El Premio Internacional Friedrich Nietzsche es considerado el Nobel de la filosofía, y en 1995 se le concedió al barcelonés Eugenio Trías Sagnier, único filósofo de lengua castellana que lo ha conseguido hasta la fecha. El motivo de esta distinción fue la impecable trayectoria de su labor filosófica, que ha estado coronada por una erudita producción de ideas brillantes no exentas de un valor encomiable, pues a su originalidad en el pensar hay que unir la firmeza de sostener su pensamiento cuando lo que está de moda es el contrario.
Eugenio Trías es platónico confeso. Su trabajo de licenciatura versó sobre la idea del bien en Platón, y siempre recomienda alguno de los diálogos más conocidos del filósofo ateniense para que cualquiera pueda iniciarse en la filosofía. Pero no es el único autor del que reconoce honda influencia: Kant, Heidegger, Wittgenstein, por citar algunos.
Una de las ideas más brillantes y genuinas de Eugenio Trías es lo que él ha dado en llamar la filosofía del límite. El hombre se encuentra definido en un límite, y la filosofía debe dar respuestas a las preguntas y problemas del hombre. Para Trías, el momento en el que vivimos, la Época de la Razón, ha desembocado en una auténtica tiranía de la razón, desde la cual se niega y rechaza todo lo que no pueda ser aprehendido por la propia razón. Sin embargo, no toda la realidad puede abordarse desde la razón. El ser, el propio dato de la vida, que sólo puede experimentarse, y cuya experiencia es en sí una sólida certeza, es el punto donde la razón no llega, y aparece el asombro por la propia vida. Ese ámbito también lo denomina Eugenio Trías como lo misterioso, y sería el fundamento de la propia existencia, pero que nunca podrá ser conocido por la razón, que siempre se muestra huidizo a la propia mente, por lo que nuestro autor lo llama fundamento en falta. Frente a todo tipo de escuelas y tendencias racionalistas, Eugenio Trías tiene el valor de defender una postura en la que deja cabida para un aspecto de la realidad que, no solamente no es asequible a la razón, sino que es previo a ella. Y todo en el más puro estilo del pensamiento platónico y del idealismo alemán.
El hombre se encuentra, según Trías, ante dos cercas: la cerca hermética, detrás de la cual se encuentra lo misterioso, y la cerca del parecer, la del mundo concreto. Entre estas dos líneas o cercas, existe un espacio, el límite, donde se encuentra el hombre, al que define como un ser fronterizo, entre lo físico y lo metafísico. La filosofía del límite que Eugenio Trías desarrolla es un pensamiento en el que se recoge con igual importancia la necesidad de la razón y el lenguaje verbal para acceder al mundo manifestado, y la necesidad del símbolo para llegar a contactar con lo misterioso. En este aspecto coincide con Ernst Cassirer, Rudolf Otto, Mircea Eliade y el resto de insignes antropólogos que han estudiado la relación del hombre con lo sagrado.
La consecuencia es que el hombre puede desenvolverse en lo concreto y en lo intangible, y no puede entenderse sin lo uno y lo otro. Esta necesaria ambivalencia, la proyecta Trías en todos los ámbitos del ser humano: en el arte, en la música, en la política, en la ética, y extrae unas consecuencias concretas. Para Eugenio Trías, el filósofo debe buscar y vivir lo que encuentra.
La edad del espíritu
Antes de que se instaurara la Edad de la Razón, con el inicio del racionalismo cartesiano, Trías afirma que la Humanidad (al menos Occidente) vivía en la Edad Simbólica, donde la explicación de la realidad no se hace desde la razón (salvo excepciones, que no llegan a determinar el conjunto), sino a través de la religión, y con ella el símbolo. Esto condujo a otra tiranía, diferente a la impuesta por la razón, pero igualmente esclavizante.
Para Eugenio Trías deberá llegar un tercer momento, que él denomina la Edad del Espíritu, en la cual la Humanidad en su conjunto se encuentre por igual ante el poder de la razón y la presencia de lo misterioso, contenida en el símbolo.
Es importante remarcar que nuestro filósofo barcelonés no prioriza ninguna de las dos cercas, sino que establece el lugar natural de la existencia humana entre ambas.
Eugenio Trías concede una importancia especial al lenguaje en todo su desarrollo filosófico, pero no es el único. A lo largo del siglo XX ha ido conformándose una filosofía del lenguaje, por medio de la cual definir y estudiar el vínculo entre el lenguaje y la realidad y el conocimiento de esta. Wittgenstein llegó a afirmar en su Tratactus que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Personalmente, creo que desde esta afirmación del filósofo vienés, puede comprenderse perfectamente que Toth-Hermes sea el creador del lenguaje y a la vez el que asigna los límites del mundo. Porque lo que no podemos abarcar con el lenguaje no existe de manera práctica para nosotros. La neurología ha demostrado la estrecha relación existente entre la adquisición del conocimiento y la explicación de la realidad y el uso del lenguaje.
El lenguaje del hemisferio izquierdo
Cuando se habla de lenguaje, tiende a limitarse al lenguaje verbal, oral o escrito, asiento de la lógica y de los procesos lógicos. El que se emplea en la cerca del parecer de Trías, para explicar nuestro mundo. El trabajo con este tipo de lenguaje se produce en el hemisferio izquierdo de la corteza cerebral, lugar desde el cual también se opera en el ámbito de la música, las matemáticas, la lógica. El lenguaje verbal es un lenguaje descriptivo, secuencial, en el que el orden de los elementos determina el significado. Si nos encontramos la palabra ca_p_t_ sin mayor información acerca del idioma en el que está escrita, es posible que no lleguemos nunca a conocer qué significa, salvo que a través de la imaginación escojamos una de las múltiples opciones con las que llenar los huecos que faltan, y digamos “carpeta”. Esta característica del lenguaje verbal le hace ser muy preciso, tanto en la construcción de palabras como en la forma gramatical de ordenarlas, y por ello es un tipo de lenguaje empleado por la lógica para describir la realidad material y establecer sus relaciones.
El lenguaje del hemisferio derecho
Sin embargo, la realidad puede ser no material, intangible, metafísica, la Realidad que encontraríamos en tantos pensamientos clásicos de Oriente y Occidente. Yo puedo tener una experiencia mística, amorosa o sensacional, que no deja de ser una realidad para mí, a veces más importante y contundente que la propia realidad física a la que accedo con la información que me aportan los sentidos y el análisis ad hoc posterior que hace la lógica. Y, sin embargo, esa realidad intangible no puedo explicarla en toda su completura con el lenguaje verbal, a no ser que recurra a la razón poética, que diría María Zambrano, el empleo de metáforas que me ayudan a establecer correspondencias y analogías. No puedo decir que te quiero tantas unidades de ternura, sino que el cariño que siento por ti es verdadero, y lo manifiesto con un corazón. Y vinculo una imagen a un contenido. Esta es la capacidad de simbolizar, que forma parte de otra forma de lenguaje, el lenguaje simbólico, con el que operamos en el hemisferio derecho de la corteza cerebral, donde también se aloja nuestra capacidad plástica de trabajar con las imágenes y los espacios, donde reside nuestra posibilidad de establecer analogías y correspondencias. El lenguaje simbólico es un auténtico logro evolutivo del hombre, posiblemente con anterioridad a la aparición del Homo sapiens sapiens, que permite la exploración de los escenarios metafísicos interiores y el acceso a lo sagrado.
Eugenio Trías señala cómo este tipo de lenguaje, el simbólico, es el que se utiliza para poder indagar lo proveniente de la ignota cerca hermética, y en ello coincide con los antropólogos que han estudiado el acercamiento del hombre al hecho religioso, a lo sagrado. El símbolo sería un sym-balica, una unión que adquiere sentido cuando las dos partes habitualmente separadas, contenido y continente, son unidas a través de la interpretación, la hermenéutica.
Tanto el lenguaje verbal como el lenguaje simbólico descansan sobre la facultad de poder trabajar con las imágenes, la imaginación. En el ejemplo de la desconocida palabra ca_p_t_ vimos cómo era nuestra imaginación la que le otorgaba la posibilidad de que fuese el término carpeta. Y en el caso del lenguaje simbólico es evidente. Cualquier enamorado, ante la visión de un corazón de Cupido, rememora todo un conjunto de vivencias y experiencias inefables.
La imaginación: puente entre dos mundos
Pero esta capacidad de trabajar con imágenes nos proporciona también la posibilidad de explorar lo que viene desde más allá de la cerca hermética, el mundo sagrado, el cual no podemos abordar desde el ámbito de la razón. Tal y como define Eugenio Trías, desde nuestra posición de fronterizos podemos llegar a mirar a un lado y a otro del límite. Es más, entiendo que nosotros somos el límite entre lo físico y lo metafísico. Sin nosotros, sin este logro evolutivo que somos los humanos, no habría posibilidad de contacto entre lo físico y lo metafísico, entre lo profano y lo sagrado, que serían entonces como dos universos paralelos, como una asíntota. Y esta posibilidad la otorga la capacidad de poder utilizar dos herramientas diferentes y complementarias para poder explorar la realidad más allá de cada una de las cercas: el lenguaje verbal (o mejor dicho, los diferentes tipos de lenguajes lógicos, incluyendo el lenguaje matemático, de programación, etc.) y el lenguaje simbólico (o mejor dicho, los diferentes tipos de lenguajes analógicos, que no necesariamente tienen que ser visuales: una música también puede cumplir ese papel. Ambos tipos de lenguaje son posibles gracias a la imaginación. La imaginación nos coloca en el límite.
