Arte — 1 de febrero de 2007 at 22:19

Cuentos de Tolkien

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baumbartTOLKIEN.jpgTolkien escribió tres cuentos breves en diferentes momentos de su vida.
El primero, “Hoja de Niggle”, lo escribió como una metáfora de la vida y la muerte, mediante el símbolo de un viaje:

ese viaje que a todos nos espera, pero para el que nunca estamos suficientemente preparados. Trata de un pintor de segunda categoría, aunque muy bueno en los detalles, bastante desorganizado, de aquellos que pintan mejor las hojas que los árboles o los paisajes.
Para la ocasión el propio protagonista del cuento y actor del grupo de teatro preparó uno de los famosos cuadros al óleo de Niggle. La representación se ha hecho en parte a través de sombras chinas, para simbolizar el paso a la otra vida después de la muerte, donde siguen los trabajos del protagonista, y donde un jurado divino considera el futuro merecido del esforzado pintor. Como gesto maravilloso, en compensación por las buenas acciones realizadas en vida, aquello que Niggle imaginó en uno de sus cuadros es convertido en un paisaje real. En este lugar va a compartir vivencias con un vecino suyo con el que no había congeniado en vida. Más allá del tiempo, construyen juntos y en armonía un lugar de descanso para otros viajeros.
El segundo cuento fue “Egidio, el granjero de Ham”, escrito tras su obra más conocida, El Señor de los anillos. En este cuento Tolkien parodia en parte su propia obra, y en ella el personaje principal es una fiel imagen de un hobbit, aunque sacado de la Tierra Media y situado en una ficticia Edad Media. La adaptación ha tenido que recortar considerablemente la extensión del cuento pero manteniendo el hilo principal de la historia.
Aparecen los actores con logradas máscaras y actuaciones: un gigante, un dragón, elhostsTOLKIEN.jpg perro de Egidio y los habitantes de ese reino medieval. El tono cómico del cuento divirtió y provocó carcajadas a niños y adultos, pues el protagonista, que no desea en modo alguno ser un héroe, se ve forzado por las circunstancias y algún que otro malentendido a enfrentarse a un poderoso dragón. Eso sí, cuenta con una espada mágica “Tajarrabos” perteneciente a un otrora caballero valeroso, espada que no puede permanecer enfundada cuando hay un dragón cerca, y que en manos de un valiente es invencible. En manos de Egidio, la espada hace lo que puede, aunque logra ahuyentar al dragón de las tierras de Ham.
Para finalizar la representación se escogió uno de los episodios de El Silmarillion, la obra maestra y más querida por Tolkien. Mediante una danza se escenificó el Ainulindale o la música de los Ainur, donde Ilúvatar, el Dios creador, comunica a los Ainur (dioses en la mitología tolkieniana) un tema de música, y los dioses cantan, y en su canto imaginan un universo. Pero uno de los dioses, Melkor, entreteje pensamientos de su propia imaginación en la melodía, porque su soberbia y ansias de poder le hacen envidiar la condición de Ilúvatar. Las dos melodías luchan y naufragan, pero todo estaba previsto en la mente del Único, y la armonía se convierte en realidad, apareciendo la Tierra, el Mundo, donde los dioses deberán encargarse de construir la habitación de los hijos de Ilúvatar, los elfos y los hombres, en los abismos del tiempo y entre las estrellas innumerables.
Esta historia ha sido escenificada por siete bailarines, representando seis de ellos a los dioses y uno a la melodía causante del nacimiento de la Tierra. El Dios creador sólo tenía presencia en una voz en off. Los bailarines han utilizado en las diferentes partes de la narración coreografías de danza clásica, moderna, hindú y capoeira. Para ambientar en la imaginación de los espectadores la presencia de unos dioses mitológicos se cuidó maravillosamente y en detalle el maquillaje que, en versiones fantásticas, representaba a cada dios con su función: el dios del mar, de los vientos y aires, de la naturaleza, de las estrellas plateadas, del fuego…

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