Historia — 1 de julio de 2011 at 00:03

Nelson Mandela: una leyenda conmovedora

por

Nelson Mandela, igual que otros africanos negros de su generación, nació y creció en un país marcado por un racismo institucionalizado. Las duras políticas conocidas como apartheid del partido nacional afrikáner, que eran la minoría blanca que detentaba el poder, fomentaban el desprecio, la violencia y el odio racial. En uno de los fragmentos de su libro autobiográfico Long walk to freedom (el largo camino hacia la libertad), nos explica cómo su vida estaba siendo coartada por ser de una raza determinada: “Ser negro en Sudáfrica supone estar politizado desde el mismo momento del nacimiento, tanto si se reconoce como si no. Un niño africano nace en un hospital sólo para negros, llega a casa en un autobús sólo para negros, vive en barrios sólo para negros y va a una escuela sólo para negros, en el supuesto de que vaya a la escuela.

Este niño, cuando crece, sólo puede aspirar a trabajos para negros, alquilar una casa en un municipio sólo para negros, viajar en trenes sólo para negros y ser detenido en cualquier momento del día o la noche para enseñar su pase y, si no lo tiene, será arrestado y puesto entre rejas. Su vida está determinada por las leyes y regulaciones racistas que anulan su desarrollo, debilitan su potencial y consumen su vida”.

No se puede clasificar a un hombre como Nelson Mandela: abogado, activista, idealista, preso, presidente de Estado…Fue alguien que siendo adulto pudo haber buscado la estabilidad y la prosperidad económica dentro del marco de una sociedad injusta. Pero, en vez de esto, se sintió con la responsabilidad de cambiar la situación en su país. Esta elección le costó su comodidad, sufrió la violencia en primera persona y muchas privaciones. Es en estas circunstancias donde se forja un héroe para Sudáfrica, para el continente africano en general y para el mundo entero. Dió una gran lección de lo que es capaz de hacer un ser humano que vive los valores universales y los pone al servicio de los demás.

La formación de un príncipe
Nació el día 18 de julio de 1918 en Mvezo, una pequeña aldea del distrito de Umtata, la capital de Transkei. Formaba parte de la tribu de los Thembus, que a su vez formaban parte de la nación Xosa, un gran grupo de tribus dispersas por Sudáfrica que comparten una lengua común (el xosa) y unas tradiciones ancestrales transmitidas oralmente de generación en generación.

El padre de Mandela (Gadla Henry Mphakanyiswa) era un jefe tribal que, bajo la autoridad del rey Thembu, gobernó Mvezo. Por lo tanto, Nelson, por parte de padre, formaba parte de un linaje real. Pese a estar el país dominado por la colonia británica, estos cargos seguían siendo importantes, aunque estaban totalmente controlados. Mphakanyiswa tuvo cuatro esposas y trece hijos. La madre de Mandela era la tercera esposa y se llamaba Nosekeni Fanny. Por tradición tribal, él debía convertirse en sucesor del cargo que desempeñaba su padre.

Es importante destacar la influencia que tuvo su padre en la formación de su carácter. Era un hombre fuerte y estricto que le inculcó los valores de la disciplina y la rebeldía. Uno de estos actos de rebeldía ocurrió cuando Mandela no era más que un niño de pocos meses. Su padre debía acudir al magistrado británico para resolver un asunto legal, pero no acudió. Esta acción fue considerada como un no reconocimiento de las autoridades británicas por encima de su cargo como jefe tribal. Como consecuencia, fue destituido de su cargo y perdió toda su fortuna. Tras lo ocurrido, la madre de Mandela tuvo que pedir ayuda para criar a sus hijos y regresar a la aldea de su familia en Qunu, donde el niño vivió una infancia sencilla y despreocupada. Los niños en la aldea contribuían en los trabajos de cultivo de cereales y cuidaban los rebaños, y por las tardes podían jugar horas y horas juntos. Aunque las privaciones económicas que tuvieron que hacer frente les obligaron a llevar una vida muchísimo menos holgada que en Mvezo, Mandela recuerda esta época como una de las más felices y plenas de toda su vida.

