Filosofía — 10 de enero de 2008 at 23:36

La rigidez y la flexibilidad

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Rigidez:
Firmeza intolerante a las ideas o los actos. Inflexible, tieso.

Es una de las posturas más habituales que nos podemos encontrar en nuestras relaciones, disfrazada de virtud, llevándonos incluso a juzgar a los demás (y en ocasiones a nosotros mismos), con una dureza excesiva y una falta de comprensión que llega a ser inhumana; produciendo dolor allí donde se instala.
La rigidez nos lleva a ver la realidad que nos rodea de forma totalmente distorsionada, teniendo una tendencia a creernos en la verdad absoluta y que los demás tienen una clara falta de valores éticos o no se dan cuenta de cómo tienen que ser las cosas; llevándonos a un estado de soberbia que nos termina alejando de los demás.

La rigidez en realidad suele llevar consigo falta de amor y comprensión al prójimo y a sí mismo.
Como contraparte está el ser muy flexible, pero éste es otro extremo igualmente pernicioso, que refleja una debilidad de carácter. Cuando volcamos hacia nosotros la excesiva flexibilidad, tendemos a justificarnos, ocultándonos la verdad; cuando se refiere a los demás, suele reflejar el que seamos incapaces de enfrentarnos a ninguna situación violenta y suele enmascararse con una apariencia de bondad y amor por los demás.

El equilibrio es el estado más difícil de conseguir; tener la fuerza y determinación necesarias para corregir lo preciso y la flexibilidad para entender a los demás y las situaciones de la vida. Es necesario no dejar pasar aquellas cosas que necesitan de corrección, siendo inflexibles en su ejecución, y saber conjugar esto con el saber sacar el mejor partido de la vida, entendiendo que no siempre podemos pedir que las circunstancias estén acordes con nuestra idea de la perfección.
El ser muy rígidos nos produce úlceras y estados de ansiedad; el ser muy flexible nos lleva a estados de depresión y apatía.

¿Cómo entendemos la Disciplina? ¿Como rutina, rigidez? Cada uno debería poder valorar cómo entiende la disciplina. La rutina y la rigidez no nos valen. Pero cuidado, porque a veces caemos en esto, en ser rutinarios y rígidos, pero no disciplinados.

¿QUÉ ES DISCIPLINA? ¿Cumplir con lo justo? ¿Con lo que nos gusta? ¿O tal vez la Disciplina es un maravilloso ritmo vital? Porque hay que llegar a sentirla así, como un ritmo. Es tan amplia, tan rica, que se vive de otra manera. Un hombre-sabio puede ser disciplinado pero no aburrido. Puede ser sistemático, pero no pesado.

Sentirse comodos en la organización, no en la rigidez de esquemas. En la organización pues ella es vital, la rigidez de esquemas es formal, y a veces caemos en la equivocación de pensar que porque hemos montado algunos esquemas y además porque los mantenemos durante años y años en la misma postura, ya somos organizados.
La disciplina debe ser armónica, dignamente altiva pero no orgullosa; vertical sin rigidez; enérgica, sin violencia.

Aparentar virtudes que no practicamos o esconder defectos no desarraigados, es una forma de mentir y de mentirse. Es actuar con rigidez de cara hacia afuera, aunque siendo blandos y permisivos hacia adentro. La falta de naturalidad es, en este caso, un matiz del encubrimiento sin voluntad para transformar los defectos en virtudes.

La falta de sencillez se advierte en quienes, inseguros de sí mismos, carentes de valores y de vida interior, asumen posturas ridículas y rebuscadas, intentando ocultar el vacío fundamental con apariencias más o menos sofisticadas. Salta a la vista como rigidez y vanidad, como caricatura de otros personajes, como falsa superioridad, como actitud de juzgar a todos según las normas que le resultan importantes al interesado.

El hombre de fe ciega e irracional se vuelve cada vez más fanático y deja que su fe se cristalice en el mismo punto en que nació; ni crecen sus creencias ni crece la persona en cuestión. Todo es de una rigidez aterradora donde la más mínima apreciación individual pasa a la categoría de herejía.

La rigidez como anhelo de perfección lleva a “quebrarse”; cual rama verde, el hombre debe saber doblarse ante las circunstancias, sabiendo que en este mundo manifestado no existe la perfección sin por ello tener que renunciar a su búsqueda.

 

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