Cuando Wittgenstein afirma que «los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje», podemos derivarlo a los límites de mi dominio de las imágenes, que posibilita los dominios de mi lenguaje verbal y mi lenguaje simbólico.
Nuestra cultura occidental desequilibrada
En la actualidad, la mayor preponderancia se da al lenguaje verbal, es decir, al conjunto de lenguajes lógicos, es decir a la razón, como define Eugenio Trías. Toda la importancia se vuelca del lado del trabajo con el hemisferio izquierdo. Si nuestro hijo decide hacerse ingeniero, lo estimulamos, y si decide hacerse pintor artístico, nos preocupa. Nuestra cultura occidental está construida sobre el desequilibrio en favor de la lógica, y ello nos ha desplazado de nuestra posición fronteriza, hacia el interior de la cerca del parecer, del mundo objetivo, al que le damos el título de único mundo real, desde la tiranía de la razón. Desde un punto de vista antropológico, se ha producido una desacralización de nuestro universo, o dicho en términos de Trías, se ha quitado de vista esa cerca hermética, y la necesidad de buscar y aferrarnos a algo estable, que podemos realizar gracias al logro evolutivo de la imaginación, lo hacemos dentro de la cerca del parecer, donde todo es cambiante. Estamos sacralizando lo profano.
Los ideogramas japoneses
Un ejemplo que ilustra lo que quiero decir, lo encontramos precisamente en el uso del lenguaje. Nuestros idiomas actuales mayoritarios en la cultura occidental hegemónica son diferentes variantes de lenguajes verbales, lógicos, descriptivos del mundo objetivo. Sin embargo, hay una cultura plenamente occidental, como es la japonesa, que usa un lenguaje en base a ideogramas, vinculando una imagen a una idea, y aunque efectivamente son plenamente occidentales en cuanto al empleo de la razón (a través de la lógica), sin embargo también tienen la característica de darle una importancia a la imagen (no me refiero exclusivamente a la imagen como elemento publicitario), al orden, al rito, y por tanto, a la capacidad de conectar con la componente metafísica, sutil, de cualquier aspecto cotidiano, a través de la analogía. Es como si no hubiesen perdido la posibilidad de conectar con lo sagrado desde lo profano. Hay un aspecto ceremonial muy importante y vigente, que no son elementos arcaicos fosilizados, sino que se renuevan continuamente. Por eso, al europeo le cuesta trabajo conectar con el nipón. El hecho de emplear ideogramas (como en su momento lo hiciesen los egipcios y mayas con los jeroglíficos) indica que desde el punto de vista del uso del cerebro, ambos hemisferios se emplean por igual. Mentalmente, la capacidad de trabajar con imágenes no mengua respecto de la capacidad de trabajar con mensajes lógicos.
Dos lenguajes, dos realidades
En el ser humano pueden reunirse los dos universos, el objetivo y el metafísico, en la medida en que se dominen los dos lenguajes, lo cual es factible incluso desde el punto de vista anatómico, al existir el cuerpo calloso en un nuestro cerebro, madeja de sinapsis neuronales que conecta los dos hemisferios cerebrales.
Quedémonos con esta idea: el lugar propicio para que el hombre se desarrolle plenamente es el límite entre lo metafísico y lo concreto.
Una rebolución en la biología: el límite de Kauffman
Stuart Kauffman es un brillante biólogo teórico que ha presentado unas ideas que han puesto patas arriba todos los planteamientos básicos acerca del origen y la naturaleza de la vida. Kauffman, con una sólida formación en matemáticas, física y química y filosofía, ha llegado a la conclusión de que la vida no es producto del azar, sino que es una consecuencia propia de la materia. Y para ello acude a la teoría de los sistemas complejos, que no tienen un comportamiento lineal, y cuyo estudio constituye la vanguardia de la investigación científica, porque son los modelos de sistemas que se encuentran detrás de los procesos naturales.
Según Kauffman, un sistema lo suficientemente complejo puede llegar a autoorganizarse, dando lugar a un nivel superior, de complejidad y organización ascendentes, con propiedades emergentes, es decir, que no se encontraban en el sistema anterior. Ha llegado a diseñar los modelos matemáticos que corroboran estas teorías, y ahora se encuentra en la fase empírica que demuestre su teoría. El alcance de la misma es revolucionario para la biología fundamental y evolutiva, porque elimina el papel del azar, establece una dirección y sentido de la evolución y reduce mucho la importancia de la selección natural como motor de la evolución. Hay muchos aspectos interesantes de su trabajo de investigación, que tienen novedosas resonancias en el ámbito del pensamiento y la filosofía (no olvidemos que tiene una importante formación filosófica, kantiana para más señas), pero que no vamos a desarrollar ahora. Tan solo una idea, un apunte: para que tengan lugar los procesos de autoorganización que dan lugar a un nivel superior y radicalmente distinto, es imprescindible que el sistema se encuentre en el límite entre el orden y el caos. ¿No recuerda esta necesidad a aquella del límite de Trías? Un nivel nuevo de organización surge necesariamente de esta frontera entre el orden y el caos, y el hombre, según Eugenio Trías, necesita situarse entre la cerca del parecer (el mundo físico, “ordenado”) y la cerca hermética (el mundo mistérico, lo caótico para la razón).
¿Casualidad? No creo, ni siquiera sé si ambos autores se conocen personalmente o a sus obras. Lo que sí parece es que esta idea del límite como lugar donde se experimentan los cambios, como si fuese una especie de franja fértil (como lo es el Nilo entre un desierto a la izquierda y otro a la derecha), es una idea a la que se llega desde muy diferentes ámbitos del conocimiento sobre una misma realidad.
La riqueza de los «límites»
Por ahondar más todavía en las coincidencias, las zonas de mayor riqueza y producción ecológica son aquellas que se encuentran en los ecotonos, los límites entre dos ecosistemas muy diferentes, como pueden ser las marismas, los arrecifes costeros o la transición entre un bosque y una pradera.
Por último, decir que esta misma importancia del límite, como lugar de máxima expresión, la encontramos en numerosos hitos del pensamiento universal. En la epopeya hindú del Bhagavad Gita, repleto de reflexiones éticas, Arjuna tiene que situarse entre los dos ejércitos en liza, los kuravas y los pandavas, en el límite, para lograr apreciar la realidad de su situación. Platón, del que Eugenio Trías reconoce una importante influencia, postula que el ser humano tiene un alma con una parte racional, una parte irascible y otra concupiscible, que le permiten vivir entre el mundo sensible y el mundo inteligible. No podemos renegar de nuestra condición fronteriza. Tenemos que vivir lo uno y lo otro.
Para saber más:
Web oficial de Eugenio Trías: http://eugeniotrias.com/
OBRAS DE EUGENIO TRIAS.
· La filosofía y su sombra (1969)
· Filosofía y carnaval (1970)
· Teoría de las ideologías (1970)
· Metodología del pensamiento mágico (1971)
· Drama e identidad (1973)
· El artista y la ciudad (1975)
· Meditación sobre el poder (1976)
· La memoria perdida de las cosas (1977)
· Tratado de la pasión (1978)
· El lenguaje del perdón. Un ensayo sobre Hegel (1979)
· Lo bello y lo siniestro (1981, 5 ediciones)
· Filosofía del futuro (1984, 2 ediciones)
· Los límites del mundo (1985, 2 ediciones)
· La aventura filosófica (1987)
· Lógica del límite (1991)
· El cansancio de occidente (1992)
· La edad del espíritu (1994)
· Pensar la religión (1997)
· Vértigo y pasión (1998)
· La razón fronteriza (1999)
· Ciudad sobre ciudad (2001)
· El árbol de la vida (2003)
· El hilo de la verdad (2004)
· La política y su sombra (2005)
· El canto de las sirenas (2007)
· Creaciones filosóficas (2009), donde en 2 volúmenes, agrupa y ordena la columna vertebral de todo su pensamiento.
· La imaginación sonora (2010)
BIBLIOGRAFÍA DE STUART KAUFFMAN EN ESPAÑOL.
· Investigaciones: complejidad, autoorganización y nuevas leyes para una biología general (2003). Tusquets Editores.
hola, este análisis es excelente, y ademas es ontológico y epistemico, permite visualizar muchas realidades que los desde lo físico pero al parecer no tiene sentido desde la imaginación,los felicito permiten abrir el pensamiento fuera de lo lineal y convergente, hacia lo dinámico y divergente, saludos