A pesar de que sus padres carecían de una educación oficial, decidieron educar a su hijo en una escuela. Lo inscribieron en una misionera  dirigida por una Iglesia occidental. El padre de Mandela llamó a su hijo en el día de su nacimiento Rolihlahla, que significa “el travieso”, pero el primer día de clase la profesora eligió para ellos nombres en inglés. Es así como el pequeño Rolihlahla pasó a ser conocido como Nelson, probablemente en honor del capitán de barco Lord Nelson.

Poco después de morir su padre, y por expreso deseo de este, continuó su educación en la capital Thembu. Convivió con la familia del jefe de Thembu como un integrante más. Justice era el hijo mayor de la familia y cuatro años mayor que él. Justice se convirtió para él en un hermano mayor y modelo a seguir. Nelson debía formarse para ser el consejero real cuando a este le tocara suceder a su padre.

El joven prosiguió sus estudios en la escuela británica y, además, aprendía de los jefes africanos durante las reuniones tribales. Una de las cosas que más le marcaron era la manera de proceder. El jefe se sentaba en silencio y tan solo escuchaba a todos los que tenían algún comentario o propuesta que hacer. Al finalizar, todos los asuntos a tratar, el jefe intentaba alcanzar una resolución común de todo lo expuesto. En sus propias palabras nos dice: “…Un líder es como un pastor. Permanece detrás del rebaño y deja que los más ágiles vayan delante y que los demás les sigan, sin darse cuenta de que en todo momento están siendo dirigidos desde atrás”.

Tuvo la oportunidad de formarse en ambas culturas. Recibió, por un lado, una fuerte formación occidental, y a la vez, estaba fascinado por la historia y cultura de sus ancestros africanos. Conocía a todos los héroes africanos de memoria, y las injusticias cometidas durante el período de la colonización provocaban en él una reacción muy emotiva. En esta época empezó a gestarse en él la semilla que fructificaría más tarde en una fuerte ideología y convicción.
Mandela no sintió resentimiento contra el hombre blanco; todo lo contrario, quiso conocerlos y dejó de verlos como opresores. Empezó a estudiar la historia de África desde un punto de vista europeo.

A la edad de dieciocho años, Nelson accede a una universidad mixta de Healdtown que le abrió un horizonte de nuevas oportunidades educativas. En esta época se inicia en la práctica de varios deportes, dos de los cuales siguen siendo hoy su gran afición: el atletismo y el boxeo.

El despertar
Nelson Mandela era un brillante estudiante, trabajador y agradecido con la vida por las oportunidades que estaba teniendo, pero en pocas semanas el destino del joven cambia radicalmente. En la Universidad es nombrado representante del consejo de estudiantes y, debido a una serie de incidentes ocurridos cuando exigieron reformas, es expulsado. Nelson debe regresar a su hogar adoptivo en Thembu. Por si fuera poco, el jefe tribal había comprometido a dos chicas en matrimonio para él y su “hermano” Justice. Esto fue para ellos una terrible noticia y, al no poder expresar su desacuerdo, porque esto no estaba permitido, deciden huir a Johannesburgo. De repente, pasa de formar parte de la élite africana y de recibir una educación que le garantizaría una prosperidad y prestigio a huir a una de las ciudades más duras y violentas del país.

Una vez más, los planes de Nelson parecen no coincidir mucho con lo que la vida le tenía preparado. Su intención era acabar su licenciatura e integrarse con la élite de los negros cultos y occidentalizados de Sudáfrica. Pero determinados encuentros con personas y acontecimientos despertaron al joven Mandela a la realidad. Fue aquí donde inicia su lucha política contra la opresión del apartheid.

