Filosofía — 2 de septiembre de 2009 at 20:41

Blavastky y la Doctrina Secreta

por

«La naturaleza no es un aglomerado fortuito de átomos, sino la plasmación de principios sutiles, de Leyes Universales del Cosmos»

Hace bastante más de de un siglo desde la publicación de la Doctrina Secreta, escrita por la escritora y viajera rusa Helena Petrovna Blavastky, seguramente la obra más importante realizada en el último milenio acerca de la entonces llamada por ella Filosofía Esotérica, Filosofía Oculta o Sabiduría de las Edades (Teosofía).

Cuando tantos despropósitos se han dicho, escrito y difundido acerca de esta filosofía, y tantas calumnias y difamaciones se han vertido sobre quienes la han estudiado y difundido (Blavastky, en primer lugar), bien vale la pena echar una ojeada a este clásico de la literatura con la objetividad que nos da la distancia.

No cabe aquí hacer ni aun una breve reseña acerca de la figura de H.P.B. (como abreviadamente se refirieron a ella sus conocidos). Lo que sí es cierto es que fue uno de los personajes más destacados de su época: nacida en el seno de una noble familia rusa, emparentada con los zares, con 17 años abandonó la comodidad de su posición social para emprender un periplo de alucinantes viajes por todo el globo terrestre, dando varias veces la vuelta al mundo, penetrando en las inhóspitas tierras de Turkestán, India, hasta la Tierra de Fuego. Fruto de sus viajes y del contacto con los más variados personajes, recopiló enseñanzas arcaicas del acervo cultural de las más dispares culturas, reconociendo una similitud esencial entre todas estas tradiciones.

Uno de sus aportes más polémicos y, sin duda, principales, fue lo que dijo haber podido recoger del Tibet, país en el que entró dos veces, al menos, y donde decía que se guardaban en lugares ocultos todo el cúmulo de conocimientos de la historia de la Humanidad.

Fruto de sus viajes y contactos fueron obras escritas que ocupan centenares de artículos, y una obra enciclopédica dedicada especialmente a un conocimientos que había perdurado a lo largo de los milenios, salvaguardado en centros especiales, instituciones denominadas Escuelas de Misterios, de las que se conservan vestigios en todas las grandes civilizaciones como Egipto, Grecia, Mesopotamia, India o el Imperio Incaico. Sus innovadoras tesis, primero con los cuatro tomos de su obra Isis sin velo, y después con La Doctrina Secreta (seis tomos de más de 1.500 páginas), causaron gran impacto en su época, influyendo a personajes de la talla de Thomas A. Edison, escritores como William Yeats y Bernard Shaw; incluso a presidentes de EE.UU. Como Rutherford Hayes (presidente de 1877 a 1881).

Pero ha sido en tiempos posteriores cuando su influencia se ha extendido, haciendo que conceptos como el de la teoría de la reencarnación, del karma, la hipnosis y otros muchos nos sean familiares. Científicos como Marconi, Einstein, Robert Millikan o Robert Oppenheimer estudiaron su obra. Psicólogos como Carl G. Jung o Gustav Fechner recibieron aportes suyos, así como escritores como T.S. Elliot, Jack London e, incluso, Fernando Pessoa. El propio Mahatma Gandhi, formado y educado en universidades europeas, reconoció su agradecimiento a H.P.B. Por permitirle comprender los valores de su propia cultura, la de la India.

Más allá de la polémica que suscitó su vida y obra, nos ha quedado su legado en forma de escritos, libros y artículos. La monumentalidad de su obra es sobrehumana e inconcebible en una persona normal y corriente.

Solamente en su última obra, La Doctrina Secreta, cita textualmente párrafos de más de 750 libros diferentes. ¿Cómo lo pudo hacer si en su biblioteca apenas había una docena de libros de consulta, principalmente diccionarios?

Para hacerse sólo una idea aproximada de su magnitud, basta con mencionar los temas a tratar: temas de teología y ciencia moderna:; filosofía especulativa y práctica; acerca de símbolos, mitos y emblemas de las más variadas tradiciones; cualquier rama de la ciencia «exacta», desde el nacimiento y evolución de los sistemas solares; acerca del origen y génesis de la humanidad en conjunto y sobre el desarrollo de distintas humanidades etnológica y psicológicamente; acerca de la materia, la mente y el alma; acerca de idiomas y facultades desconocidas o apenas conocidas hoy en día; de tradiciones antiguas y ciencias modernas; sobre dioses y átomos, sobre cronología y calendarios, antiguos y modernos; acerca de la ciencia de los números, sobre los Purana de la India y las pirámides de Egipto. A pesar de la magnitud de lo transmitido, ella siempre rechazaba la opinión de que sus enseñanzas tuvieran la naturaleza de una «revelación». Todo lo contrario. Decía: «Estas verdades, en ningún sentido son ofrecidas como una revelación, ni pretende la autora ser depositaria de una visión o revelación mística. Ni siquiera han sido publicadas estas doctrinas por primera vez en Occidente». ¿Qué es lo que se proponía.

La meta que ella se propuso tenía fundamentalmente dos vertientes:

1- Mostrar la existencia de una Sabiduría Atemporal que subyace debajo de las formas superficiales (exotéricas) de los dogmas de las grandes religiones.

