Historia — 11 de septiembre de 2007 at 07:22

Florencia

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Cuáles son los motores ocultos que hacen que un sinnúmero de genios del arte, la ciencia y la filosofía surjan de repente en un mismo lugar y en una misma época es algo que seguramente nunca sabremos. Siempre he creído que un fenómeno como el del Renacimiento italiano no es fruto de la casualidad, sino el resultado de un montón de fuerzas convergentes, intencionalmente dirigidas hacia un propósito histórico, que en un momento determinado eclosionan lanzando al mundo el producto de siglos de paciente espera y trabajo.

Pocos historiadores estarán dispuestos a admitir la existencia de una, llamémosla, conspiración intelectual que habría intervenido secretamente en asuntos sagrados y profanos, con la única intención de acabar, de una vez por todas, con una de las edades más oscuras y terribles que ha vivido la humanidad a lo largo de su historia, aunque una observación detenida de los hechos parece demostrar lo contrario. De ser cierto, habría sido una labor de generaciones que habría comenzado con la apertura de Europa al conocimiento del mundo durante las Cruzadas y que terminaría colándole a la Iglesia Católica un gol sin precedentes, con la revitalización del pensamiento y los valores del Mundo Clásico que con tanto ahínco se había propuesto destruir diez siglos antes. En cualquier caso, no vamos a entrar en discusiones.

Sí que podemos, en cambio, situar el periodo renacentista entre los años 1.400 y 1.600, como haría cualquier libro de texto, y reconocer un periodo de gestación que efectivamente se habría extendido desde finales del siglo XIII y a todo lo largo del XIV o trecento. A partir de aquí, y en muy pocos años, todo va a cambiar sustancialmente durante el llamado Primer Renacimiento o quattrocento, en el tenemos que reconocer a Florencia como la capital más destacada de su época, mientras que durante el periodo posterior, el Alto Renacimiento o cinquecento, el centro de atención se trasladará a Roma, de la que tendremos oportunidad de hablar en otro momento.

DSCN0423.JPGLos triunfos políticos de la Iglesia durante la conflictiva Alta Edad Media, se fueron ido desvaneciendo a partir del desmembramiento del Sacro Imperio Romano Germánico, y el ideal de convertirse en la regente de la vida espiritual, política y material de Europa, dieron dado paso a una Italia dominada por una nueva clase social: la burguesía. Sus intereses fundamentalmente comerciales encontraron en la ciudad-estado y en el sistema republicano el marco ideal para su expansión. Y aunque la clase burguesa mantenía estrechas relaciones con las autoridades eclesiásticas, nos encontramos ante una sociedad básicamente laica, integrada fundamentalmente por banqueros, artesanos y comerciantes.

En este marco de convulsiones sociales y conflictos tiene lugar el redescubrimiento de la Antigüedad. Los intelectuales volvieron sus rostros a los textos griegos y latinos y más tarde a la arquitectura y el arte clásico. El interés por rescatar lo antiguo sirvió de catapulta a una nueva concepción de la filosofía y del arte que no imitaba, sino que se inspiraba en lo antiguo para crear algo nuevo. Giorgio Vasari bautizaría a este fenómeno como la rinascita, y Florencia pareció ser el marco ideal para el desarrollo de las nuevas ideas, con sólidos pilares como los de Dante, Petrarca y Boccaccio que sentaron las bases del futuro Humanismo, o los estudios clásicos de Coluccio Salutati y Leonardo Bruni.

Caminar por Florencia es la mejor forma de acercarnos a una ciudad deslumbrante en la que se entrelazan, como en un encaje arquitectónico, palacios, iglesias y galerías de arte de la más exquisita factura. La traza urbanística de la ciudad deriva de la forma cuadrada de los antiguos castros romanos, aunque la muralla que edificó en su momento Arnolfo di Cambio cambia esta concepción dividiendo a la ciudad en dos distritos, uno religioso alrededor del Duomo, la catedral, y otro distrito civil y político alrededor del Palazzo Vecchio, en la plaza de la Signoria, en torno a la cual se suceden las edificaciones históricas, desde fortalezas góticas a modernos palacios como Ruccellai, Pitti, Strozzi y Médici-Riccardi.

DSCN0427.JPGEntre tal derroche de belleza, el Duomo merece una especial atención, con su delicado campanille decorado por Giotto y la magnífica cúpula construida por Brunelleschi, para la que tuvo que idear un sistema arquitectónico revolucionario. A principios del siglo XV la catedral gótica aún no estaba terminada y parecía que nadie se atrevería a acabarla, ya que las técnicas del momento convertían en imposible el intento de edificar una cúpula de las dimensiones que esta requería. Brunelleschi inventa máquinas y construye mecanismos que permiten construir una cúpula que se soporta a sí misma sin necesidad de utilizar cimbras durante su construcción, causando la admiración y el asombro de todos.

No es de extrañar que su siguiente encargo sea una obra de gran envergadura: la construcción de la iglesia de San Lorenzo. En este magnífico edificio Brunelleschi asocia con su extraordinario sentido estético todo lo aprendido en Roma durante años, midiendo y estudiando los edificios de la antigüedad clásica, y el resultado son las proporciones de un nuevo estilo arquitectónico regido por las matemáticas y el orden racional. La Rotonda de Santa María degli Angeli y la capilla Pazzi, junto a la grandiosa Santa Croce, iglesia gótica que sirve de panteón a las más ilustres personalidades florentinas, serían dos de sus realizaciones más logradas en ese sentido.

A Brunelleschi se debe también un descubrimiento de consecuencias importantísimas en el arte posterior: la perspectiva lineal, es decir, cómo todas las líneas paralelas convergen en un punto de fuga único situado en el horizonte. Cuando Masaccio aplicó este principio a su Trinidad hacia 1.427, los resultados fueron sorprendentes. Pintado sobre los muros de Santa María Novella, el fresco parece una capilla auténtica abierta en una de las paredes de la iglesia, con una bóveda de casetones, a la manera de los edificios romanos, sobre las cabezas de los personajes pintados, de rotundos volúmenes y perfectas vestiduras que caen sobre los cuerpos como si fueran objetos independientes.

DSCN0399.JPGY hablando de la pintura del Renacimiento, cómo no dedicar unas breves líneas a los monumentos pictóricos dedicados por Botticelli al conocimiento esotérico, en su Nacimiento de Venus y su Primavera, que con tanta emoción he podido contemplar sobre las paredes de la Galería Uffizi, entre decenas y cientos de obras de arte. No por menos conocido hay que dejar de disfrutar tampoco de las obras maestras de la escultura florentina que se conservan en el Museo del Bargello, uno de mis museos preferidos en todo el mundo, o en el museo del Duomo. En este pequeño museo situado en una pequeña plaza tras la catedral, se conservan los paneles originales que componen las famosas puertas de bronce del Baptisterio, bautizadas por Miguel Ángel como «Puertas del Paraíso», y que son obra maestra de Ghiberti, que ya había realizado las anteriores compitiendo para su realización con el propio Brunelleschi. La novedad de esta segunda serie, con temas extraídos del Antiguo Testamento, está en la disposición general en diez paneles rodeados de un friso de sibilas y profetas. Su dominio de la perspectiva es casi más sorprendente que el de Masaccio.

La factura de las «Puertas del Paraíso» inició una larga renovación de la escultura, desde los cánones estéticos del gótico internacional hasta las maravillosas y apasionadas realizaciones de Miguel Ángel. Luca de la Robia, Bandinelli, Cellini y Donatello entre otros, son los artífices principales de esta extraordinaria aventura que culmina en la sobrecogedora escultura del David que Miguel Ángel realizó para exhibirse en la plaza de la Signoria y que en la actualidad puede verse en la sala principal de la Galería de la Academia.

DSCN0493.JPGSería innumerable relatar cuantas cosas más he podido admirar durante mis maravillosos encuentros con una de las ciudades más bellas del mundo: las tiendecitas de Ponte Vecchio, los pórticos de la Santa Annunziata, las maravillas egipcias y etruscas del Museo Arqueológico, las esculturas realizadas también por Miguel Ángel para el panteón de los Médici, los frescos de Fray Angelico en San Marcos, la loggia del Mercato Nuovo, las esculturas de Donatello y Ghiberti para la fachada de Orsanmichelle y un largo etcétera que no siendo exhaustivo, me ha obligado a volver una y otra vez a la ciudad que cambió el mundo y dio comienzo a la era moderna.

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