Estos primeros pasos en la vida política no fueron fáciles. Era un fugitivo denunciado y muchas puertas se cerraban, pero a la vez aparecían nuevas oportunidades de formación. Una de ellas fue conocer a Sislu, que era uno de los líderes del CNA (Congreso Nacional Africano), que ayudaba a proteger los derechos de los africanos y del cual él pasaría a formar parte.

Entonces él aprende una cosa que contrasta con lo que le habían enseñado en su educación occidental. Para ser líder hay que ir a la universidad, pero observa que muchos grandes líderes destacados que había conocido nunca habían sido universitarios. Fue una época de profundos cambios, no tan solo en lo exterior, que fueron muy duros, sino a nivel interno.  Obtuvo un pequeño empleo de oficinista y con ello pudo ir costeándose sus estudios en la universidad para acabar su licenciatura.

Se enteraron a través del periódico de que el jefe de Thembu estaba gravemente enfermo. Justice y Nelson regresaron para hacerle una visita antes de morir. Nelson quedó libre de convertirse en el futuro consejero del nuevo rey y su corazón se sintió aliviado, pues se sentía culpable por haberle abandonado. De este regreso hizo la siguiente reflexión:
“No hay nada como regresar a un lugar donde nada ha cambiado para ver cómo has cambiado tú mismo… Me di cuenta de que mi manera de pensar y de ver el mundo había evolucionado… Pensé en el pasado… cuando siendo un chico joven, ingenuo y provinciano, había visto muy pocas cosas del mundo”.

En esta época en Johannesburgo conoció a judíos, indios, mestizos, blancos y negros que se entendían perfectamente sin que el color de la piel o la cultura tuviera ninguna importancia entre ellos. Hace amistades que le durarán toda la vida y se convirtieron en gran apoyo durante su posterior campaña política, sobre todo Sislu y Radebe. Este último influyó en su formación ideológica sugiriéndole lecturas, presentándole a más activistas e invitandole a reuniones. Más adelante, cuando le preguntaron cuándo se dio cuenta de que debía hacer algo, explica: “No recuerdo exactamente (…) cuándo supe que dedicaría mi vida a la lucha por la liberación… No tuve ninguna iluminación, ninguna revelación singular, ningún momento de la verdad, sino una continua acumulación de miles de desprecios, miles de humillaciones, miles de momentos no recordados que creó en mi un sentimiento de ira, de rebeldía, un deseo de luchar contra el sistema que oprimía a mi pueblo. No hubo un día concreto en el que dijera: “De ahora en adelante me dedicaré a la liberación de mi pueblo; pero sí que me encontré haciéndolo, como no podía ser de otra forma”.

Una época de compromisos
Entre los años 40 y 50, Mandela no podía estar más ocupado. Se casó con Evelyn Ntoko Mase, con la que tuvo cinco hijos, de los cuales tan solo tres sobrevivieron. Disponía de muy poco tiempo para disfrutar de la vida familiar, pues sus compromisos con el trabajo, estudios y CNA absorbían prácticamente  sus energías. También pasaban por dificultades económicas y vivían en uno de los barrios más modestos de Johannesburgo. Se complicó todavía más cuando el CNA decidió endurecer su campaña contra el Gobierno de Sudáfrica.

Con las elecciones del 48, en las que solo pudieron votar los blancos, se recrudece la situación. Sale ganador el partido nacionalista formado por conservadores bóers, cuyo programa electoral era el apartheid. Mandela y sus colegas del partido estaban horrorizados y, efectivamente, poco después de las elecciones empezaron a implantar las leyes que todavía reducían más los derechos de los africanos no blancos. Se abolieron los matrimonios mixtos, se clasificó a todos los sudafricanos por razas y los mestizos no tenían derecho a tener representantes en el Parlamento.

El difícil camino a la libertad
Se organizaron varias revueltas populares; una de las más famosas es la campaña de desobediencia masiva y multirracial organizada por Mandela. Miles de personas de todas las clases sociales, razas, médicos, abogados, sacerdotes, estudiantes, tomaron parte y arriesgaron sus cargos y su comodidad. Pareció tener éxito. Pero las posteriores campañas fueron duramente reprimidas por el Gobierno. Hubo un gran número de muertos, asesinatos y heridos. Las protestas se extendieron a Port Elizabeth y Kimberley. El CNA inició las revueltas a través de la no violencia pero se sentía desconcertado porque no sabía cómo parar la ola de violencia.

El día 30 de julio de 1952 Mandela, junto con otras veintiuna personas, fueron arrestados.  Ese mismo año, el Gobierno inhabilitó a Mandela. Esto significaba que no podía asistir a ningún tipo de reunión o encuentro y le estaba prohibido salir de la ciudad de residencia. En esta época se centra en sus estudios y en su trabajo como abogado. De todas maneras, el Gobierno recurrió a varios períodos de inhabilitación para Mandela en los años siguientes pues lo consideraba un claro rival de su política separatista.

El matrimonio se había resentido de todo lo vivido y Evelyn le puso un ultimátum: o ella y sus hijos o el CNA. Nelson Mandela eligió el CNA y la lucha por la defensa de los oprimidos. Poco después de separarse, Mandela conoció a la que se convertiría en su segunda esposa, Winnie, con la que tuvo dos hijas más.

Entonces se emprendieron varias huelgas. Junto con Mandela, otras mil personas quemaron sus pases; hubo levantamientos, se declaró el estado de excepción…Y como consecuencia, el CNA fue declarado ilegal. A pesar de ello, Mandela no renuncia a continuar con el compromiso de propagar el programa contra el Gobierno clandestinamente. “Llevaré una vida arriesgada y estaré separado de mi familia, pero cuando a un hombre se le niega el derecho a vivir la vida en la que cree, no tiene más opción que convertirse en un forajido”. Presentía que tan solo podían venir tiempos peores para Sudáfrica. Poco después, fue acusado de alta traición, pero se retiraron todos los cargos. Este hecho fue motivo de celebración para todo el país.

Hasta ese momento, intentaron llevar a cabo protestas y acciones no violentas, pero, debido a las masacres y a las medidas que estaba tomando el Gobierno, Mandela reflexionó sobre un cambio de estrategia. Optaron por el sabotaje contra instituciones gubernamentales tales como instalaciones militares, centrales eléctricas, comunicaciones telefónicas y conexiones de transporte. Confiaban en que esto obligaría al Gobierno a negociar. Ante todo, Mandela dejó claro que los actos de sabotaje no debían causar heridos, pues el objetivo final de toda la lucha era lograr una convivencia armónica entre todas las razas presentes en Sudáfrica.

El MK (organización paralela a la CNA que Mandela fundó y conformada mayoritariamente por militares) perpetra el primer atentado contra las centrales eléctricas en Johannesburgo, Port Elizabeth y Durban. Al mes siguiente, Mandela se ve obligado a huir del país. Durante este viaje, busca aliados entre los países vecinos y hace un breve viaje por Europa. Tan solo Argelia y Etiopía acordaron contribuir a la formación militar, y algunos países ofrecieron apoyo económico. Mandela empieza a recibir una formación militar que considera de urgente necesidad en Etiopía. Pero recibe un telegrama del MK desde Sudáfrica y debe interrumpirla a los dos meses. La lucha armada se había iniciado en el interior de Sudáfrica y el MK reclamaba la presencia del comandante. Entra clandestinamente al país y, después de un tiempo, Mandela es descubierto y detenido.