2- Luchar incansablemente contra todo tipo de dogmas, desde los religiosos hasta los científicos de la época. Fruto de ello fueron los ataques contra su persona y sus teorías por parte de los poderosos estamentos de la época, principalmente la Iglesia (católica, judía o brahmánica) y una adolescente y todopoderosa ciencia materialista.

Perforando la cáscara de los distintos dogmas y credos se hallaría desnudo un trasfondo filosófico universal, una sabiduría primigenia de la que muchísimos buscadores a lo largo de la Historia han hablado. En este sentido ella no es una pionera o «creadora» de las teorías genuinas esotéricas, sino uno de sus ejemplos más vívidos y actuales. Citando a Montaigne decía ella: «Señores: aquí tengo un ramillete de lores escogidas; nada hay en él mío sino el cordón que las ata». Esta «Sabiduría», de la que existirían vestigios en todas las civilizaciones, afirmaría un origen divino no sólo en las religiones, sino del mismo Cosmos y del ser humano. Para demostrar «sus» tesis aportaba un inmenso caudal de información: citas de autores antiguos y modernos, traducciones impresas, argumentaciones lógicas libres de prejuicios y dogmatismos, abundantes ejemplos, demostraciones claras. No pedía nada más que pudieran ser tenidas en cuenta estas ideas, aun a sabiendas de lo difícil que resultaría aquello en su época. Era claramente consciente de que muchas de las ideas expuestas serían tenidas en cuenta sólo a partir del futuro siglo XX, como así resultó ser. Su propósito declarado fue nada más que reunir fragmentos de antiguas doctrinas, desconocidas en Occidente, y constituir un conjunto armónico y continuo con éstas, asumiendo la total responsabilidad no de su contenido, sino de la forma de exponerlas. No apelaba a ninguna autoridad dogmática, sino a la Naturaleza y a sus Leyes de uniformidad y analogía.

En base a las enseñanzas recopiladas quería demostrar que la Naturaleza  no es un aglomerado fortuito de átomos, sino la plasmación de principios sutiles, de Leyes Universales del Cosmos. Pretendía también devolver al ser humano el lugar que por derecho le corresponde dentro de esta Naturaleza y rescatar de la manipulación y el dogmatismo las verdades originales en que se basan todas las religiones… y descubrir la unidad esencial de las mismas.

Con respecto a la ciencia, combatió las formas dogmáticas y materialistas que la misma estaba imponiendo en el mundo occidental, y muchos de cuyos presupuestos han sido posteriormente corregidos por la Física del siglo XX (Teoría de la Relatividad, Mecánica Cuántica, etc.). El mismo Albert Einstein se sabe que había estudiado profusamente esta obra y hay constancia de ellos por diferentes fuentes.

Los misteriosos textos tibetanos denominados por ella Libros de Dzyan, constituyen la columna vertebral de su Doctrina Secreta. Según afirmó, constituyen el tratado más antiguo del mundo y difícilmente traducible, del que ella memorizó los fragmentos que pudo. En ellos se habla de humanidades anteriores a la actual, y sobre la existencia de otros cuerpos en el ser humano, más sutiles que el cuerpo físico. Incluso encierra descripciones sobre la estructura y funcionamiento internos del cosmos, y sobre el origen y el destino evolucionante de distintos reinos de la Naturaleza. Mucho de su contenido fue «esotérico», por desconocido, en su época, pero hoy no constituye nada desconocido hablar de la existencia de agujeros negros, sobre la actividad de los cometas o el núcleo de la Tierra, sobre la relatividad de tiempo y espacio y sobre la analogía de materia y energía.

A pesar de la escasa información de que todavía se dispone, se ha constatado que sí existen unos tratados originarios, llamados de Kiu-Te, de los que el Libro de Dzyan es el primer volumen de los Comentarios a una parte de los mismos. Si bien no se conocen las fuentes originales, sí hay multitud de comentarios de las escuelas de budhismo esotérico. Por otro lado esa comprobación se hace muy difícil si tenemos en cuenta que Tibet fue invadido por la China comunista, el palacio de su capital Lhasa cañoneado y cerrados los innumerables monasterios, así como sus milenarios archivos.

Los lugares  en que ella decía que se habían desarrollado multitud de pueblos y civilizaciones, hace miles de años (en el Turkestán oriental) y donde podrían encontrarse vestigios enterrados bajo las arenas del desierto, han sido el lugar de pruebas atómicas de alto secreto desde el año 1960 hasta 1992, produciendo un desastre ecológico inmenso así como 200.000 muertos por efecto de las radiaciones, del que el mundo occidental, al parecer, no tiene tampoco muchas noticias.

De ahí que su aporte sea tan importante y extraordinario el valor de lo que nos ha transmitido, ya que recuperó y transmitió viejas enseñanzas, laboriosas investigaciones, teniendo a mano textos de hace 150 años y otros más antiguos…

Es indudable la profunda fe que tenía H.P.B. en la humanidad, pues a pesar de todo lo que tuvo que sufrir ofreció una puerta al acceso de realidades todavía hoy no sospechadas, hacia conocimientos y enseñanzas que son para nuestro propio perfeccionamiento como seres conscientes y responsables de nuestra evolución.

«Sólo reuní unos fragmentos de esa Sabiduría, para que los que pudiesen entenderlas, las profundicen y estudien».

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish