos de Montreal 72-.No muchas, ciertamente -se respondía-. ¿Es Coubertin uno de ellos? Coubertin -afirmaba- ha sido uno de esos hombres cuyas virtudes, adornadas por una voluntad y una lucidez excepcionales, han asegurado el acercamiento de los seres humanos, bajo el símbolo del perfeccionamiento a la vez del cuerpo y del alma [ii] .

Por eso la idea corriente o vulgar que se tiene del famoso noble francés no responde a la identidad de su figura histórica. Coubertin no fue un promotor deportivo, fue un humanista, un educador, fue el primero en los tiempos modernos que supo ver que los deportes y los Juegos, organizados adecuadamente, pueden dar algo más que el mero beneficio físico. Se dio cuenta de que con los deportes es posible adquirir también cualidades culturales y morales[iii] .

Para Cagigal [iv] , Coubertin es un pedagogo social promotor del gran acontecimiento deportivo del s. XX. Su rico y variado bagaje cultural se perfila en una serie de ideas centrales o ideas madre no estructuradas sistemáticamente, pero cargadas de una gran fuerza y poder de arrastre y concretadas en religiosidad ritual, tregua universal, nobleza, selección, mejoramiento de la raza, caballerosidad y belleza espiritual. No es un programa lo que Coubertin deja, es-dice- un estilo, un talante, un entendimiento del deporte.

Sentado cuanto antecede, preciso destacar la impronta humanista del padre del olimpismo moderno. Si por humanismo se entiende el retorno a la cultura grecolatina como medio de restaurar las relaciones humanas o doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de las relaciones humanas [v] , Pierre de Coubertin encaja plenamente en el campo conceptual del humanismo al haber considerado el faro espiritual de Olimpia [vi]con su enseñanza moral, como guía y piloto determinante de su ideario y a este mítico enclave como un paraíso idealizado, venerado por él a lo largo de toda su vida y elegido para el eterno descanso de su vibrante corazón.

Coubertin, el artífice visionario

Coubertin, como sabio artífice del gran proyecto o como experto actor único de tan compleja obra, supo aunar, para fraguar la sólida base del olimpismo, sus variados y profundos conocimientos sobre psicología, sociología, historia y artes, poniendo en marcha el movimiento más importante del siglo, de imparable progreso y al que con gráfica frase él mismo describió en 1920. El Olimpismo -decía- es una gran maquinaria silenciosa, cuyas ruedas no rechinan y cuyo movimiento no cesa nunca, a pesar de los puñados de arena que algunos lanzan contra ella, con tanta perseverancia como falta de éxito, para tratar de impedir su funcionamiento. (…). De esta manera, se han franqueado las diferentes etapas de la restauración olímpica y el mundo moderno ha sido invitado a solemnidades, cada cuatro años, que evocaban cada vez más el antiguo ideal helénico. Las artes, las letras, un ceremonial grandioso, el contacto de la religión, las llamadas cada vez más ardientes al noble espíritu caballeresco (…) y por último, las manifestaciones pedagógicas destinadas a poner en evidencia, de una manera siempre creciente, el papel educativo tan importante que puede tener el ejercicio físico intensivo; este es el programa que se ha realizado, estas son las cimas que el olimpismo ha escalado desde su resurrección [vii] .

¿Y en qué basar el progreso incontenido e indestructible del movimiento olímpico, superador de guerras, boicots internacionales, terrorismo, insidias y acechanzas partidistas de todo género? Varios aspectos se podrían destacar a este fin, todos ellos dimanantes de la profunda, variada y rica filosofía del célebre normando.

En primer lugar, es de destacar en la doctrina coubertiniana la excepcional cualidad de su creador de utilizar dentro de sus esquemas, conceptos e instituciones sacadas del pasado [viii] , a las que entronca con las realidades de su problemática contemporánea y lanza con caracteres de permanencia inalterable y progresivo crecimiento a la incógnita interrogante del futuro [ix] . El mundo griego clásico, el gimnasio griego, Olimpia y su enseñanza, las ideas religiosas de su tiempo, la pedagogía, Thomas Arnald, etc., todo el variado conglomerado de conceptos sirven de sólida base a su idea olímpica y hacen que tome de cada una de ellas las partículas más vitales que han de otorgar consistente permanencia a su ideario.

En otro sentido y como es de todos conocido, Coubertin no fue un descubridor ni siquiera el feliz padre de la idea de la restauración olímpica. Cuatro años antes de la pública propuesta de la reposición de los Juegos, su paisano contemporáneo, Paschal Grousset, había lanzado ya la idea. Pero Grousset pensaba en unos Juegos Olímpicos Nacionales. Coubertin, con su habitual sagacidad, había intuido de forma automática que la fuerza, vigencia y supervivencia de la renovación olímpica, radicaba fundamentalmente en su universalidad [x] . Y para el apoyo básico de esa universalidad y supervivencia, estableció como centro axiomático de su código la camaradería y la fraternidad. Nada tienen que hacer en la gran familia olímpica las tradicionales barreras de la raza, la lengua, la religión, la política o la economía. A la gran familia olímpica todos son llamados. En la gran familia olímpica todos son admitidos y estimados por igual. En la gran familia olímpica solamente se exige el respetuoso acatamiento del código moral que constituyen sus reglas [xi] .

Unos Juegos para todos los pueblos

Admitir la variación y cambio dentro de las estructuras del movimiento olímpico, para así adaptarlo a las evoluciones o trayectorias sociales o ambientales del momento, fue otra de las luminosas ideas que Coubertin rápidamente aceptó y que permitieron así la permanente actualidad del olimpismo. Es muy conveniente y deseable –decía Coubertin- que los Juegos entren con honor en el vestido que cada pueblo teje durante cuatro años a su manera, y añade más adelante: Los Juegos deben ir acordes con la vida del mundo y no permanecer sometidos a una reglamentación perfectamente arbitraria [xii] .

La idea pacificadora del movimiento olímpico es otra clave de su permanente y actual mensaje. Coubertin tomó como ejemplo el esquema del mundo heleno y su ekecheiría como paréntesis pacífico que se decretaba en honor a la gran fiesta cuadrienal. El ansia de paz a nivel universal la comprende hondamente Coubertin ante la situación de su país después de la confrontación de 1870. Es por eso por lo que la idea de la competición deportiva a través de los Juegos ha de ser una permanente llamada a la paz. Que cada cuatro años -decía- los nuevos Juegos Olímpicos den a la juventud universal la ocasión de un encuentro dichoso y fraternal en el que se borrará poco a poco la ignorancia que los pueblos tienen unos de otros; ignorancia que mantiene odios, acumula recelos y precipita bárbaramente los acontecimientos de una lucha sin cuartel… [xiii] , y añade en su Oda al deporte: ¡ Oh deporte, eres la Paz! Estableces buenos contactos entre los pueblos acercándolos con el culto a la fuerza controlada, organizada y maestra de sí misma. Por ti aprende a respetarse la juventud universal y así la diversidad de las cualidades nacionales se transforma en fuente de generosa y pacífica emulación [xiv] .

Una última característica cabe señalar hoy día como fruto del pensamiento coubertiniano y esta es cómo la poderosa carga genética de su rico humanismo ideológico ha generado una fuerza sociológica mundial de primera magnitud. En consonancia con ella se puede evidenciar que no existe hoy día otra, dentro de los distintos vectores y tendencias de la gran familia humana en su dimensión religiosa, científica, cultural, económica, literaria y artística u otras, que posea el número de adeptos con que el olimpismo cuenta, integrado por el bloque de todos los que en el mundo acatan los postulados de la Carta Olímpica; ni existe tampoco ninguna actividad como las descritas que posea la capacidad pacífica de convocatoria de un mosaico tan variado de razas, lenguas, religiones o sistemas políticos como el olimpismo convoca periódicamente en un lugar concreto del planeta a través de sus Juegos cuadrienales[xv] .

La ingente obra se concibió e inició en solitario trabajo, por la figura señera de Pierre de Coubertin.

Quisiera transcribir el párrafo en el que M.ª Theresa Eyquem, en el epílogo de su obra, refleja con magistrales trazos literarios la rica, compleja y a veces contradictoria personalidad de Pierre de Coubertin. «De una «energía sobrehumana» -dice-, dando a su pasión el tono bienhechor de la mesura, a su dolor la dignidad del silencio y a su instinto dominador el dulce trato, era, en la total acepción del término, un hombre. De excepcional inteligencia, erudito y adivino, «decididamente subversivo» no por gusto, sino por probidad intelectual, revolucionario y enemigo de la violencia, a la vez apegado a su patria e internacionalista, vinculado a su raza, a su clase, a su nombre, y hostil a su «casta», gentilhombre y la vez descubridor de la nobleza del pueblo, cortés, diserto, espiritual, persuasivo para defender su ideal, vehemente contra la injusticia, luchador infatigable e infatigable defensor de la paz, dejó una obra y un ejemplo. Obstinado, inflexible y a la vez adaptable a todo tipo de sutilezas de la evolución, de un carácter tosco con una sensibilidad de niño o de poeta, poco preocupado de la gloria inmediata, ignorante de la palabra «interés», lo dio todo. Se entregó a sí mismo y entregó todo lo suyo, a millones de desconocidos, en los que quiso ver la fuerza y la alegría [xvi] ».

 


[i] DURÁNTEZ, Conrado. Pierre de Coubertin y su Ideario. Madrid, 2001. Pág. 23.

[ii] BOULAGNE, Y. P. La vie et laerse pedagogique de Pierre de Coubertin. Montreal, 1893-1937. Lemeac, 1975.Pág. 482.

[iii] PIERNAVIEJA, Miguel. ¿Crisis del Olimpismo? Actas de la Academia Olímpica Española 1968-1973. Pág. 192.

[iv] CAGIGAL, José M.ª El deporte en la sociedad actual. Madrid, 1975.

[v] Diccionario de la lengua española . Edición 2001. Pág. 839.

[vi] COUBERTIN, Pierre. En Textes Choisis. Tomo II. Zurich, 1986. Págs. 44, 45, 115, 162 y 428.

[vii] COUBERTIN, Pierre . La victoria del Olimpismo. La revue Sportive Ilustrée. Belgique, julio 1920. En Ideario Olímpico: Discursos y ensayos. Instituto Nacional de Educación Física. Madrid, 1973.

[viii] COUBERTIN, Pierre. Lo que podemos pedir ahora al deporte. Lausana, 1918. En I. O. Págs. 76-91.

[ix] COUBERTIN, Pierre. Olimpia. Conferencia dada en París en la sala de la Alcaldía del XVI distrito. En I. O. Págs. 175-195.

[x] MEYER, Gaston. El fenómeno olímpico. Publicaciones del Comité Olímpico Español. Madrid, 1963. Pág. 13.

[xi] COUBERTIN, Pierre. Discurso en la clausura de los Juegos de Berlín. I. O. Pág. 221.

[xii] Declaraciones de Coubertin a Andres Lang en 1936En El Fenómeno olímpico. Pág. 17.

[xiii] COUBERTIN, Pierre. El atletismo en el mundo moderno. Conferencia pronunciada en la Sociedad del Parnaso. Atenas, 1894. I.O. Pág. 19.

[xiv] Oda al Deporte . Premiada en el concurso de literatura deportiva de la V Olimpiada 1912. I.O. Pág. 72.