El juicio de Rivonia
En 1963, habiendo ingresado ya en la cárcel, se celebra el juicio contra Mandela, que pasaría a la historia como el famoso juicio de Rivonia. Los acusados de sabotaje y de pertenecer a la guerrilla se enfrentaban a cadena perpetua o a la pena de muerte. Muchas de las acusaciones eran falsas y muy graves, como la de asesinato de transeúntes. Decidieron que se declararían culpables de algunos cargos pero que aprovecharían la oportunidad de hablar en el púlpito para defenderse de las acusaciones que no fueran ciertas y denunciar la postura del Gobierno. “He dedicado toda mi vida a esta lucha (…) He conservado el ideal de una sociedad libre (…), donde todas las personas vivan juntas en armonía y en igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que aspiro alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. El veredicto declaró culpables a Mandela y a otros siete acusados. Todos fueron condenados a cadena perpetua.

El periodo más oscuro de su vida
A la edad de cuarenta y seis años fue trasladado junto con sus compañeros a Robben Island, una de las peores cárceles de toda África. La celda de Mandela medía dos metros cuadrados y disponía de una esterilla y un par de mantas. Había una débil bombilla y una ventanita de apenas 30 cm cuadrados. El único consuelo que les quedaba en la cárcel y que les producía cierto alivio era que se tenían los unos a los otros. “El reto para todos los presos, especialmente los presos políticos, consiste en cómo lograr salir intacto de la cárcel, cómo salir sin que las fuerzas hayan mermado, cómo lograr mantener e incluso fortalecer las propias creencias… La cárcel y las autoridades conspiran para robar la dignidad a los hombres. Pero eso aseguraba mi supervivencia, puesto que por muchos hombres o instituciones que intenten robarme mi dignidad no se saldrán con la suya, porque no pienso cejar bajo ningún precio ni bajo ninguna presión”.

Esto no fueron solo palabras, sino que fue una actitud que mantuvo siempre en la cárcel. Son conocidas las discusiones que mantuvo con los guardias de seguridad que intentaron humillarle y cómo Mandela consiguió ponerles en su sitio e incluso en evidencia.

El contacto con el mundo exterior era inexistente; tan solo podía escribir una carta al mes y el contenido de las que recibía de su esposa era prácticamente censurado. Winnie le visitó a las pocas semanas, pero estas visitas fueron realmente duras. No podían tener ni un rato de intimidad y debían conversar separados por un cristal en una sala abarrotada de visitas.

Era el final de la década de los 60, casi toda la cúpula del CNA estaba en la cárcel y, debido al aislamiento, ignoraba la situación política. Lo único que conocían era que el partido nacionalista tenía cada vez más y más poder y cometían más abusos al no tener una oposición fuerte. En esta época tan dura perdió a su madre, a un hijo y su esposa fue detenida acusada injustamente de pertenecer al partido comunista. Fue interrogada y torturada. Conocer la noticia de que Winnie estaba en la cárcel fue casi el fin de todas sus esperanzas.

Una luz en medio de las sombras
Mandela se había convertido no solo para Sudáfrica, sino para la comunidad internacional en un símbolo de la libertad y la defensa de los derechos humanos.  En la cárcel continuó exigiendo cambios y reformas, y en alguna ocasión escribió alguna carta que pudo ser publicada por algún periódico. En ellas hacía un llamamiento a la población para que continuaran luchando por la unión y contra la inhumanidad del apartheid.

A principios de la década de los 80 se inicia una de las acciones más importantes, bajo el nombre de “¡Liberad a Mandela!”. En ese entonces, Sudáfrica, Estados Unidos y Europa se unen para exigir la liberación de Mandela sin condiciones. Esta presión que ejercía la comunidad internacional empezó a notarse y hubo en un principio ciertas mejoras para los presos de conciencia como Mandela. Les cambiaron a otra cárcel, podían leer el periódico, ver las noticias, revistas, mejoró su alimentación y después de veintidós años Nelson Mandela pudo abrazar a su esposa Winnie y a sus hijos.

El día 31 de enero de 1985 se declaró que podía salir de la cárcel con la condición de que abandonara la lucha. Mandela no quería la libertad a cualquier precio, y por ello la rechazó a no ser que fuera sin condiciones. Con esto no hizo más que acrecentar su popularidad y poner al Gobierno en una situación todavía más difícil, pues estaba inmerso en una fuerte crisis económica.

El primer ministro Botha es obligado a dimitir y el sucesor De Klerk no cae del todo mal a Mandela. A pesar de formar parte del partido nacionalista, parecía un hombre bastante más razonable que los anteriores, aunque ya sabía que no estaría dispuesto a renunciar a que solo los blancos detentaran el poder.

El día 11 de febrero de 1990 es puesto en libertad sin condiciones después de veintisiete años. La experiencia en la cárcel lo había transformado y fortalecido y continuaría luchando por la paz y la unión de su país, presionando al apartheid con más eficacia.

El CNA aprovechó la popularidad mundial de Mandela para presionar al Gobierno, proponer uno nuevo y democrático y entablar un tipo de negociaciones que pudieran crear un clima más respirable. En los últimos años que Nelson pasó en la cárcel, cerca de 4000 personas murieron como consecuencia de la gran violencia que reinaba en el país.

Graves inconvenientes
Lamentablemente las negociaciones se trabaron. El país vivía una situación de violencia y caos terrible. El PLI, partido terrorista creado por un antiguo miembro del CNA y formado por zulúes de bajo nivel cultural y de áreas rurales, se convirtió en uno de los enemigos del CNA, oponiéndose al proceso que había emprendido. El Gobierno autorizó que estos zulúes pudieran llevar sus armas tradicionales, como machetes, lanzas y cuchillos. En estas revueltas salían a la calle, y con estas armas asesinaban a los que consideraban rivales, entre ellos muchos miembros del CNA. Al permitir esto, el Gobierno contribuyó a aumentar el caos, y así, con esta excusa, se cerraron las negociaciones para abrir el proceso democrático.

Mandela sospechaba que De Klerk colaboraba con el PLI y nunca más volvió a confiar en él.   El Gobierno había abierto una clara campaña contra el CNA para impedir que ganara las elecciones. Su esposa Winnie fue declarada culpable de asesinato y conspiración contra el Gobierno. Mandela la apoyó públicamente y asistió a todos los juicios; fue absuelta de los cargos. Al cabo de poco tiempo, Nelson Mandela comunicó la separación de su esposa por motivos personales después de treinta y tres años juntos. Se ha rumoreado que Nelson tomó la decisión al enterarse de una relación extramatrimonial que su esposa mantuvo el tiempo que él estuvo en la cárcel.

En 1991 Nelson Mandela es elegido presidente del CNA. Inician nuevas propuestas para cambiar la Constitución, donde se contemple el sufragio universal; reclaman todos los derechos civiles y políticos para los seres humanos de cualquier raza y un sistema judicial no politizado.

Proceso de unificación de Sudáfrica
El día 27 de abril de 1994, después de un duro proceso de tensión, negociaciones y conflictos durante la campaña electoral, Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica. El día de juramento del cargo dijo: “De la experiencia de una insólita tragedia humana que ha durado demasiado tiempo, debe nacer una sociedad de la que toda la humanidad se sienta orgullosa… Nunca, nunca, nunca jamás experimentará otra vez esta maravillosa tierra la opresión del hombre por el hombre”.

El trabajo de reforma y cambio no sería nada fácil y, mucho menos, rápido. Reparar todo el mal cometido en tres siglos de dominio racial iba a ser muy duro y cambiar todo un sistema fuertemente institucionalizado también. El país no tenía el dinero, ni muchas personas de raza negra formadas para ocupar los cargos en este proyecto de transformación.

En los años siguientes, Mandela puso toda su energía en unificar el país. Intentó calmar a los blancos, que le temían, y crear una nueva Sudáfrica como un lugar habitable para cualquier persona de cualquier raza.