[xv] DURÁNTEZ, Conrado. Actualité de Pierre de Coubertin. Actas del Simposio desarrollado en la Universidad de Lausana entre los días 18-20 de marzo de 1986.

[xvi] EYQUEM, María Therese. Pierre de Coubertin. L’épopée Olympique. París, 1966. Pág. 289.

Bibliografía sobre Pierre de Coubertin

En español:

COMITÉ INTERNACIONAL PIERRE DE COUBERTIN. Pierre de Coubertin, ese desconocido. Lausana, sin fecha. 44 páginas.

COUBERTIN, Pierre. El ideario olímpico. Madrid, 1973. 243 páginas. Traducción al español de Juan Antonio de la Iglesia. Título original L’idée olympique. 1.ª versión en lengua francesa del Carl-Diem Institute, Schorndort, 1967.

COUBERTIN, Pierre. Memorias olímpicas. Madrid, 1965. 232 páginas. Traducción al español de José María Soler.

COUBERTIN, Pierre. Memorias olímpicas. Publicaciones del Comité Olímpico Internacional. Lausana. Ediciones 1976, 1979, 1989 y 1997. 236 páginas. Prólogo de Geoffroy de Navacelle.

DURÁNTEZ, Conrado. Pierre de Coubertin, el humanista olímpico. Ediciones del Comité Olímpico Español. Madrid, 1995. 101 páginas.

DURÁNTEZ, Conrado. Pierre de Coubertin y la filosofía del olimpismo. Ediciones Comité Olímpcio Español. Madrid, 1995. 101 páginas.

DURÁNTEZ, Conrado. Pierre de Coubertin: su vida en imágenes. Publicaciones del Comité Olímpico Español. Madrid, 1993. 111 páginas. Publicación ilustrativa de la Exposición Iconográfica Itinerante sobre la vida y la obra de Pierre de Coubertin, organizada con ocasión del acto conmemorativo del XXV aniversario de la creación de la Academia Olímpica Española y de la conmemoración del Centenario Olímpico.

DURÁNTEZ, Conrado. Olimpia. Madrid, 1975.

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MERCÉ, Andrés. Pierre de Coubertin. Ediciones Península. Barcelona, 1992. 154 páginas.

En francés:

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CALLEBAT, Louis. Pierre de Coubertin. Fayard, 1988. 272 páginas.

COMITÉ INTERNACIONAL PIERRE DE COUBERTIN. Bibliographie des oeuvres de Pierre de Coubertin. Lausanne, 1991. Recopilación realizada por Norbert Müller y Otto Schantz, integra un volumen de 171 páginas.

COMITÉ INTERNACIONAL PIERRE DE COUBERTIN. L’actualité de Pierre de Coubertin. Actas del Simposio desarrollado en la Universidad de Lausana entre los días 18 y 20 de marzo de 1986. 312 páginas.

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EYQUEM, Marie Thérése. Pierre de Coubertin L’épopée olympique. Calmann-Lévy. París, 1966. 298 páginas.

GILLIERON, Christian. Les relations de Lausanne et du Mouvement olympique à l’époque de Pierre de Coubertin 1894-1939. CIO. Lausanne, 1993.

NAVACELLE, Geoffroy. Pierre de Coubertin, sa vie pour l’image. Ediciones Comité Olímpico Internacional. Zurich, 1986. 96 páginas.

En inglés:

COMITÉ INTERNACIONAL PIERRE DE COUBERTIN. Pierre de Coubertin, that unknown. Lausana, sin fecha. 44 páginas.

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MACALONN, John. This great symbol. Chicago, 1981. 359 páginas.

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INTERNATIONAL OLYMPIC COMMITTEE. The Internacional Olympic Committee one hundred years, the Idea – the Presuidents – the Achievements. Lausanne, 1994.

En italiano:

LOMBARDO, Antonio. Pierre de Coubertin. Saggio storico sulle Olimpiadi moderne 1880-1914.

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