El auge de los esfuerzos de Mandela fue la celebración de la copa del mundo de rugby en 1995. Era un acontecimiento muy importante y simbólico. Era un deporte que los negros sudafricanos consideraban de la minoría dominante bóer y, por este motivo, se mantenían al margen. Sin embargo, algo mágico ocurrió cuando Mandela se hizo amigo del capitán del equipo. Éste organizó un equipo multirracial y el himno del equipo representante del país era el himno del CNA “Nkosi Sikelei iAfrika”. Todo el país se proclamó campeón y lo celebraron todos juntos. Fue uno de los momentos más emotivos jamás vividos.

Predicando con el ejemplo
Durante toda su vida, Nelson Mandela ha dado muestras de un comportamiento ejemplar. Con esto esperaba servir de referencia para todos los que conformaran el nuevo Gobierno, y si no era así, no tenía dudas en destituir a determinados cargos. Cada día daba muestras de su disciplina, se levantaba a las 4.30 a.m., se hacía la cama, aunque estuviera en un hotel, y caminaba unos cuantos kilómetros. Ganaba un buen sueldo, del cual una tercera parte lo donaba al CNA y al Fondo Infantil Nelson Mandela. Entregó el dinero que obtuvo cuando le dieron el Premio Nobel de la Paz y los royalties obtenidos de su autobiografía a acciones benéficas. Al finalizar su mandato en 1999, Mandela no se presentó a la reelección y dejó paso a una nueva generación con más vitalidad y juventud para continuar su legado.

En esta etapa de su vida, Mandela aprende a disfrutar de la compañía de sus hijos y nietos. Vuelve a contraer matrimonio, esta vez con Graça Machel, viuda del presidente de Mozambique.

A pesar de estar jubilado, confiesa que nunca ha soportado una cosa: “levantarse y no saber qué hacer con su día”. Por ello continúa trabajando aunque no de una forma oficial dentro de la política. Tiene una agenda repleta de reuniones con líderes mundiales, entrevistas, es un útil mediador en procesos de paz y es bien conocida su incómoda franqueza a la hora de dar su opinión sobre los temas. Defiende por encima de todo la educación de las personas y es un acérrimo combatiente contra la epidemia del sida.

Las personas que conocen a Nelson Mandela cuentan que es un hombre apasionado, carismático, amable, comprometido hasta el fondo con todo lo que emprende en la vida. Un hombre bueno, con honor y unos claros principios que le han servido de referente en los períodos más oscuros de su vida. Un hombre dado a largos discursos, con los que inflama a los oyentes. Un ser humano esculpido a sí mismo con el fuego de las duras experiencias que le tocó vivir.

En algunas culturas antiguas, los grandes personajes solían ser recordados por la posteridad por sus gestas buenas y heroicas, porque consideraban a la historia como una maestra de vida y aprendían de ella. Y aparte tal vez un pequeño regalo para este ser humano excepcional de nuestro siglo, que cumplirá  noventa y cinco años el próximo 18 de julio de 2011, sea recordar y revivir su conmovedora historia, valor y gran ejemplo. Tal vez no haya mayor regalo para una persona que ha luchado toda su vida por la justicia y los derechos humanos que reconocerle su obra, mostrarle respeto e intentar no olvidar los valores universales que ha defendido y que defenderán aquellos que se atrevan a vivirlos.

Este es el inspirador poema que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo durante el duro período de cautiverio en las cárceles de Sudáfrica para darse ánimos y renovar sus fuerzas en los momentos más oscuros:

Invictus (Henley, 1875)
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

Para saber más:
Nelson Mandela, Andy Koopmans y Leora Matlz, Folio 2005
Long Walk to freedom: the autobiography of Nelson Mandela, Little Brown, 1994.
El factor humano, John Carlin, Seix Barral 2009
Invictus, Clint Eastwood, 2009 (película basada en el libro El factor humano)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish